Siempre se ha dicho que la victoria tiene
cien padres mientras que la derrota nace huérfana. Tras el resultado de las
elecciones municipales y autonómicas celebradas el pasado 24 de mayo, cada partido
político de los perdedores busca cualquier intersticio en el que colar algún
detalle que le favorezca: que si fue el partido más votado, que si perdió menos
que sus rivales, que si ganó en las grandes ciudades, que si el porcentaje del
descenso fue inferior al de la convocatoria anterior, etc. etc. Lo que parece meridianamente claro es que el
bipartidismo sufrió un duro ataque aunque no letal y el rechazo de las mayorías
absolutas es manifiesto.
El PSOE, que consiguió 671.000 sufragios menos
que en las elecciones de 2011, se aferra a que se le brinda la oportunidad de
gobernar con pactos en municipios y comunidades autónomas con Ciudadanos o
Podemos, las dos formaciones relativamente triunfadoras. Habrá que esperar a
ver cómo se forman las alianzas y su duración.
El presidente Rajoy, acorde con su carácter
conservador, atribuye el fracaso de su partido a la insuficiente o nula
comunicación de los aciertos de su Gobierno, con lo cual, implícitamente dirige
una grave acusación a sus portavoces y sobre todo contra Mª Dolores de
Cospedal, como secretaria general de organización, siembra la discordia y
promueve la caza de brujas entre los suyos y rehúye toda autocrítica siendo el
máximo responsable, y olvida los alardes
de soberbia que caracterizaron su política, como aprobar leyes con los únicos votos
de su partido, tales como la
LOMCE o la de seguridad ciudadana llamada por la oposición ley
mordaza. Ante estos gestos de arrogancia y tamaños desplantes a la oposición
nadie puede sorprenderse de que
desalojarle del poder fuese objetivo
común de diversos partidos.
Su política partidista le impide comprender
la intención de voto de colectivos como los siguientes:
-
Los cinco
millones de parados, en los que se incluye el 52% de los jóvenes
-
Las familias
desahuciadas
-
Los 13 millones
de personas en riesgo de pobreza
-
Parados de larga
duración que se encuentran sin ingresos al haber agotado las prestaciones de
desempleo.
-
Estudiantes que
no pudieron continuar sus estudios porque no se les renovaron las becas.
-
Investigadores
que perdieron su puesto de trabajo
-
Jóvenes que
tuvieron que buscarse la vida en la emigración
-
Profesores y sanitarios que quedaron en paro por los recortes de estos servicios básicos
-
Artistas que
se quedaron sin actividad por culpa del elevado IVA
La
argumentación del Rajoy, inane y simplista, implica un desconocimiento de la
apurada situación que sufren muchos ciudadanos y su ignorancia y desprecio de
la capacidad de discernimiento de la gente entre palabras y hechos. Ni la mejor
técnica de comunicación ni el máximo despliegue propagandístico podría hacer
olvidar los efectos de las medidas que su Gobierno descargó sobre las espaldas
de los más débiles, en tanto los más acaudalados vieron aumentada su fortuna.
Ante esta
realidad, lo extraño es que el PP haya cosechado la cantidad de votos que
obtuvo. Tal vez provengan en buena parte de personas que sucumbieron a la
estrategia del miedo (o nosotros o el caos), convencidas de que “se hizo lo que
había que hacer”; de quienes, por pura rutina, son de hecho votantes cautivos,
y por supuesto, de quienes ven en el partido el defensor de sus privilegios.
La victoria
electoral de formaciones nuevas, con líderes jóvenes, hace abrigar la esperanza
de que se inicie un cambio inédito que comience por devolver la decencia a la
política, tan desprestigiada ella, como prometió la candidata de Ahora Madrid,
Manuela Carmena. La semilla ya cayó en la besana; ahora solo cabe desear y
confiar que la decepción no forme parte de la cosecha.
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