sábado, 26 de diciembre de 2015

Migraciones



    Una de las notas determinantes de nuestro tiempo está representada por las migraciones. Masas enormes de gente cambian su residencia habitual, unas huyendo de guerras fratricidas y otras impulsadas por el atraso y la miseria en que viven. La tendencia a emigrar es una característica que distingue a los seres humanos porque el “Homo sapiens” es explorador por naturaleza. Recordemos que desde su cuna en África Oriental se extendió a toda la superficie del planeta.
    Lo que es propio de los movimientos de población que estamos viviendo es el número de personas afectadas, que coincide con un rechazo sin precedentes por parte de los países receptores. En el siglo XIX millones de europeos se trasladaron a América para poblar espacios vacíos sin resistencia de los indígenas, o venciéndoles si se oponían, al tiempo que llevaban cantidades ingentes de esclavos africanos cazados a lazo por sus compatriotas para desempeñar los trabajos más duros en condiciones terribles.
    A estimular la aventura migratoria sin reparar en los riesgos contribuye la difusión de las comunicaciones que permiten conocer en todas partes el bienestar que disfrutan otros países como Europa y Estados Unidos. Ocurre, sin embargo, que estas naciones no están dispuestas a acogerlos,   y para impedir su entrada les cierran el paso con muros fronterizos.
    Los mayores emisores de emigrantes económicos son Europa Oriental (Bulgaria, Rumanía y Albania), Asia Oriental (China y Filipinas), México y América Central, y mayoritariamente África subsahariana donde con frecuencia coinciden altas tasas de natalidad con hambrunas, pobreza, inestabilidad política, corrupción y guerras civiles. Los expulsados por las guerras cuyo número excede de 50 millones, proceden de Siria, Irak y Afganistán.
    Un aspecto que añade dramatismo y repulsa en relación con las migraciones es el tráfico de personas en la clandestinidad. Han aparecido organizaciones que, a cambio de importantes sumas de dinero, más onerosas si se piensa en quienes son los pagadores, las trasladan en embarcaciones totalmente inseguras con frecuentes naufragios. Tales mafias radican en los países emisores pero a veces son controladas en los países desarrollados donde se proveen de los medios que utilizan.
    Por la importancia que reviste y por el dolor que causa a tanta gente, la migración irregular se ha convertido en un problema de creciente gravedad con variadas implicaciones. Por un lado el fenómeno coincide con un descenso demográfico en Europa cuyas consecuencias negativas podrían suavizarse con la llegada de extranjeros adultos a los que no hay que criar y formar. Otro resultado no deseable es que aquellos que logran entrar en la fortaleza al tener una residencia ilegal se convierten en víctimas de abusos, son carne de explotación. De ello depende la viabilidad de explotaciones hortofrutícolas de Dalias (Almería) o la rentabilidad de la agricultura de California.
    Sería ilusorio pensar que la solución es fácil y que está al alcance de la mano. Bien al contrario, las causas son diversas. La situación es compleja  y los intereses en juego, innumerables. Necesitamos comprender que estamos ante un problema global, que serviría de poco que un país solo quisiera resolverlo. En lo que no parece haber duda es que afecta a centenares de millones , que por tanto, debe ser Naciones Unidas, máximo representante de los intereses  mundiales, quien lo tenga permanentemente  en su agenda para coordinar los diferentes puntos de vista en pro de un acuerdo lo más equitativo posible entre las partes implicadas.
    El éxito conseguido con la firma el 12 de noviembre en París de la Cumbre del Clima da pie a la esperanza de que cuestiones globales como esta puedan ser planteadas y resueltas en un foro mundial al amparo de la ONU, teniendo en cuenta que se trata de una cuestión de vida o muerte para millones de personas.

lunes, 21 de diciembre de 2015

Políticas erradas




    Un conocido aforismo dice que los errores se pagan y consideramos lógico que así sea, sobre todo si comportan daños a terceros. Esto suele cumplirse, y no siempre, si se trata de casos individuales pero no cuando estamos ante errores políticos cuyos perjuicios recaen sobre la población en general. Aquí el dicho se queda corto o incompleto porque no aclara quienes pagan el pato por muy inocentes que sean.

    Hechos recientes ponen de relieve la distancia abismal que separa los fallos cometidos y quienes sufren las consecuencias.


    Existe consenso en que buena aparte de la responsabilidad por la crisis económica que padecemos desde hace siete años, es imputable a banqueros y al banco supervisor a pesar de lo cual, ni unos ni otro han asumido ninguna responsabilidad ni pedido disculpas. Al contrario, quienes la provocaron por su codicia, cortedad de miras y pérdida de valores éticos continuaron en sus puestos o se retiraron, en el peor de los casos a disfrutar de sus jubilaciones doradas y con increíbles indemnizaciones. Parece que se les premia por sus fracasos.

    Quienes sufrieron las consecuencias de su desacertada gestión fueron los empleados que se quedaron en la calle, los prestatarios que fueron desahuciados y, en cierto modo, todos los españoles que hemos de cubrir con nuestros impuestos el coste del rescate de las entidades, además de los recortes en servicios básicos. Pareciera que los interesados percibieran una recompensa por sus fracasos.

    Fallos de otra índole pero no menos graves los cometen políticos con trágicas consecuencias. Uno de permanente actualidad es la guerra civil de Siria donde Occidente, por su intransigente exigencia de derribar al presidente Bachar el Asad que permiten, por acción y omisión, que continúe el derramamiento de sangre. Tras cinco años de contienda, EE.UU. y la UE han caído en la cuenta de que con la ayuda de Rusia el dictador, apoyado por el ejército, no puede ser depuesto. Por consiguiente, ya se han iniciado los primeros pasos para negociar con él una salida pactada que vaya seguida de elecciones. El error de apreciación y el retraso en asumir la realidad costó la destrucción del país y el desplazamiento de once millones de personas con inenarrables sufrimientos.

    Los gobernantes que pudieron y debieron intervenir a tiempo para evitar la tragedia ni siquiera reconocen su equivocación ni pedir disculpas. Ni Putin, ni Obama, ni Merkel, ni Cameron, ni Hollande parecen tener remordimientos por el dolor causado.

    Las lecciones de la historia no les ilustraron para comprender que los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Así lo entendieron, en cambio las democracias cuando en la Segunda Guerra Mundial se aliaron con su enemigo, la Unión Soviética para vencer al archienemigo común, el nazismo alemán. Es lo que ahora, demasiado tarde, se trata de poner en práctica utilizando a Bachar el Asad para derrotar al Estado Islámico, verdadero demonio de la humanidad.

    Después del error inicial, la UE ha incurrido en otro, acompañado de una carga de egoísmo y cinismo. Los horrores de la guerra fratricida obligaron a exiliarse a cuatro millones de sirios que buscaron refugio en sus vecinos Líbano, Jordania y Turquía sin que la UE se diera por aludida y por tanto, sin que estos países recibieran ayuda alguna con olvido de los derechos humanos y el acogimiento obligado de los refugiados. Hasta que Turquía, cansada de aguantar la carga en solitario, si no expulsó a los refugiados, permitió o toleró que salieran en embarcaciones precarias algunas de las cuales naufragaron, para dirigirse a Grecia como vía de acceso al norte de Europa, preferentemente a Alemania, cuyos gobiernos cayeron en la cuenta  de que el problema lo tenían en sus fronteras.

    Ante la nueva situación, convocaron una “cumbre” a la que invitaron al primer ministro turco, Davutoglu, al que se le ofrecieron “inicialmente” 3.ooo millones de euros para que impida la marcha de los refugiados de su territorio. Sabedor aquél de su capacidad de presión, exigió también  la supresión de visados para viajar al territorio Schengen y la aceleración de las negociaciones  para su adhesión a la UE que llevaban más de diez años estancadas por la oposición de Alemania y Francia. Parece que no importa que Ankara se resista a introducir las reformas que Bruselas le pide.

    A todo esto, Jordania y Líbano, como no pueden hacer chantaje quedan excluidas del ofrecimiento a Turquía, debiendo soportar la carga de los exiliados con sus propios medios contando únicamente con la insuficiente asistencia de Acnur.

     Los resultados de los errores ajenos tienen que soportarlos quienes se vieron forzados a abandonar sus hogares por los horrores de la guerra y los dos países que los acogieron. En esta ocasión los europeos fueron campeones de insolidaridad y su prestigio internacional cayó por los suelos. Se puede afirmar que hemos traicionado los principios éticos de los que presumíamos como adalides.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Una trampa fiscal



    Cuando entramos en campaña electoral de hoz y coz –que no es sino la prolongación de una interminable precampaña– los candidatos exponen urbi et orbi sus propuestas y ofrecen soluciones a todos los problemas habidos o por haber aunque haya que inventarlos. De la panoplia de mejoras que ofrecen destacan las rebajas de impuestos, a sabiendas de que nadie les va a pedir cuentas de su incumplimiento.
    En materia de rebajas de impuestos se llevan la palma el Partido  Popular y Ciudadanos, los cuales hacen especial hincapié en la tarifa del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) con mayor incidencia en los tramos más altos, de modo que el actual, que es del 45% pasaría al 43%. Se trata de disminuir la cuota de las mayores rentas con el pretexto de incrementar las inversiones, un supuesto que ni la teoría ni la experiencia avalan. Lo que sí incide es en producir un impacto favorable en los electores afectados y así ganar los comicios, que es en realidad lo que importa para seguir gobernando.
    El IRPF forma parte del grupo de impuestos directos y es la principal fuente de ingresos con que cuenta Hacienda en su recaudación. Como su nombre indica, grava las rentas percibidas por el contribuyente, de modo que paga más quien más gana. Como el control de la base tributaria es más fácil a través de las nóminas, las rentas del trabajo son las que soportan el 80% de la recaudación. Las procedentes del capital (alquileres, intereses, dividendos y plusvalías) además de ser más escurridizas ante el fisco, gozan de un tratamiento fiscal más benévolo.
    Los impuestos individuales basados en el consumo no distinguen si el contribuyente tiene muchos o pocos ingresos, de forma que lo paga por igual quien compra un Mercedes que quien adquiere una entrada de cine. Si los políticos quisieran ser fieles a los principios de justicia social que pregonan, tendrían que rebajar –y a medio plazo suprimir– el IVA, el más inequitativo del sistema tributario. Y aquí viene la trampa a que alude el título de este artículo, en la que caemos con frecuencia inadvertidamente. Ocurre que mucha gente denosta el IRPF porque nos saca del bolsillo una cantidad considerable de una sola vez sobre el salario que hemos ganado con nuestro trabajo durante un año, aparte de lo que hayan podido descontarnos en la nómina de cada mes. Por ello, es objeto de deseo de los candidatos  pujar por su reducción. En cambio, tratándose del IVA, como nos lo quitan en cada acto de consumo que hacemos, no caemos en la cuenta de que el precio incorpora  el impuesto cuyo tipo de gravamen varía de unos productos a otros, del 4% al 21%, después de haber asegurado por activa y por pasiva  que nunca lo tocarían. Esta promesa fue una de las que dieron al PP la victoria por mayoría absoluta en 2011.
    Creo que es más que posible  que si sumáramos lo que hemos pagado por IVA durante los 365 días del año por la compra  de pan leche, vestido, calzado y gasolina entre otros bienes y lo comparáramos con el ominoso IRPF nos llevaríamos una sorpresa. La rebaja de este impuesto tiene un aspecto socialmente injusto asociado. Cuanto menos contribuyan las clases más acaudaladas, más tendremos que  aportar los demás o el Estado dispondrá de menos recursos para atender los servicios básicos en perjuicio de los más débiles.

lunes, 7 de diciembre de 2015

El rompecabezas de la crisis



    En las medidas anticrisis adoptadas por el Gobierno se asignaron a las comunidades autónomas 11.000 millones de euros que se verán obligadas a recortar en sus presupuestos para contribuir a recortar el déficit. Primero fue la UE la que exigió el ajuste al Ejecutivo y éste le pasó el recado a los gobiernos autonómicos.
    La reacción de estos entes es de lo más sorprendente y variado. Cada uno se propone cumplir el encargo a su manera. La diferencia se registra tanto en materia de ingresos como de gastos. En el primer caso, comunidades gobernadas por el PSOE acuerdan subidas de impuestos, especialmente el IRPF, si bien con criterios desiguales, de modo que mientras en Cataluña consideran ricos a quienes ingresan 120.000 euros, en Baleares la cifra baja a 80.000 y en Extremadura la reducen a 60.000. En las que gobierna el PP se renuncia a tocar los impuestos, y hasta una comunidad, la gallega, después de haberlos recortado, no piensa subirlos tampoco.
    En cuestión de medidas de ahorro es donde se observan las mayores divergencias. Una partida recurrente objeto de las tijeras es la disminución de organismos públicos que con los nombres de empresas públicas, consorcios, fundaciones, entes públicos, etc.  suelen reunir la condición común de su opacidad presupuestaria. Uno se pregunta por qué esa obsesión de crear esos entes al margen de la Administración que propician el descontrol y dan cobijo a sinecuras.
    Otro capítulo de gastos susceptible de recorte afecta al número de consejerías que en el caso de Castilla La Mancha baja de 14 a 7, sin que nadie explique cuantas deben ser para una Administración eficiente. En este orden de innovaciones, es un criterio singular  el de la comunidad de Navarra, la cual  busca  contribuir a crear empleo ofreciendo ayudas a la contratación de servicio doméstico y subvencionando las reparaciones de coches.
    Por los ejemplos expuestos, que son solo una pequeña muestra de las opciones elegidas, no parece que se haya puesto a trabajar la imaginación a tope. Resulta extraño que no se haya puesto el acento en gastos tan improductivos como injustificados cuales son los de la creación y sostenimiento de “embajadas” en Madrid y Bruselas así como en la contratación de asesores cuyas tareas, en buena lógica, deberían ser desempeñadas por funcionarios técnicos a los que se supone cualificados en sus respectivas especialidades.
    Ante tanta diversidad de recetas para curar una patología común, es lamentable la ausencia de criterios objetivos elaborados por consenso en lugar de que cada gobierno autonómico adopte sus medidas sin valorar su eficacia ni sus consecuencias.
    Hoy por hoy, el mapa político dibuja una España dual según que gobierne el PP o el PSOE dando una imagen de un país de taifas como el que gobernó la España musulmana en el siglo XI que propició su decadencia y la supeditación a los reyes cristianos.
    La diversidad de régimen fiscal complica la unidad de mercado y varía la situación de los ciudadanos ante Hacienda según la comunidad donde estén domiciliados. Viene de atrás el régimen especial que disfrutan el País Vasco y Navarra, pero al paso que vamos, lo especial va camino de convertirse en ordinario, sobre todo tras la oleada de nuevos Estatutos, impulsada por el Gobierno del PSOE, que sirve de hecho  para alterar la Constitución sin que haya sido aprobada su reforma. Es lo que se llama empezar la casa por el tejado. El regulador que regule la situación desregulada, buen regulador será.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Alarma terrorista



    Tras los salvajes atentados del 13 de noviembre en París se han desbordado las manifestaciones de dolor por las víctimas y de condena de sus autores que actuaron bajo la dirección del autoproclamado Estado Islámico (EI). Nunca antes había sonado tanto y en tantos lugares la Marsellesa. Francia se sintió fortalecida moralmente por la solidaridad de incontables países. En esos días todos fuimos París, pero también lo somos o deberíamos serlo de otras ciudades que sufrieron el zarpazo del terrorismo. Todas las víctimas eran inocentes y no podemos admitir que haya muertos de primera y de segunda.
    Es preciso recordar que el terrorismo yihadista ha perpetrado una larga serie de masacres sin que hayan tenido un eco mediático similar. Sí, ciertamente, lo tuvieron  el atentado de 2001 en Nueva York, el de los trenes de Madrid en 2003 y el del sistema público de transportes de Londres en 2005. Sin embargo, nada parecido aconteció con respecto a los de Bali en 2002, el de Bombay en 2008, o el de Turquía en el presente año.
    El dispar tratamiento informativo muestra que empleamos dos varas de medir distintas, y que solo nuestras gentes son importantes, por lo que miramos para otro lado cuando la desgracia se ceba en otros pueblos, aun cuando muchos gobiernos no sean ajenos a los hechos.
    Es de esperar que los trágicos sucesos de París tengan consecuencias relevantes. Ante todo, la conjunción de intereses de EE.UU., la UE y Rusia para extirpar el núcleo infeccioso del terrorismo islamista del EI. A continuación habrá que replantear las relaciones de Occidente con Arabia Saudí, un Estado con rasgos que recuerdan la Edad Media, que trata a las mujeres como ciudadanas de tercera, que usa y abusa de la pena de muerte y aplica castigos tan aberrantes como la flagelación, donde los derechos humanos no se respetan en absoluto. Todo ello inspirado en el islamismo más radical llamado wahabismo. Allí se fraguó el terrorismo de Al Qaeda
y recibió los primeros apoyos de armas y dinero el EI. El dinero que le pagamos por el petróleo sirve para financiar el terrorismo yihadista, difundir el wahabismo y edificar mezquitas en los países europeos sin asomo de reciprocidad desde las cuales algunos imanes predican el odio a Occidente.
    Sin este cambio de actitud complaciente con los jeques árabes no bastará con vencer al EI porque surgirán nuevos grupos terroristas político-religiosos como huevos de la serpiente.
    El mundo se enfrenta a nuevas formas de violencia terrorista cuyo objetivo es causar miedo y producir el mayor número de víctimas posible, una situación para la que no estábamos preparados. Vemos que un pequeño grupo es capaz de paralizar una gran ciudad como ocurrió en Bruselas. En esta lucha no vale sacar los tanques a la calle contra un enemigo invisible. Son necesarias otras medidas coadyuvantes más efectivas como cegar las fuentes de financiación y anular o al menos contrarrestar las campañas de las redes sociales para el reclutamiento de adeptos, así como mejorar la eficacia de los servicios de inteligencia coordinados por un organismo especializado de la UE y mejor aun de la ONU. Son armas más útiles que hablar de guerra como ha hecho al presidente de la República francesa, Hollande, si no hay de por medio ejércitos convencionales, y sobre todo, más económicas. Es como quitarle el agua al pez.
    Todo ello no debe llevarnos a olvidar la necesidad de remediar las injusticias sociales que son caldo de cultivo para que la marginación y el desamparo de la sociedad no impulse a algunos jóvenes a buscar una salida desesperada en el terrorismo.