Uno de los principios de la justicia social
consiste en lograr la igualdad de oportunidades, esto es, el deber que incumbe
al Estado de promulgar y cumplir normas legales que permitan a cualquier
persona el acceso a puestos de
responsabilidad y relevancia social en función de sus méritos y no en virtud de
otras circunstancias como puede ser la clase social, el amiguismo o
clientelismo.
Para conseguir este objetivo, el
instrumento indispensable es la política educativa que incluye la gratuidad de
los estudios desde la guardería infantil a la Universidad. Esta condición es
necesaria pero insuficiente para que los hijos de familias con pocos recursos
puedan competir con quienes disfrutan de un estatus privilegiado. Complemento
de la gratuidad de la enseñanza primaria
y secundaria ya conseguidas, es la concesión de becas a estudiantes universitarios para el pago de
matrículas a quienes acrediten notas
superiores a la de aprobado. Esta exigencia pone al becario en condiciones de
inferioridad con respecto a quienes puedan iniciar o repetir los cursos independientemente de las notas
que obtengan si sus padres pagan las
tarifas académicas.
Para que la igualdad de oportunidades sea
una realidad efectiva es preciso tener en cuenta que las becas no cubren todos
los gastos que ocasionan los estudios universitarios. Las familias han de
soportar los costes de libros, ordenador portátil y desplazamientos a la Facultad.
El Plan Bolonia, de reciente implantación,
bajó de cinco a cuatro los cursos de la licenciatura, pero a cambio exige la
aprobación de un master de coste elevado que si bien puede ser financiado con
beca, no incluye su título y el de grado que debe abonar el estudiante. Si a
todo ello añadimos que la familia se ve privada
del sueldo que podría aportar si estuviera empleado y que el ambiente
familiar no es el más propicio para despertar la curiosidad intelectual, se comprende
cuantas barreras habrá que superar para que el hijo de un trabajador manual
pueda ascender de clase social.
En tanto las leyes no contemplen el
problema en toda su complejidad, las becas solo estarán al alcance de la clase
media y muchos talentos seguirán malográndose. Una familia cuyos ingresos sean
los del salario mínimo nunca podrán tener un hijo médico por muchos esfuerzos y
sacrificios que hagan él y sus padres. De este modo, la pobreza es la herencia
que los hijos pueden recibir de sus progenitores.
El fracaso de la igualdad de oportunidades
no es más que una de las caras que presenta la desigualdad de salarios y empleo,
producto a su vez de políticas
inequitativas que reparten de manera injusta los beneficios y las cargas de la
actividad económica.
La importancia que los programas
electorales otorguen a la protección social es un dato capital para juzgarlos y
saber a quien favorecen y a quien dejan en el olvido.
Mientras no alcancemos un nivel de vida
general que destierre la pobreza extrema y evite que toda persona por el hecho
de serla carezca de los medios indispensables para vivir con dignidad, habrá
que poner parches y avanzar sin descanso para aminorar las brutales diferencias
de clase que perviven en nuestra sociedad.
Cuando esto ocurra viviremos la auténtica
paz que es obra de la justicia.
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