Uno de los temas más repetidos
por la mayoría de los políticos –por no decir todos- es el de la regeneración
de la política. La piden, la ofrecen, la proponen y hasta exigen que se cumpla.
No está mal para empezar, ya que ello implica reconocer que su actividad está
desprestigiada y necesitada, por tanto de saneamiento. Esta opinión coincide con
la percepción de los ciudadanos según reflejan las encuestas del CIS que
consideran a la clase política como uno de los grandes problemas nacionales.
Si los protagonistas quisieran
expresarse con un mínimo de coherencia tendrían que corregir la dirección de
los tiros y esforzarse por mirar a su propio partido, corregir las deficiencias
de que adolecen sin excepción, y promover el cambio de actitud por medio de
disposiciones que incluyan, entre otras, las siguientes medidas:
a) Democratización interna, comenzando por la selección de
sus líderes en elecciones primarias como fórmula de participación de la
militancia.
b) Financiación, dando publicidad a los donativos y
donantes recibidos y sometiendo a las mismas reglas de limitación, publicidad y
transparencia a sus fundaciones, que actúan a modo de tapaderas de ingresos
irregulares y terminan en las cajas de los respectivos partidos.
c)
Renuncia a los aforamientos, en el supuesto de que les
asistiera el derecho por ley.
d)
Limitación a dos mandatos para impulsar la renovación
generacional y evitar que la política se convierta en una carrera profesional.
e)
Prohibición estatutaria de que una persona ostente
simultáneamente más de un cargo público.
f) Supresión de cualquier privilegio fiscal, y jubilación,
sometiéndose a las normas del sistema público de pensiones.
g)
Eliminación por ley del transfuguismo.
h) Reducción drástica del número de asesores que suelen
ser subterfugios para emplear a familiares y amigos.
i) Modificación de la ley de indulto de 1907, a fin de que no sea
aplicables a condenados corruptos.
j) Normas restrictivas para servirse de puertas
giratorias, sobre todo si se trata de entrar al servicio de empresas con las que hubieran tenido relación
por su cargo en el gobierno.
k) Prohibición de que los políticos reciban regalos, tanto
en especie como en metálico.
Si se quiere
dar brillo y esplendor al noble arte de la política y conseguir así su
moralización, los pasos que hay que dar son bien conocidos. Solo hay que
aplicar los criterios de honestidad y honradez, así como acompañar sus
decisiones de publicidad y transparencias.
Comentando
esta cuestión con un político en activo me hizo una pregunta que me sumió en la
duda. ¿Crees que es posible la regeneración política sin que la sociedad
experimente ningún cambio de actitud? La respuesta la tenemos todos. Está en el
viento, como diría Bob Dylan.
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