El año en curso comienza con una serie de acontecimientos de carácter económico favorables para el PP y para el gobierno presidido por Rajoy que pueden salvar la legislatura y aspirar a presidir la siguiente, y todo sin mérito destacado por su parte. El salvavidas se lo proporcionó en un año de elecciones el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.
El arma del BCE fue el acuerdo de comprar deuda pública y privada por importe de 60.000 millones de euros cada mes hasta septiembre de 2016, venciendo la tenaz resistencia de Alemania, temerosa de todo lo que pueda suponer el menor riesgo de inflación o de asumir deudas ajenas.
Lo que se pretende es la salida de la deflación en que se encuentra la Eurozona y depreciar la cotización del euro coincidiendo con la espectacular bajada del precio del petróleo que en contados meses pasó de 110 dólares el barril a 50 o menos.
Con estas medidas se espera entrar en un círculo virtuoso en que unos factores impulsan a otros: aumentan las exportaciones, bajan los tipos de interés a tasas tan reducidas como no se habían conocido antes, esto a su vez redundará en crecimiento de la actividad económica y mejorará el turismo, y como consecuencia, disminuirá el paro y aumentará la capacidad adquisitiva de los consumidores que se traducirá en la aceleración de la demanda. Al mismo tiempo, la fuerte minoración del riesgo país exigirá un menor desembolso por intereses de la deuda con el consiguiente ahorro que facilitará mayores disponibilidades para inversiones que se sumarán al plan Juncker de 300.000 millones de euros en la zona euro.
No está sin embargo totalmente despejado el horizonte para cantar victoria. Hay muchos imponderables que pueden torcer el curso de los acontecimientos y romper en el camino el cántaro de la lechera.
Está por verse la duración del desplome del crudo y si la banca atenderá la demanda de crédito que le presenten las empresas. No se olvide que parte del turismo podría desviarse a otros destinos ahora abandonados por razones de seguridad como el norte de África, y las llegadas de Rusia serán menores por la depreciación del rublo. El futuro de Grecia tras la victoria electoral de Syriza en su relación con la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional es otro riesgo y una incógnita sin despejar, como lo es también la crisis de Ucrania y las relaciones de Occidente con Rusia A todo hay que añadir el estancamiento económico de la zona euro donde están nuestros mayores clientes que verán restringidas sus compras.
Por último no cabe descartar la influencia que ejercerá sobre la economía y la política el nutrido mapa electoral que registra cuatro convocatorias. La primera es la de la Comunidad Andaluza el 22 de marzo y a continuación las municipales el 24 de mayo, el 27 de septiembre las catalanas y en noviembre, pendiente de fijar la fecha, las generales. Las encuestas dan por finiquitado el bipartidismo, lo que puede deparar sorpresas con la irrupción de nuevos protagonistas como son los partidos Podemos y Ciudadanos.
En cuanto al PP lo fía todo a la recuperación de la economía y a la siembra de miedo a Podemos. Está por verse la eventual actuación del extesorero Luis Bárcenas y una sentencia judicial del caso Gürtel antes de la cita electoral. Otro tanto puede decirse de la capacidad del electorado de olvidar los sufrimientos pasados y presentes causados por políticas antisociales del Gobierno y por los numerosos casos de corrupción que le atañen.
No es fácil pasar página a las promesas incumplidas y la política de recortes en servicios esenciales ni al orden de prioridades con que se ejecutaron. La reforma laboral se acometió en el primer año de gobierno porque urgía apretar las clavijas a los trabajadores y para elaborar la reforma fiscal se tardó tres años precedida de una ley de amnistía para que los defraudadores tuvieran tiempo de legalizar sus capitales.
Por lo que se refiere al PSOE, no sale del foso en que la sumió la nefasta política de Zapatero y sin que su nuevo secretario general consiga un espacio que le distinga de su principal antagonista. El gobierno que salga de las elecciones tendrá por delante la tarea hercúlea de lograr una mejora sustancial de los tres mayores problemas que España tiene planteados: el desempleo, la deuda exterior y el déficit presupuestario.
En resumen, estamos ante un año lleno de novedades que pueden trastocar el panorama político no solo de España sino también de la UE para bien o para consolidar la decadencia del Viejo Continente, abrumado por el cansancio y la insolidaridad identitaria a contracorriente de la imparable globalización.
El arma del BCE fue el acuerdo de comprar deuda pública y privada por importe de 60.000 millones de euros cada mes hasta septiembre de 2016, venciendo la tenaz resistencia de Alemania, temerosa de todo lo que pueda suponer el menor riesgo de inflación o de asumir deudas ajenas.
Lo que se pretende es la salida de la deflación en que se encuentra la Eurozona y depreciar la cotización del euro coincidiendo con la espectacular bajada del precio del petróleo que en contados meses pasó de 110 dólares el barril a 50 o menos.
Con estas medidas se espera entrar en un círculo virtuoso en que unos factores impulsan a otros: aumentan las exportaciones, bajan los tipos de interés a tasas tan reducidas como no se habían conocido antes, esto a su vez redundará en crecimiento de la actividad económica y mejorará el turismo, y como consecuencia, disminuirá el paro y aumentará la capacidad adquisitiva de los consumidores que se traducirá en la aceleración de la demanda. Al mismo tiempo, la fuerte minoración del riesgo país exigirá un menor desembolso por intereses de la deuda con el consiguiente ahorro que facilitará mayores disponibilidades para inversiones que se sumarán al plan Juncker de 300.000 millones de euros en la zona euro.
No está sin embargo totalmente despejado el horizonte para cantar victoria. Hay muchos imponderables que pueden torcer el curso de los acontecimientos y romper en el camino el cántaro de la lechera.
Está por verse la duración del desplome del crudo y si la banca atenderá la demanda de crédito que le presenten las empresas. No se olvide que parte del turismo podría desviarse a otros destinos ahora abandonados por razones de seguridad como el norte de África, y las llegadas de Rusia serán menores por la depreciación del rublo. El futuro de Grecia tras la victoria electoral de Syriza en su relación con la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional es otro riesgo y una incógnita sin despejar, como lo es también la crisis de Ucrania y las relaciones de Occidente con Rusia A todo hay que añadir el estancamiento económico de la zona euro donde están nuestros mayores clientes que verán restringidas sus compras.
Por último no cabe descartar la influencia que ejercerá sobre la economía y la política el nutrido mapa electoral que registra cuatro convocatorias. La primera es la de la Comunidad Andaluza el 22 de marzo y a continuación las municipales el 24 de mayo, el 27 de septiembre las catalanas y en noviembre, pendiente de fijar la fecha, las generales. Las encuestas dan por finiquitado el bipartidismo, lo que puede deparar sorpresas con la irrupción de nuevos protagonistas como son los partidos Podemos y Ciudadanos.
En cuanto al PP lo fía todo a la recuperación de la economía y a la siembra de miedo a Podemos. Está por verse la eventual actuación del extesorero Luis Bárcenas y una sentencia judicial del caso Gürtel antes de la cita electoral. Otro tanto puede decirse de la capacidad del electorado de olvidar los sufrimientos pasados y presentes causados por políticas antisociales del Gobierno y por los numerosos casos de corrupción que le atañen.
No es fácil pasar página a las promesas incumplidas y la política de recortes en servicios esenciales ni al orden de prioridades con que se ejecutaron. La reforma laboral se acometió en el primer año de gobierno porque urgía apretar las clavijas a los trabajadores y para elaborar la reforma fiscal se tardó tres años precedida de una ley de amnistía para que los defraudadores tuvieran tiempo de legalizar sus capitales.
Por lo que se refiere al PSOE, no sale del foso en que la sumió la nefasta política de Zapatero y sin que su nuevo secretario general consiga un espacio que le distinga de su principal antagonista. El gobierno que salga de las elecciones tendrá por delante la tarea hercúlea de lograr una mejora sustancial de los tres mayores problemas que España tiene planteados: el desempleo, la deuda exterior y el déficit presupuestario.
En resumen, estamos ante un año lleno de novedades que pueden trastocar el panorama político no solo de España sino también de la UE para bien o para consolidar la decadencia del Viejo Continente, abrumado por el cansancio y la insolidaridad identitaria a contracorriente de la imparable globalización.
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