Uno de los principales motivos de la
profunda desigualdad social que padecemos en España es la disparidad de las
rentas salariales. El otro proviene de las rentas del capital. Las primeras
muestran variaciones extremas como se expone a continuación.
El salario mínimo interprofesional vigente
está fijado en 645 euros mensuales (y muchos trabajadores, tras la reforma
laboral de 2012, cobran menos de dicha cantidad). Frente a esta realidad los
sueldos más elevados registran una diferencia abismal y pueden sobrepasar los
10 millones de euros anuales como es el caso del que perciben los altos
directivos de las sociedades del Ibex 35. Si se incluyen otros complementos
relacionados con el cargo, la suma se dispara. Sirva de ejemplo Juan María Nin,
exconsejero delegado de Caixabank, antigua Caja de Ahorros y Pensiones, que
tras desempeñar el cargo durante seis meses se embolsó 16,49 millones por todos
los conceptos.
No tengo nada contra la gente que gana
mucho dinero; lo que me subleva es que haya gente que gane tan poco. Y esta
rebeldía aumenta si la tendencia dominante es a agrandar las diferencias como
ahora ocurre. El pasado año los directivos de las empresas del Ibex 35 subieron
sus retribuciones más del 10%, en tanto las de los empleados descendieron el 0,6%.
El origen de la disparidad retributiva
arranca del Estatuto de los Trabajadores, aprobado en 1995 por el Gobierno de
Felipe González que, en su artículo 1º excluye de su regulación al personal de
alta dirección que se rige por el R D. 1382/1985 relativo a los contratos
especiales de trabajo convenidos libremente entre las partes. La libertad de
contratación establece diversas formas de remuneración: sueldo fijo, bonos por
complemento de objetivos, asignación a fondo de pensiones, y fijación de
indemnización, a menudo millonaria, en caso de despido. De hecho, en la
práctica, todo esto da lugar a abusos mil, mírese por donde se mire.
En principio parece lógico que habiendo un
salario mínimo, debería haber también el máximo. Durante la
I República hubo una iniciativa en tal
sentido, pero la propuesta no prosperó; recientemente, en Suiza se intentó
limitar la retribución máxima, mas un referéndum al que son tan aficionados los
suizos, tumbó el proyecto,
Los teóricos del tema admiten que se trata
de algo difícil de delimitar como es calcular la aportación de un directivo a
su empresa, pero de ningún modo lo es aplicar criterios de racionalidad y
equidad para determinar un tope. Un principio a tener en cuenta sería limitar
la remuneración a un número concreto de veces en que el salario máximo podría
contener el mínimo o el sueldo medio de todos los empleados. Hoy por hoy, el
múltiplo varía enormemente de unas empresas a otras. Un reportaje del diario EL
País Negocios del 5 de mayo detalla la retribución de la persona mejor pagada y
la media del conjunto de los empleados en las sociedades que cotizaron en bolsa
en 2014, expresiva de la desigualdad salarial. La cifra máxima de la primera
es, como hemos dicho, 16,49 millones y la media de la misma empresa, 81.383
euros, respectivamente. Hay casos más llamativos como el de Inditex donde los
importes son 9,5 millones y 22.134 euros. En este caso, el presidente ganó 431
veces más que la media de sus empleados. ¿A quién puede parecerle justo el
reparto? Reducir la brecha salarial debería ser uno de los principales
objetivos de la Responsabilidad
Social Corporativa de las empresas. Las autoridades tienen la
palabra.
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