La igualdad ante la ley de todos los
españoles es uno de los pilares de nuestra Constitución, por lo que conculcarla
sería un atentado contra el ordenamiento jurídico. Sin embargo, la plena y
desnuda realidad muestra cuan frecuente
es su incumplimiento sin que ello suponga consecuencias.
La primera forma de vulneración que viene a
cuento es la de los aforamientos de políticos y jueces, entre otros. En virtud
de este trato desigual, si un aforado es acusado de conducta delictiva, el juez
natural no puede interrogarle, investigarle
ni juzgarle. Tendrá que elevar la causa
al Supremo para que este Tribunal investigue, y en su caso, juzgarle. El número
de personas que gozan de este privilegio se acerca a los 17.000.
Lo más sorprendente es que muchas de las
fuentes de desigualdad son otras tantas leyes de menor rango como lo atestiguan
los ejemplos que citaré a continuación.
Cuando alguien es acusado de un delito grave puede dar con sus huesos en la
cárcel, pero si es económicamente pudiente, puede librarse de ir a prisión
depositando una fianza que exija el juez. Si en el juicio fuera absuelto, no
sufriría ninguna penalización. Si por el contrario, el inculpado careciese de
recursos, habría estado en prisión el
tiempo que se demorase la instrucción del proceso.
Otro caso de discriminación legal proviene
de la distinta valoración entre el autor
de un robo constitutivo de delito si el valor de lo sustraído excede 400 euros,
y el fraude que, para que sea calificado como delito deberá
superar los 120.000 euros. El vulgar ladrón habría perjudicado a un ciudadano en tanto que el defraudador
habrá dañado a toda la ciudadanía. En estos casos adquiere sentido la frase de
Bertolt Brecht “cárcel para el que roba un pan, libertad para el gran ladrón”.
Otro caso de
discriminación. Si usted obtiene una renta
procedente de su sueldo, está obligado a pagar el IRPF con arreglo a la
tarifa correspondiente, que puede llegar a ser la más alta. Pero si su
vecino consigue una base liquidable
igual o superior a la suya, procedente de intereses, alquileres, dividendos y
plusvalías, la tarifa aplicable es muy inferior. El trabajo como virtud queda
devaluado ante el capital. El primero requiere esfuerzo; el segundo puede proceder de herencia, suerte o negocio
más o menos legal.
Cuando un defraudador reconoce sus delitos
contra la Hacienda Pública
que conlleva pena de cárcel, puede eludirla pactando con el fiscal un acuerdo
que le exima de reclusión mediante el pago de una cantidad convenida. Está
reciente el caso de la familia Carceller
que firmó el 8 de setiembre un acuerdo por el que quedó libre de cargos a
cambio de ingresar 92,37 millones de euros.
Fuente de otras muchas formas de
desigualdad tiene su origen en las Comunidades Autónomas. Estas tienen
facultades transferidas para crear o bonificar determinados tributos cuya
efectividad influye tanto en los gastos como en los ingresos, lo que a su vez
condiciona la ejecución de los servicios públicos y las prestaciones sociales.
En cuanto a los impuestos sobre el
patrimonio, transmisiones hereditarias y donaciones, cada comunidad las aplica
a su manera, y algunos, como la de Madrid, han renunciado a su exacción respecto
del patrimonio. Ello da lugar no solo a renunciar a una parte de lo que podría
haber recaudado, sino que se convierten de hecho en paraísos fiscales que
atraen la domiciliación de millonarios en perjuicio de otras comunidades en las
que el gravamen se mantiene.
La menor recaudación influye en el gasto
público que se traduce, por ejemplo en el importe de la Renta Mínima de Inversión
Social, también llamada pensiones no contributivas, así como en las ayudas por
dependencia, de modo que no es lo mismo ser dependiente en una comunidad que en
otra. Igualmente difiere mucho el coste de las matrículas universitarias y
precio de los masters que puede ser el triple de las más bajas.
Las comunidades vasca y navarra, por mor de
sus fueros reconocidos en la
Constitución, administran sus ingresos y gastos y pagan al
Estado una cuota anual negociada entre ambas partes. Este tratamiento
excepcional les confiere indudables
ventajas que las distingue del resto. Gracias a esas ventajas, en ellas, el
gasto social por habitante es de 3.000 euros mientras la media de las demás es
de 2.200.
Como vemos, el precepto constitucional está
lejos de cumplirse. Los casos expuestos son solamente una parte de los que
existen. Comprendo que la justicia perfecta es una utopía en el mundo imperfecto
en que vivimos. No obstante, un Estado de derecho como el que por suerte
tenemos en España tiene el deber de acercarse lo más posible suprimiendo los
privilegios que profundizan la desigualdad y son otras tantas injusticias.
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