martes, 17 de septiembre de 2013

Codicia



    En la vida hay sucesos que no dejan de sorprendernos por más frecuentes que sean cuando guardan relación con personas de relevancia social o política, y nos obligan a meditar sobre sus circunstancias causales. Me refiero en este caso a la codicia como factor determinante de determinadas conductas. La razón de que pergeñe estas líneas viene dada por la reciente lectura del periódico en una de cuyas páginas interiores aparecía la noticia de que el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz –un curioso apellido trilítero como el mío-  imponía al que fue poderoso presidente de Pescanova, Manuel Fernández de Sousa, y nueve directivos más de la empresa, una fianza conjunta de 1.200 millones de euros para responder de delitos societarios, estafa y falsedad en documento mercantil, y a la vuelta de la página figuraba el desglose de las ayudas públicas percibidas por la banca española por importe de 61.000 millones, aparte de otras cantidades a cargo del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y sin incluir tampoco las pérdidas que puedan tener los compradores de los bancos nacionalizados asumidas por un programa denominado Esquema de Protección de Activos (EPA) por cuenta del Estado.

    Ambas noticias tienen en común el exceso de codicia que cegó a los gestores de Pescanova y los de los bancos y cajas de ahorros. Todos ellos se embarcaron en un proceso de expansión desbocada con la finalidad de aumentar las ganancias y obtener así sueldos más suculentos, aunque ello comportase el endeudamiento fuera de toda prudencia hasta poner en peligro la solvencia de las respectivas sociedades, peligro que se hizo real y efectivo al pincharse el globo de la burbuja inmobiliaria y conducir a la quiebra de unas y otras entidades. Otra coincidencia es que en ambos casos, los administradores manejaban dinero ajeno, y por tanto, mientras las cosas iban bien ellos se embolsaban sustanciosas retribuciones, y si la apuesta fallaba, los paganos serían los accionistas de la pesquera o el Estado, es decir, los contribuyentes. Eso se llama jugar con ventaja.

    Un aspecto en el que no coinciden los protagonistas es en la responsabilidad civil y penal de sus actos. Si se confirmasen los delitos que se le imputan a Fernández de Sousa podría dar con sus huesos en la cárcel. En cambio, los directivos de bancos y cajas se llaman andana y, o bien siguen en sus cargos como si nada hubiera pasado, o bien se retiraron a disfrutar de sus cuantiosos ingresos. Esta diferencia muestra que apropiarse de caudales públicos se considera menos delictivo que hacerlo en la esfera privada. Quienes con sus dislates provocaron la ruina y el paro de millones de españoles pueden imitar a aquel juez que envió a un ujier a notificar un auto y el destinatario le atizó dos sonoras bofetadas, y dirigiéndose al magistrado y señalando su cara dijo que en ella habían ofendido a su señoría, a lo que éste contestó “ahi me las den todas”. De momento, ningún banquero ha ido a prisión y el único que entró en ella salió a los ocho días, y al juez que lo encarceló le retiraron la instrucción de la causa y está sometido a denuncia por falta grave. Y después leemos en la Constitución que ante la ley todos somos iguales. Vivir para ver.

No hay comentarios: