lunes, 14 de diciembre de 2015

Una trampa fiscal



    Cuando entramos en campaña electoral de hoz y coz –que no es sino la prolongación de una interminable precampaña– los candidatos exponen urbi et orbi sus propuestas y ofrecen soluciones a todos los problemas habidos o por haber aunque haya que inventarlos. De la panoplia de mejoras que ofrecen destacan las rebajas de impuestos, a sabiendas de que nadie les va a pedir cuentas de su incumplimiento.
    En materia de rebajas de impuestos se llevan la palma el Partido  Popular y Ciudadanos, los cuales hacen especial hincapié en la tarifa del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) con mayor incidencia en los tramos más altos, de modo que el actual, que es del 45% pasaría al 43%. Se trata de disminuir la cuota de las mayores rentas con el pretexto de incrementar las inversiones, un supuesto que ni la teoría ni la experiencia avalan. Lo que sí incide es en producir un impacto favorable en los electores afectados y así ganar los comicios, que es en realidad lo que importa para seguir gobernando.
    El IRPF forma parte del grupo de impuestos directos y es la principal fuente de ingresos con que cuenta Hacienda en su recaudación. Como su nombre indica, grava las rentas percibidas por el contribuyente, de modo que paga más quien más gana. Como el control de la base tributaria es más fácil a través de las nóminas, las rentas del trabajo son las que soportan el 80% de la recaudación. Las procedentes del capital (alquileres, intereses, dividendos y plusvalías) además de ser más escurridizas ante el fisco, gozan de un tratamiento fiscal más benévolo.
    Los impuestos individuales basados en el consumo no distinguen si el contribuyente tiene muchos o pocos ingresos, de forma que lo paga por igual quien compra un Mercedes que quien adquiere una entrada de cine. Si los políticos quisieran ser fieles a los principios de justicia social que pregonan, tendrían que rebajar –y a medio plazo suprimir– el IVA, el más inequitativo del sistema tributario. Y aquí viene la trampa a que alude el título de este artículo, en la que caemos con frecuencia inadvertidamente. Ocurre que mucha gente denosta el IRPF porque nos saca del bolsillo una cantidad considerable de una sola vez sobre el salario que hemos ganado con nuestro trabajo durante un año, aparte de lo que hayan podido descontarnos en la nómina de cada mes. Por ello, es objeto de deseo de los candidatos  pujar por su reducción. En cambio, tratándose del IVA, como nos lo quitan en cada acto de consumo que hacemos, no caemos en la cuenta de que el precio incorpora  el impuesto cuyo tipo de gravamen varía de unos productos a otros, del 4% al 21%, después de haber asegurado por activa y por pasiva  que nunca lo tocarían. Esta promesa fue una de las que dieron al PP la victoria por mayoría absoluta en 2011.
    Creo que es más que posible  que si sumáramos lo que hemos pagado por IVA durante los 365 días del año por la compra  de pan leche, vestido, calzado y gasolina entre otros bienes y lo comparáramos con el ominoso IRPF nos llevaríamos una sorpresa. La rebaja de este impuesto tiene un aspecto socialmente injusto asociado. Cuanto menos contribuyan las clases más acaudaladas, más tendremos que  aportar los demás o el Estado dispondrá de menos recursos para atender los servicios básicos en perjuicio de los más débiles.

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