miércoles, 26 de marzo de 2014

Emergencia social



    Desde 2008 en que se hizo más patente la crisis en España se ha ido incubando una situación de alarma social que no tiene visos de mejora. El tratamiento que se ha aplicado para combatirla puso de manifiesto que el mal era más profundo de lo que se pensaba. Descubrimos que la crisis no era solo económica sino también política, social y ética.
    Ni los políticos ni las élites han estado a la altura de las circunstancias. Los primeros han mostrado una pasmosa incompetencia e insensibilidad para repartir con un mínimo de equidad los sacrificios impuestos por el ajuste. Los continuados recortes sociales que había iniciado el gobierno socialista en 2010, fueron seguidos y aumentados por el siguiente del partido popular, acompañados estos últimos además por repetidas elevaciones  de impuestos indirectos entre los que sobresale el IVA que castiga especialmente a las economías más vulnerables sin afectar específicamente a las grandes fortunas.
    Sobre los hombros de trabajadores y clase media baja recayó el peso del ajuste, comenzando por la lesiva reforma laboral que incrementó la cifra de del desempleo e implicó una severa disminución de los ingresos familiares con el consiguiente subconsumo que a su vez propició la recesión, dando lugar al cierre de empresas y a la morosidad bancaria que fue seguida de la restricción crediticia.
    Para comprender mejor el impacto del paro basta analizar su composición con datos del Instituto Nacional de Estadística. El pasado año terminó con cerca de seis millones de desocupados, de los cuales 3,5 millones llevaban más de un año sin trabajar, 1,8 millones de hogares estaban con todos sus miembros sin empleo y 686.000 familias carecían de ingresos.
    Hasta ahora las penurias de la pobreza se van sorteando, mal que bien, gracias a la red familiar, la economía sumergida y los socorros de Caritas y otras ONG, pero se trata de remedios de urgencia que no pueden ser duraderos, y de ningún modo, permanentes.
    Al mismo tiempo, los causantes de la crisis, personificados, aunque no exclusivamente, en los banqueros, continúan en los mismos puestos con sueldos astronómicos o se retiran con indemnizaciones y pensiones millonarias, sin que nadie les haya exigido responsabilidades o rendición de cuentas. Mientras tanto, quienes no han tenido arte ni parte en el descalabro, perdieron el empleo, se quedaron sin ingresos, no pueden pagar las hipotecas y son desposeídos de sus viviendas. El Estado aportó 40.000 millones de euros para evitar la quiebra de los bancos pero no dispuso de un solo euro para salvar a los desahuciados, a pesar de que la vivienda es un derecho amparado por la Constitución.
    Esta asimetría de trato suscita irritación y una sensación de irresponsabilidad de las autoridades y de desamparo de los ciudadanos que fácilmente puede transformarse en indignación de lo que son muestra el movimiento 15M, las protestas Stop Desahucios o la revuelta de Gamonal (Burgos). El peligro latente está en que el posible desbordamiento de las tensiones   se convierta en un estallido social. Lo que a buen seguro no lo evitará será la promulgación de leyes represivas como el proyecto de seguridad ciudadana destinada a reprimir las protestas populares y restringe el derecho de manifestación, o el incremento de tasas académicas y judiciales. Esta forma de reacción denota la falta de sentido político y de sensibilidad social para conseguir que la ira no se transforme en violencia. No se puede continuar esta política que es una fábrica de perdedores.

viernes, 21 de marzo de 2014

El petróleo, factor político



    Probablemente no haya hipérbole en la consideración del petróleo como el producto natural que más ha influido en la historia, con excepción del oro, especialmente a partir de la Gran Guerra, en cuyo resultado tuvo un papel decisivo. No en vano mereció el nombre de oro negro.
  Desde que en 1859 fue perforado en Titusville (Pensilvania, EE.UU.) el primer pozo petrolífero por un autotitulado coronel Drake, el control de su producción y comercialización produjo enormes fortunas, guió la política exterior de grandes potencias y causó numerosas guerras. Baste recordar la  que sostuvieron Bolivia y Paraguay desde 1932 a 1935, las que enfrentaron  a las naciones del Próximo Oriente, las dos invasiones norteamericanas de Irak, y por último, la que recientemente llevó a la independencia de Sudán del Sur, que sigue siendo escenario de luchas tribales por el dominio de los yacimientos.
    El temor al agotamiento de las reservas y el encarecimiento del precio desde 1973, impuesto por los países productores miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha inducido a los países industrializados a buscar fuentes alternativas que primero consistió  en potenciar las energías renovables, principalmente la eólica y la solar, y recientemente acudiendo en Estados Unidos al “fracking”, técnica consistente en la fractura hidráulica de rocas para extraer de ellas gas y petróleo. Esta forma de producir hidrocarburos tiene defensores y detractores. Estos últimos le atribuyen perforación de acuíferos, pequeños terremotos y contaminación de aguas subterráneas.
    Frente a estas prevenciones, Norteamérica emplea esta técnica sin reparos, y los frutos son prometedores. La producción de crudo que fue de cinco millones de barriles en 2008, menos de la mitad de su consumo, se aproximó en 2013 a ocho millones y se especula que en pocos años no solamente abastecerá sus necesidades sino que podrá exportar.
    Si la hipótesis se confirmara como parece probable, significaría un vuelco en la economía mundial con manifestaciones de gran calado en la política internacional. EE.UU dejaría de mimar sus relaciones con Arabia Saudita, un país sunita que emplea parte de sus enormes ganancias en difundir el islamismo radical Wahabita, en pugna permanente con los chiíes, la otra rama del Islam predominante en Irán. La importancia estratégica del Próximo Oriente, depositario del 60% de las reservas mundiales de petróleo se vería muy menguada. El cambio favorecería la mejora de las relaciones de Irán con Occidente y ello dejaría sin justificación la construcción del escudo antimisiles estadounidense o guerra de las galaxias que se atribuyó a defenderse de un posible ataque nuclear desde Teherán. También afectaría a Venezuela como país exportador, su principal fuente de ingresos. De momento, el “fracking” ya está influyendo en la estabilidad de precios del petróleo que ayuda a superar la crisis económica y a frenar el declive del Tío Sam. Esta materia prima indispensable sigue jugando un papel fundamental en la economía y las relaciones internacionales.
    Los países como España que carecen de yacimientos de hidrocarburos han de buscar su abastecimiento diversificando los proveedores para evitar la dependencia de un monopolio de oferta, compaginándolo con la obtención del mejor precio posible, ya que es la mayor partida de importación por importe de unos 45.000 millones de euros.

lunes, 17 de marzo de 2014

La vida en tres tiempos



    Los cambios sociales que hemos vivido y los que se sucederán a medio plazo nos conducen a una situación inédita que va en camino de dividir el ciclo vital de los europeos en tres etapas sucesivas de unos treinta años cada una, a la manera en que se representa una obra teatral, en tres actos: uno de formación, otro de producción, y un tercero de jubilación o descanso. La primera hace referencia a la infancia, adolescencia y juventud, la segunda a los adultos, y la última a los ancianos.
    Por un lado, el alargamiento de la enseñanza obligatoria seguida de la universitaria o formación profesional, incluidos “masters” de especialización, colocan al educando en los 30 años de edad. Sería el límite temporal para iniciar la etapa siguiente, la productiva, una vez salvadas las dificultades actuales como secuelas de la crisis, que es de esperar disminuyan, para acceder al primer empleo. Por las razones que expondré a continuación, este tiempo podría durar otros treinta años. La escasez relativa de trabajo en relación con la demanda y el crecimiento de la productividad, abonan la tendencia a adelantar la edad de jubilación a los sesenta años, con lo que la ocupación laboral retribuida duraría alrededor de tres décadas. No ignoro que la tendencia reinante apunta a la prolongación de la vida laboral para sostener el sistema público de pensiones, pero esta contradicción de intereses habrá de resolverse cambiando la financiación actual que intuyo tendrá que ser mediante aportación del Estado, procedente de impuestos.
    Seguidamente se iniciaría la tercera y última fase de la vida, que podría alargarse otros treinta años. Ello representaría una esperanza de vida al nacer de 90 años, lo cual no tardaría mucho en alcanzarse partiendo de los 82 en que está situada ahora. Recordemos que el dato era de 45 años al comienzo del siglo XX.
    El cumplimiento de estas expectativas implica diversas transformaciones de muchas costumbres y formas de vida. El plazo podría establecerse en torno a 2050.
    Con la perspectiva actual, los tres períodos del recorrido vital comportan problemas específicos de gran calado que el tiempo se encargará de solucionar si es que la historia, maestra de la vida, corrige las imperfecciones y carencias del presente y del pasado.
    La fase formativa tiene una finalidad concreta que es la preparación para ejercer con éxito la función productiva. Su duración tiene el inconveniente de retrasar la emancipación, que a su vez implica posponer el matrimonio y el nacimiento de los hijos, con clara repercusión en la disminución de la natalidad y el envejecimiento de la población.
    Por su parte, la fase de descanso también ocasiona situaciones insatisfactorias, partiendo de que la transición de la plena actividad al ocio forzoso se produce sin solución de continuidad, sin que medie una preparación previa ni opción a una ocupación alternativa, lo que convierte en viejos por decreto a personas en plenitud de facultades y con el deseo de retornar a la sociedad una parte de lo que han recibido de ella en el largo plazo que les resta de vida.
    En tanto la sociedad no encuentre la fórmula de subsanar sus deficiencias se mantendrá un doble perjuicio. Para el jubilado, el sentimiento de marginación, y para la colectividad la privación de aportaciones valiosas para el bienestar general tanto económico como cultural.
    Hoy por hoy a los mayores les queda la posibilidad del voluntariado, pero sería deseable una mayor integración en el tejido social que les otorgue más protagonismo, acorde con sus deseos y aptitudes, en lugar de ser un peso muerto y verse relegados a la condición de simples consumidores.
    La superación de las contradicciones sociales que presenta la mayor longevidad es un desafío para el futuro que pondrá a prueba la capacidad de innovación y creatividad para transformar la sociedad, haciéndola más justa, más participativa y más solidaria.

viernes, 7 de marzo de 2014

Estampas del siglo XX



     Las nuevas generaciones criadas en la democracia no suelen ser conscientes de las diferencias que les separan de quienes vivieron en el régimen anterior a la transición política. Por ello, interesa repasar los antecedentes de la situación actual para saber de donde venimos y explicarnos ciertos detalles de nuestra idiosincrasia.
    Los orígenes del franquismo están ligados al fascismo italiano y al nazismo alemán que lo patrocinaron. Las tres ideologías eran visceralmente anticomunistas, liberticidas y nacionalistas. Todas estaban dirigidas por sendos dictadores que acaparaban la integridad de los poderes y ostentaban nombres superlativos: Mussolini era Duce, Hitler era Führer y Franco era Generalísimo. Cronológicamente, el poder del primero arranca de la marcha sobre Roma en 1922; el del segundo llega por haber ganado las elecciones en 1933, y Franco se convirtió en caudillo “por la gracia de Dios” tras la victoria de la Guerra Civil en 1939.
    Una vez asentados en el poder, los miembros del trío suprimieron todo tipo de oposición, comenzando por la disolución de los partidos políticos y los sindicatos de clase con el fusilamiento de sus directivos sin juicio previo. La actividad política quedó confiada en exclusiva a partidos únicos. En España ese papel lo desempeñó en exclusiva el Movimiento Nacional que englobaba a falangistas y requetés antes de la unificación. El Parlamento se sustituyó por las Cortes orgánicas compuestas por procuradores representantes del sindicato, la familia y el municipio, además de otros de la Iglesia. Eliminados los sindicatos, fueron sustituidos por uno único, vertical, de afiliación obligatoria, formado por productores y empresarios.
    Los tres dictadores proyectaron fundar sendos imperios, a saber: Hitler el III Reich, que duraría mil años (su vida se agotó a los doce), considerando como primero el Sacro Imperio Romano Germánico, y el segundo sería el creado en 1871 por Bismarck; Mussolini soñaba continuar el imperio romano fundado por Rómulo y Remo. Franco, por su parte, conducía el país “por el imperio hacia Dios” hacia una “España grande y libre” que nunca llegó a ser lo uno ni lo otro.
En efecto, vio como el protectorado de Marruecos proclamaba su independencia en 1956; la colonia de Guinea Ecuatorial seguía el ejemplo en 1969 pese a habérsele otorgado la condición de provincia; y el Sahara Occidental, con el mismo “status” administrativo, fue ocupado por Marruecos en 1975. Franco fue, en realidad, el liquidador de los últimos flecos del impero colonial español. En cuanto a lo de libre, España hubo de ceder bases militares en su territorio a Estados Unidos, un país que 55 años antes nos había arrebatado Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
    Hasta aquí hemos señalado algunas semejanzas compartidas por los tres autócratas que protagonizaron la etapa más violenta del siglo XX. Pero también hubo diferencias entre ellos. Mientras para el italiano y el alemán su muerte significó el fin de sus regímenes, Franco les sobrevivió y mantuvo las riendas del poder desde 1939 hasta 1975 en que falleció a los 83 años de muerte natural tras una larga agonía el 20 de noviembre de 1975. Después hubo que desmontar pieza a pieza el sistema que había creado hasta el 6 de diciembre de 1978 en que fue aprobada en referéndum la Constitución vigente.
    A partir de entonces, los españoles poseemos unas libertades como nunca habíamos disfrutado. Podemos afiliarnos a cualquier partido o a ninguno, y hacer lo mismo respecto a un sindicato, profesar la religión que más nos convenza o declararnos agnósticos. Está a nuestro alcance desplazarnos libremente por el país sin salvoconducto, y salir al extranjero sin pasaporte. La Constitución establece la igualdad ante la ley y que nadie es culpable sin haber sido condenado por sentencia firme (principio de presunción de inocencia); se ha abolido la pena de muerte. Tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, participar en manifestaciones públicas, y como trabajadores, a recurrir a la huelga para reivindicar las condiciones laborales.
    Son solo una muestra de los derechos y libertades que nuestros padres y abuelos no pudieron disfrutar porque el régimen no los había reconocido o se los había arrebatado.
    Desde 1939 hasta hoy, 2014, España no ha reincidido en sus endémicas guerras, golpes de Estado, sediciones militares, cuartelazos y cambios traumáticos a los que nos acostumbró el siglo XIX y la primera mitad del XX. Ante tan prolongado período de paz cabe preguntarse si los horrores de la Guerra Civil nos han vacunado contra la violencia por motivos políticos, sobre todo después de extinguida la actividad criminal de ETA. La respuesta no puede ser categóricamente afirmativa. Ojalá se haya instalado entre nosotros la cultura de paz, pero no hay que olvidar que somos herederos de los que Goya retrató en sus “Disparates” y los episodios del terrorismo registrados desde la Transición nos lo recuerdan.
También lo hacía el Caudillo al decir que “la vida es lucha y la paz es solo un accidente”.
    Esperemos que ese “accidente” se asiente definitivamente en el solar hispano y en todo el mundo, pero que sea una paz basada en la justicia, porque solo así podrá ser verdadera y asegurar el asentimiento de la ciudadanía y el bienestar de todos. Una aspiración que dicta el corazón a la que se resiste la realidad.

domingo, 2 de marzo de 2014

Información y manipulación



    El mundo nunca ha estado tan inundado de información como ahora. Los medios empleados para la difusión de noticias han crecido de forma exponencial, y es imposible huir de su influencia. Unos son públicos y otros de propiedad privada, pero todos defienden intereses propios, lo que les lleva a seleccionar los temas, escoger las fuentes y darles un tratamiento diferenciado. Todo ello sin aludir al lenguaje de los políticos enfocado a andarse por las ramas, evitar pronunciamientos definidos, desviar la atención o salirse por cerros de Úbeda y eludir cualquier relación entre las preguntas y las respuestas. En una palabra, lo que se busca es manipular la información coherente con el objetivo buscado. Detectar la manipulación y   formar criterio propio es sumamente difícil. Lo que debiera ser aliciente de reflexión se transforma en vehículo de posturas preconcebidas.
    El objetivo, expreso u oculto, es disuadir al receptor de pensar por su cuenta y cerrar el paso a ciudadanos conscientes, responsables y críticos. Con tal fin se eluden cuestiones que nos deberían preocupar y se sustituyen por la trivialización de otras materias como el chismorreo.
    Hay muchos temas que no reciben el tratamiento informativo acorde con su importancia o no se profundiza en ellos, en sus causas o consecuencias y sobre los cuales conviene tener opinión formada. A título de ejemplo, he aquí un resumido catálogo:
-         La escandalosa y truculenta formación del precio de la electricidad que nos obliga a pagar la tarifa más cara de Europa.
-         El negro futuro que espera a las pensiones de los jóvenes al no poder cotizar lo suficiente a consecuencia del paro.
-         La injustificable pervivencia de los paraísos fiscales donde se aparcan enormes capitales huidos del fisco.
-         La falta de una reforma fiscal equitativa y progresiva, que cumpla los requisitos señalados por el art. 31 de la Constitución.
-         El inexplicable retraso de la promulgación de una ley que combata eficazmente la ola de corrupción tanto con medidas preventivas como represivas.
    El temario podría alargarse mucho más, a lo que renuncia en aras de la brevedad a la que debe ajustarse un artículo.
    Para evitar el desgaste de las neuronas y que la gente se evada de la “funesta manía de pensar” que le prometieron a Fernando VII en la Universidad de Cervera, la receta más socorrida es hablar y escribir largo y tendido de deportes con especial hincapié en el fútbol que vino a sustituir con ventaja el “pan y circo” de los romanos.
    Por su parte, los Gobiernos emplean con profusión mecanismos informativos como maniobras de distracción creando problemas artificiales que eviten el debate público sobre otros de mayor enjundia que no se quiere o no se puede afrontar.
    ¿Por qué Rodríguez Zapatero sacó en 2010 a la palestra la reforma de la ley del aborto sin que existiera demanda social por el cambio de la que estaba en vigor desde 1985? Sencillamente porque convenía hablar lo menos posible de la crisis, antes negada, y de las antisociales medidas que tomó para combatirla.
    ¿A qué se debió que Rajoy, como un mago que saca un conejo de la chistera, aprobase en Consejo de Ministros otra ley sobre el aborto que nadie reclamaba, para complacer a la Conferencia Episcopal y al sector más ultracatólico de su partido? Porque había que desviar la atención de los seis millones de parados, de las nefastas consecuencia de la reforma laboral, de la multiplicación de la deuda pública, de los desahucios, de los cierres de empresas, etc.
    Un motivo recurrente de maniobras de distracción lo constituye la colonia de Gibraltar y las incidencias a que da lugar. Se suceden las declaraciones opuestas de ambas partes, y cuando parece que se avecina una crisis en las relaciones con Gran Bretaña, el tema se desvanece por si solo sin que nada cambie… hasta la próxima a reedición como viene sucediendo desde hace 300 años.