lunes, 31 de mayo de 2010

Entresijos de la política

A veces la política se manifiesta en formas laberínticas que requieren un depurado análisis para captar su correcta interpretación. Un ejemplo de este tipo se vivió en el Parlamento español el pasado 27 de mayo.
El Gobierno sometía a votación la convalidación del decreto-ley anticrisis expresivo del más drástico ajuste realizado en el país desde la implantación de la democracia, ajuste soportado sobre todo por las clases medias y bajas. El proyecto se salvó “in extremis” por la mínima diferencia de un solo voto, gracias a la abstención del partido nacionalista catalán Convergencia i Unió, que ha demostrado tener más sentido de Estado que otras formaciones políticas, al comprender que su rechazo habría precipitado al país en el abismo de la intervención de la Eurozona como le ocurrió a Grecia.
Los demás partidos se han opuesto o abstenido, argumentando el carácter regresivo, precipitado, inequitativo, y por tanto, injusto de las medidas propuestas.
El busilis del asunto está en el papel representado por el PP que, como es sabido, se opuso desde el primer momento. ¿Significaba esto el deseo de que el Gobierno naufragase? Mi opinión es que no, pero le convenía disimular y aparentar lo contrario.
Le conviene más que el PSOE haga el trabajo sucio, que las disposiciones impopulares entren en vigor, que aumente el descontento, y si la reforma laboral consagra el fracaso del diálogo social, y los sindicatos convocan la huelga general, miel sobre hojuelas.
El PP, entre tanto, siguiendo el proverbio chino, se mantiene a la espera de ver pasar el cadáver de su enemigo, o lo que es lo mismo, a que el Gobierno, en plena soledad parlamentaria se hunda por sí mismo. En efecto, si el PSOE perdiera las próximas elecciones generales, no sería porque el rival le hubiera arrebatado la victoria sino por los bandazos de Rodríguez Zapatero, que afronta la crisis con políticas insolidarias y más que discutible eficacia.
La situación creada y las tardías cuanto negativas medidas arbitradas para combatirla, permiten a Rajoy erigirse en defensor de los pensionistas congelados y de los funcionarios rebajados, en una auténtica confusión de papeles y un baile de disfraces.
El sedicente partido de izquierda y progresista obligando a los más débiles a apretarse el cinturón y recortando derechos a los trabajadores, en tanto vemos al partido conservador proclamándose adalid de los pobres. Ante tales comportamientos nada tiene de extraño que los ciudadanos estén hastiados de la clase política que nos ha tocado en suerte hasta considerarla el tercer problema público en las encuestas.
Si al líder conservador le salieran las cuentas, sobre las ruinas del PSOE se encaramaría a la Moncloa y si entonces se viera forzado a endurecer aun más el proceso de ajuste, ya tendría asegurado el pretexto con la desastrosa herencia recibida.
Contra lo que pudiera parecer, creo que el PP se frota las manos con las dificultades del país sabiendo que le llevarán al poder. Otra cosa es que esa actitud se compadezca con el sentido de Estado, altura de miras o política honesta.

viernes, 28 de mayo de 2010

África, un continente sin futuro

El continente africano vive una situación caótica y dramática, sin que se vea la luz al final del túnel. Como si en él se hubieran dado cita todas las plagas, conviven el hambre, la sequía, desertización, sida, paludismo, explosión demográfica, anarquía, corrupción y guerras tribales forman un catálogo de desastres que sumen a la población en la desesperanza. Una situación que tiende a empeorar conforme pasa el tiempo, cual si una maldición convirtiera en un infierno el continente negro. Somalia, Nigeria, Liberia, Guinea Bissau, Angola, Congo, Ruanda, Burundi, Sierra Leona, Zimbabwe, Mali, Sudán, son algunos de los nombres que aparecen con frecuencia en los medios de comunicación a medida que surgen en ellos brotes de revoluciones, golpes de Estado o matanzas monstruosas, a manera de erupciones volcánicas. En realidad, apenas se puede localizar en el mapa un país con un mínimo de estabilidad política donde haya arraigado la democracia y que conduzca sus asuntos de forma razonable en normalidad.

El mundo desarrollado cierra los ojos ante este sombrío panorama y mira para otro lado como si no supiera qué hacer, como no sea expoliar sus recursos naturales y enviar armas para que los dictadores de turno se mantengan en el poder o las empleen en guerras con los vecinos.

Últimamente varios Estados africanos han trasladado sus problemas a Europa en forma de emigraciones masivas incontroladas en condiciones de gran riesgo, a la búsqueda de unas condiciones de vida que les niegan sus países de origen, lo que provoca que en los países de destino como España e Italia aparezcan serias crisis de difícil gestión.

Las medidas adoptadas hasta ahora desde el exterior han sido otros tantos fracasos. No valen por insuficientes los envíos de misioneros y ONGs ni vale la donación de alimentos en situaciones de emergencia para después olvidarse de lo que allí ocurre, lo que tiende a convertir a los africanos en permanentes pedigüeños, en lugar de remediar las deficiencias estructurales, y vale todavía menos el comercio desigual que hace competir en los mercados los productos autóctonos con los de los países industrializados, exportados con subvenciones.

La situación se complica porque los gobiernos corruptos establecidos aprendieron muy bien el principio de soberanía nacional para rechazar cualquier interferencia exterior, cuya aplicación les sirve de pretexto para seguir gobernando despóticamente sin implantar las reformas que facilitarían el progreso económico y el bienestar de la población. Para esos países la independencia significó pasar de depender de una élite extranjera a una camarilla de oligarcas nacionales que detenta el poder en permanente disputa con rivales internos.

Pero la comunidad internacional no puede arrojar la toalla, tanto por razones de justicia y solidaridad como por conveniencia propia, pues no en vano la globalización ha transformado los problemas locales en internacionales que nos afectan a todos.

Pienso que se dan las condiciones necesarias para que Naciones Unidas convoque una conferencia de las mayores potencias económicas del mundo y de los líderes africanos de la que deberia salir una réplica del famoso Plan Marshall financiado por las primeras y consensuado con los gobiernos receptores que abra horizontes de esperanza al continente cuna de la humanidad.