Los cambios sociales que hemos vivido y los que se sucederán
a medio plazo nos conducen a una situación inédita que va en camino de dividir
el ciclo vital de los europeos en tres etapas sucesivas de unos treinta años
cada una, a la manera en que se representa una obra teatral, en tres actos: uno
de formación, otro de producción, y un tercero de jubilación o descanso. La
primera hace referencia a la infancia, adolescencia y juventud, la segunda a los
adultos, y la última a los ancianos.
Por un lado, el alargamiento de la
enseñanza obligatoria seguida de la universitaria o formación profesional, incluidos
“masters” de especialización, colocan al educando en los 30 años de edad. Sería
el límite temporal para iniciar la etapa siguiente, la productiva, una vez
salvadas las dificultades actuales como secuelas de la crisis, que es de
esperar disminuyan, para acceder al primer empleo. Por las razones que expondré
a continuación, este tiempo podría durar otros treinta años. La escasez relativa
de trabajo en relación con la demanda y el crecimiento de la productividad,
abonan la tendencia a adelantar la edad de jubilación a los sesenta años, con
lo que la ocupación laboral retribuida duraría alrededor de tres décadas. No
ignoro que la tendencia reinante apunta a la prolongación de la vida laboral
para sostener el sistema público de pensiones, pero esta contradicción de
intereses habrá de resolverse cambiando la financiación actual que intuyo
tendrá que ser mediante aportación del Estado, procedente de impuestos.
Seguidamente se iniciaría la tercera y
última fase de la vida, que podría alargarse otros treinta años. Ello
representaría una esperanza de vida al nacer de 90 años, lo cual no tardaría mucho
en alcanzarse partiendo de los 82 en que está situada ahora. Recordemos que el
dato era de 45 años al comienzo del siglo XX.
El cumplimiento de estas expectativas implica
diversas transformaciones de muchas costumbres y formas de vida. El plazo podría
establecerse en torno a 2050.
Con la perspectiva actual, los tres
períodos del recorrido vital comportan problemas específicos de gran calado que
el tiempo se encargará de solucionar si es que la historia, maestra de la vida,
corrige las imperfecciones y carencias del presente y del pasado.
La fase formativa tiene una finalidad
concreta que es la preparación para ejercer con éxito la función productiva. Su
duración tiene el inconveniente de retrasar la emancipación, que a su vez implica
posponer el matrimonio y el nacimiento de los hijos, con clara repercusión en
la disminución de la natalidad y el envejecimiento de la población.
Por su parte, la fase de descanso también ocasiona
situaciones insatisfactorias, partiendo de que la transición de la plena
actividad al ocio forzoso se produce sin solución de continuidad, sin que medie
una preparación previa ni opción a una ocupación alternativa, lo que convierte
en viejos por decreto a personas en plenitud de facultades y con el deseo de
retornar a la sociedad una parte de lo que han recibido de ella en el largo
plazo que les resta de vida.
En tanto la sociedad no encuentre la
fórmula de subsanar sus deficiencias se mantendrá un doble perjuicio. Para el
jubilado, el sentimiento de marginación, y para la colectividad la privación de
aportaciones valiosas para el bienestar general tanto económico como cultural.
Hoy por hoy a los mayores les queda la
posibilidad del voluntariado, pero sería deseable una mayor integración en el
tejido social que les otorgue más protagonismo, acorde con sus deseos y
aptitudes, en lugar de ser un peso muerto y verse relegados a la condición de
simples consumidores.
La superación de las contradicciones
sociales que presenta la mayor longevidad es un desafío para el futuro que
pondrá a prueba la capacidad de innovación y creatividad para transformar la
sociedad, haciéndola más justa, más participativa y más solidaria.
1 comentario:
Estupendo blog que habrá que seguir.
Y esta reflexión es muy interesante, haciéndonos recordar que ya la antigua sabiduría oriental preconizaba una división de la vida en etapas entre las cuales las últimas no eran menos importantes, sino probablemente las más significativas.
Villanueva.
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