Debemos a los antiguos griegos, como tantas
otras cosas, la invención de la ética como parte de la filosofía. Aunque Platón
alude en varios de sus Diálogos a temas relacionados con la ética, fue
Aristóteles quien estudió y sistematizó los principios de esta ciencia, en su
libro “Etica a Nicómaco”, una de las obras más importantes de este filósofo, en
el que afirma que las personas aspiran a la felicidad, que consiste en vivir
conforme a la virtud. Las virtudes, a su vez, se basan en el dominio de la
parte irracional del alma. El principio fundamental que debe inspirar nuestros
actos es no hacer a los demás lo que no querríamos que nos hicieran a nosotros.
En tiempos de la Grecia clásica no existían
muchas de las situaciones y problemas que fueron apareciendo según fue
evolucionando la sociedad a lo largo del tiempo. Para valorarlos y encauzarlos
surgió una nueva rama de la ética relacionada con la vida humana, la bioética.
Su nacimiento es reciente, pues hasta el
nombre fue empleado por primera vez en 1970 por el oncólogo estadounidense Rensselaer van Potter.
La bioética plantea y valora las claves de
la conducta humana bajo claves morales como dignidad de la persona, libertad,
igualdad, solidaridad, tolerancia, empatía. Es, por tanto, el estudio
interdisciplinar de los problemas creados por los avances de la biología y la
medicina, y reflexiona sobre los valores éticos aplicables a la toma de
decisiones ante situaciones o hechos inéditos que cuestionan las opiniones
preexistentes, no solo sobre la vida humana, sino que se extiende a la vida
animal y vegetal.
Sobre campo tan amplio los principios
bioéticos fundamentales se proyectan sobre una compleja lista de problemas de
la que son ejemplos, entre otros, la ingeniería genética, la reproducción
asistida, la clonación terapéutica, el aborto, la eutanasia, la eugenesia, la
paternidad responsable, el control de la natalidad, el suicidio, los
trasplantes de órganos, el tratamiento de los enfermos terminales, la relación
personal sanitario-paciente, la confidencialidad de los datos genéticos, la
maternidad por encargo, la venta de órganos en vida, la donación o venta de
gametos, la elección del sexo de los hijos, la procreación de hijos remedio,
etc.
En la vida cotidiana las cuestiones éticas
pueden ser tan conflictivas que solo admiten solución a través de los jueces,
los cuales terminan por crear jurisprudencia, no siempre concordante. He aquí
algunos casos sacados de la realidad. Si se presenta un embarazo que, de
llevarse a término, pone en grave peligro la vida de la gestante, es preciso
determinar si es prioritaria la vida del feto o de la madre. Otro ejemplo: en
un matrimonio, el marido conserva congelado el esperma por temor a quedarse
estéril a causa de una operación quirúrgica. Poco después fallece de un
accidente de tráfico, sin descendencia. La viuda pide ser inseminada con el
semen del difunto a lo que se oponen los familiares de aquél. ¿A quién debe
apoyar la ley?
A los problemas éticos presentes hay que
agregar otros que surgirán en adelante porque la ciencia no se detiene, ante
los cuales la opinión pública tendrá que toma r partido, y para consensuar la
decisión más correcta que se adopte, es preciso que le preceda un debate
público, amplio, sereno e informado previo a la promulgación de leyes
normativas que marcarán en adelante el camino a seguir.
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