Todos
disfrutamos con la variedad y belleza de los paisajes que brinda la naturaleza
y nos extasiamos ante las montañas y los valles, los ríos y lagos, lo mismo que
ante las diferentes especies de la fauna y flora que ofrecen a nuestros ojos
los distintos lugares del planeta. Ante la
exhibición de formas, olores y sabores se diría que la naturaleza dispone de un
inmenso catálogo de especies animales y vegetales para presentarse antes
nuestros sentidos con toda su grandiosidad y belleza. Este catálogo se renueva
constantemente al compás del cambio de las estaciones que inspiró a Antonio
Vivaldi su famosa composición “Las cuatro estaciones”.
Si bien admiramos las maravillas naturales
con su multiplicidad de escenarios y deseamos preservarlas de la destrucción
que, desgraciadamente, suele asociarse a la actividad humana, no nos inspira
los mismos sentimientos cuando la variedad física afecta a las criaturas
humanas que entendemos como desigualdad, y por consiguiente, como algo injusto.
Si alguien dijo que la naturaleza es sabia, en este terreno o no está libre de
errores o desconoce la ecuanimidad.
Nos rebelamos contra los efectos de la
desigualdad de las personas que se manifiesta, tanto en materia de fortaleza
física como en las aptitudes intelectuales, y sobre todo cuando la diferencia
comporta minusvalías incapacitantes y no podemos resignarnos al distinto
reparto de dones entre unos y otros.
Las preguntas sobre la razón de esta
discriminación se repiten pero faltan respuestas. ¿Por qué éste posee un
notable talento y aquél tiene pocas luces? ¿Por qué unos vienen al mundo con
todas las de ganar y otros van de perdedores desde el principio?
Esto nos obliga a considerar la naturaleza
como madrastra enemiga y cruel contra la cual tenemos que luchar para
enmendarle la plana y corregir sus decisiones que juzgamos caprichosas. Para
ello nos valemos de la ciencia para revelar sus más recónditos secretos por
medio de la observación y experimentación, y así desarmar sus leyes. La vida humana se concibe como una
lucha permanente contra los dictados y condicionantes del medio en que vivimos,
comenzando por las enfermedades congénitas de forma que se faciliten los
tratamientos curativos o paliativos. La victoria nunca será completa, pero día
a día iremos ganando batallas a fin de que las desigualdades sean menores y
menos irritantes. En esa tarea está embarcada la humanidad desde los albores de
la civilización.
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