jueves, 18 de agosto de 2016

Más sobre el Brexit



    El resultado del referéndum celebrado el 23 de junio pasado dio el triunfo a quienes pretendían la separación de Reino Unido de la UE con graves consecuencias que alarman a los que sostenían la opción opuesta y también a muchos de los que votaron a favor. La mayoría de los electores  así lo decidieron. Y a lo hecho, pecho.
    Los políticos suelen decir que el pueblo, además de soberano, es sabio, sobre todo si sus actos coinciden con sus propósitos, y un antiguo dicho afirma que la voz del pueblo es la voz de Dios, y para poner más énfasis lo expresan en latín: “Vox populi, vox Dei”. La historia, sin embargo se encarga de desmentirlo en no pocas ocasiones. Uno de los más claros ejemplos lo constituye la victoria electoral del nacionalsocialismo que llevó al poder en 1933 a Hitler. Y ya sabemos cuál fue el precio que pagó el mundo y mayormente Alemania. Un caso similar puede ser  el “procés” del independentismo catalán, y lo mismo podría decirse del esperpéntico candidato republicano a la presidencia de EE.UU, Donald Trump. Cuando concurren las circunstancias precisas, podría decirse que los pueblos son capaces de firmar su suicidio o de caer en la irrelevancia.
    La insatisfactoria situación socioeconómica de un país y su explotación por campañas mediáticas interesadas; la existencia de líderes irresponsables prometedores de solución indolora de todos los problemas, que es lo que caracteriza a los partidos populistas, manipulan a su favor la voluntad popular, haciendo abstracción de los medios empleados y de los efectos que producirán.
    El Reino Unido nunca estuvo plenamente integrado en el proyecto de unificación política de Europa y boicoteó desde dentro todos los esfuerzos  encaminados a dicho fin, y se excluyó de varios acuerdos, negándose, por ejemplo, a participar en el espacio  Schengen que permite la libre circulación  de los europeos. Rechazó formar parte  de la Eurozona y de la adopción del euro como moneda común. En resumen, Reino Unido era –y es por el momento- un socio incómodo. De Gaulle previó lo que ocurriría. Que la adhesión de Londres  daba entrada a un caballo de Troya de EE. UU. con el que mantiene un antiguo tratado especial.
    Para evitar la mutilación, la UE hizo más de lo que debiera. El 2 de febrero el primer ministro británico David Cameron y Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, firmaron un acuerdo que reflejaba no solo lo precario del proyecto europeo, en estado de excepción permanente, sino la traición del principio fundacional. Se otorgó a Londres la capacidad para limitar los derechos de los trabajadores inmigrantes, el derecho a excluirse de cualquier ayuda financiera a países del euro. Obtuvo asimismo que cuando al menos 16  Parlamentos nacionales  objetasen un proyecto de legislación europea, podrían obligar al Consejo a desestimarla, o al menos a enmendarla.
    Con el veredicto del referéndum, tantas concesiones quedaron en nada. El episodio trajo a mi memoria una anécdota protagonizada por Churchill. Cuando Chamberlain  regresó de firmar el Pacto de Munich tras someterse a las presiones y falsas promesas de Hitler, fue recibido por aquel con estas o parecidas palabras: “Habéis caído en la vergüenza para evitar la guerra. Ahora ya tenéis la vergüenza y tendréis la guerra”, como así sucedió.
    No es descartable que las cesiones de Juncker a Cameron sirvan de precedente a futuras exigencias de terceros si son grandes potencias. Transigir en exceso en cuestiones de principio no suele dar buenos frutos.

lunes, 8 de agosto de 2016

La importancia de ser diputado



    Ser diputado en el Congreso es un cargo envidiable por muchos conceptos que solo está al alcance de 350 elegidos cada cuatro años, aunque algunos afortunados se las arreglan para repetir. Aquí se cumple el dicho de que son muchos los llamados y pocos los escogidos. Son empleos importantes por los honores y prebendas que comportan. Es un honor  representar teóricamente  a 131.428 conciudadanos, resultado de dividir  el número de 46 millones de españoles entre los 350 escaños, y es deseable también por las retribuciones que le corresponden y los complementos adheridos que detallaré más adelante.
    Nada extraño, por tanto, que sean numerosos los aspirantes, toda vez que las condiciones exigibles se reducen a ser mayor de edad y carecer de antecedentes penales. El requisito indispensable, real pero no escrito,  es estar bienquisto con el político que hace las listas de candidatos que suele coincidir con el jefe máximo del partido político. No hace falta estar en posesión de  de ningún título académico o profesional, si bien en la práctica suele designarse a licenciados en Derecho o Ciencias Políticas como materias más afines a la gestión de los asuntos públicos. Sin especial bagaje intelectual se puede llegar a jefe del gobierno. No hace falta ganar oposiciones sino sumar voluntades y tener madera de líder.
    La función de los diputados es la elaboración de leyes y además, los de la oposición  ejercen el control del Gobierno. Tarea aneja al cargo es la de aplaudir las intervenciones  de los portavoces propios y de los ministros si pertenecen al mismo partido.
    Para remunerar tan compleja labor, el diputado percibe 3.125 euros al mes que, sin ser una gollería, equivale a más del doble del salario medio, y no digamos del salario mínimo. A lo que llamaríamos sueldo del diputado raso se suman los complementos,  que son muchos y variados; dietas de viaje de 120 euros en el interior del país y 150 en el extranjero; si el viaje se realiza en avión es gratis en categoría business, 300 euros al mes para desplazamientos en taxi, indemnización por no residir en Madrid, utilizar la cafetería del Congreso a precios subvencionados; sobresueldos desde el presidente –actualmente presidenta– a vicepresidentes, portavoces, viceportavoces, presidentes de comisiones, etc.
    En el capítulo de privilegios, nuestros representantes disfrutan de los siguientes: compatibilidad de la dedicación exclusiva con determinadas actividades privadas (clases, conferencias, tertulias mediáticas), ausencia de control laboral, disponibilidad de iPad e iPhone y ordenador portátil, pensión máxima asegurada al cumplir 65 años habiendo cotizado siete años (a los trabajadores se les exigen 35). Finalmente, están sujetos a aforamiento. La lista no es exhaustiva pero es suficientemente expresiva. Para mayor detalle consúltese la web “Privilegios de los políticos.com”
    Cuando el parlamentario pierde su acta puede elegir entre varias opciones; retornar a su ocupación anterior, acceder a otro cargo político (eurodiputado, senador, ejecutivo de un organismo oficial) o utilizar el mecanismo de las puertas giratorias sin solución de continuidad. La elección dependerá de que el interesado  haya conservados sus amistades o cultivado otras nuevas.
    El significado de la democracia es el gobierno del pueblo, pero con frecuencia, gobernantes y gobernados viven en planos diferentes, excepto durante las campañas electorales en que los primeros buscan el aplauso –y sobre todo los votos- de las  multitudes, sin distinción de sexo, edad o condición. Entonces  los candidatos visitan los mercados y se interesan por los precios del pescado. Una vez instalados en sus poltronas, la distancia  entre ellos y los ciudadanos corrientes se vuelve insalvable.
    Bien está que los diputados reciban una remuneración razonable  -no me atrevo a calificarla de digna porque es un término demasiado impreciso- que puede ser el triple o más del salario medio pero no sería pedir demasiado que prescindieran  de sobresueldos de difícil justificación, y sobre todo de privilegios que les separan del resto de los mortales. Quienes escogen libremente dedicarse a la función pública no deberían adjudicarse  ventajas injustas sobre los demás. Bien al contrario, les honraría ser ejemplo de altruismo, equidad, civismo, morigeración y sobriedad. En todo caso, las retribuciones que perciban deben ser aprobadas con luz y taquígrafos y con conocimiento de los ciudadanos y contribuyentes.
    El hecho de que estos deseos no tengan reflejo en la realidad es causa  del disgusto con que los españoles juzgamos a la clase política y ello explica que hayan surgido nuevos partidos de tinte populista en las elecciones del 20-12 que quebraron el bipartidismo y prometieron practicar  una nueva política distinta de la de “la casta” en la que encasillaron a los partidos tradicionales, y prometieron  resolver los problemas del país de forma que preservarían el Estado de bienestar.
    Ciertamente, acertaron en el diagnóstico, lo que propició su ascenso electoral, pero propusieron remedios de discutible viabilidad, y sorprendentemente,  no ofrecieron eliminar la selva de privilegios y sobresueldos  con lo que la “nueva política” no se distingue de la vieja. La excepción la protagonizó la UPyD al proponer la renuncia de las ventajas y beneficios que acumulan los llamados servidores públicos, pero el proyecto naufragó por la oposición de los colegas parlamentarios, entre ellos quienes no tuvieron empacho en aprobar el Decreto-Ley de  Reforma Laboral que privó a millones de trabajadores de derechos adquiridos. Está visto que no es lo mismo predicar que dar trigo.

lunes, 1 de agosto de 2016

El paso del tiempo



    Estamos inmersos en una revolución permanente, pacífica y silenciosa que nos depara frecuentes novedades y ha alterado nuestra forma de vida, sin saber a donde puede conducirnos. Su origen puede datarse  alrededor de 1968, sin olvidar que  sus raíces arrancan  de tiempo atrás, y de manera especial a partir de la posguerra de 1945.
    Quienes hemos acumulado muchos inviernos,  cuando miramos a nuestro derredor nos asombramos de la cantidad y profundidad  de los cambios sobrevenidos, de modo que cuando  lo comentamos con nuestros nietos, les parece que hablamos de un mundo  de ficción, inexistente, creado por nuestra imaginación. Cuesta creer que otro tanto sentirán ellos al asistir a las muchas transiciones que les esperan y con una frecuencia más acentuada  dado que la velocidad de los acontecimientos será mayor en adelante.
    Y no nos referimos aquí y ahora  a los avances técnicos  que ponen a nuestro alcance  prodigiosos elementos con prestaciones inimaginables, sino a la magnitud de los conocimientos que hemos adquirido así en el campo macroscópico como en el microscópico, tanto en astronomía como en nanociencia, todo lo cual es promesa de nuevos inventos.
    Las transformaciones a las que hemos asistido han afectado también a la sociedad. La que hoy contemplamos ha adoptado formas y fórmulas inéditas que  han influido  en hábitos y costumbres, de modo que no se corresponden con los de antes. No nos vestimos igual que nuestros padres, no nos alimentamos como antes, no trabajamos igual, no nos divertimos igual y hasta las guerras se libran de forma diferente.
    Desde el punto de vista demográfico, tenemos una esperanza de vida al nacer que pasó de 35 años a principios del siglo XX  a 82 ahora, cifra que se supera año tras año. La tasa de natalidad que por aquellas fechas era de 36 por 1000 habitantes, bajó a 13. En consecuencia, el crecimiento natural es negativo y no ofrece expectativas de revertirse al haber variado las condiciones sociales. El grado de envejecimiento es un hecho sin  precedentes. Otro aspecto reseñable es la merma de la población activa y el crecimiento del censo urbano, con el consiguiente despoblamiento de buena parte del territorio. Se altera la estratificación social, cambia la densidad de población y el crecimiento de las ciudades incrementa problemas como el paro, afectado por la automatización y la digitalización de la economía.
    Uno de los signos más notables de la evolución social en Occidente es el reconocimiento de los derechos de la mujer en igualdad de derechos con el hombre. En el recorrido se han quemado muchas etapas pero aun habrá que recorrer otras para llegar a la meta que contemple la condición de la mujer como madre, como trabajadora y como ciudadana.
   En el mundo del entretenimiento las costumbres varían con frecuencia. Los toros  van de capa caída y en su lugar hoy priman los espectáculos multitudinarios de los que son ejemplo elocuente los partidos de fútbol (un invento inglés del siglo XIX) y los conciertos de cantantes de moda que reúnen decenas de miles de espectadores, “fans” como ahora se les designa. Marcar goles y editar discos se han revelado como la clave mágica  para conseguir fama y dinero en poco tiempo.
    Adivinar el futuro es una tentación que acomete a quien ejerce la función pensante, pero la realidad suele desmentir a los profetas. Hay un hecho, sin embargo, en el que es fácil acertar; el mundo seguirá cambiando y cada vez más velozmente.