sábado, 4 de diciembre de 2010

Viaje al espacio lejano

La nave espacial había despegado de la base con toda normalidad, llevando a bordo un considerable instrumental científico que sería manejado y controlado por la pareja de astronautas formado por Bartosena, de 29 años de edad y Arquelao, de 32. El objetivo previsto del viaje era orbitar la Luna a 10.000 kilómetros de distancia con el fin de fotografiar y cartografiar la superficie lunar y registrar, entre otros datos, la luminosidad y temperatura que permitiera seleccionar el lugar más idóneo en el que alunizar y establecer una colonia permanente. Una vez puesta en órbita la nave, todo transcurría con normalidad.

De repente, una espesa nubosidad envolvió la nave, los paneles de mando dejaron de funcionar y los dos tripulantes se quedaron profundamente dormidos. Cuando despertaron, sin poder precisar el tiempo que habían estado durmiendo, se encontraron en un amplio salón rectangular con las paredes y el techo pintados de azul claro, rodeados por diez seres extraños que les observaban inquisitivamente.

Los alienígenas eran de baja estatura, estaban desnudos, y su figura se parecía a los humanos, excepto que tenían un ojo en la frente y otro en el cogote. Hablaban entre sí en un idioma ininteligible, y uno de ellos daba vueltas alrededor de sus huéspedes al tiempo que se dirigía a los demás, al parecer para explicarles las características morfológicas de los terrícolas que no daban crédito a lo que veían.

Transcurrida aproximadamente una hora de mutuo examen visual, uno de los extraterrestres se dirigió en español a los visitantes con gran sorpresa de éstos. Les explicó que se hallaban en el planeta Carpetania, uno de los dieciocho que giraban en torno a la estrella Sfenos, integrante a su vez de la galaxia Esplendor. Informó que conocían el español porque captaban las emisiones de radio, que sus exploraciones radioeléctricas del espacio habían detectado la presencia de la nave alrededor de la Luna y decidieron apoderarse de ella y trasladarla a su planeta para conocer la civilización terrestre. Deseaban saber cómo había evolucionado la vida en el diminuto planeta del sistema solar, una vez comprobado que los demás no estaban habitados.

Después de estas presentaciones, iniciaron un interrogatorio de los prisioneros para conocer cómo estaba organizada la convivencia en la Tierra, cómo se relacionaban los distintos pueblos entre sí, cómo era la forma de vida, los hábitos y costumbres, si se regían por normas consensuadas que garantizaban la igualdad de derechos, la libertad y el bienestar general y, en definitiva, si las relaciones interpersonales eran pacíficas, cordiales y armoniosas, y cómo se resolvían las discrepancias.

Las cuestiones por las que más se interesaron los alienígenas versaron sobre estos asuntos:

- ¿No se reconocen en la Tierra a todas las personas las mismas aspiraciones y necesidades, y en consecuencia, los mismos derechos?

¿Por qué practicáis con tanta frecuencia las discriminaciones?

- ¿Qué ventajas reporta dividir vuestro pequeño planeta en 200 naciones?

- ¿Por qué, considerándoos tan inteligentes, no habéis adoptado una lengua común para entenderos mejor?

- Qué justificación aducís para vivir siempre en guerra?

- ¿Cómo habéis organizado la convivencia de forma tal que unos pocos sometan y exploten a la mayoría?

- ¿Por qué os habéis dotado de tantos dioses enfrentados entre sí?

A todas estas preguntas contestaron detalladamente los astronautas y sus explicaciones causaban asombro a los carpetanos, que no concebían el recurso a la violencia y las guerras entre individuos y pueblos de la misma especie.

A continuación se abrió un amplio diálogo entre terrícolas y carpetanos y los primeros pudieron saber que el planeta donde se hallaban era un imperio único, con un gobierno elegido democráticamente que aseguraba a todos los ciudadanos la cobertura de sus necesidades básicas y aseguraba la equidad en el reparto de los ingresos. Todas las personas –si así pudiéramos llamarlas- aceptaban practicar de buen grado la solidaridad y el respeto mutuo, y la educación había conseguido que estos sentimientos fuesen vividos como algo espontáneo y natural.

Tras un prolongado intercambio de informaciones, el que parecía portavoz de los carpetanos sentenció que la evolución de los habitantes de la Tierra se hallaba en una fase primitiva y que no interesaba establecer contactos porque nada bueno podían aprender de ellos y correr el riesgo de posible contagio de sus hábitos antisociales.

Llegados a esta conclusión, los dos astronautas fueron invitados a elegir entre quedarse o regresar a su país de origen. La elección recayó en seguir donde se hallaban, pues comprendieron que el estilo de vida que habían dejado era de peor calidad que el que les ofrecían sus anfitriones.