La división que
sigue vigente en el universo político tiene su origen en la Revolución Francesa
de 1789. En las asambleas los grupos afines se sentaban juntos a derecha e
izquierda de la presidencia. Los más reivindicativos a la izquierda y los más
conservadores a la diestra.
Con el paso del
tiempo (han transcurrido 328 años) los perfiles de ambas formaciones se han
difuminado, y esto explica que algunos políticos, sobre todo de signo
conservador, sostengan que han desaparecido las diferencias. Curiosamente, un
partido tan nuevo y rompedor como Podemos sostiene que no es de izquierda ni de
derechas por boca de su presidente.
Frente a esta
opinión reductiva, la visión global que una y otra tienen del hombre y de las
relaciones sociales siguen siendo diametralmente opuestas. Se trata de un mundo
bipolar. La ideología de progreso que se identifica con la izquierda se basa en
la trilogía de principios que la
Revolución consagró: libertad, igualdad y fraternidad La
posición de la derecha, fiel a sus principios, es de mantener el orden establecido
y las relaciones sociales por injustas que sean, lo que equivale a la
imposición de la voluntad del más fuerte, atenerse a las leyes del mercado que
actúan contra las clases más desfavorecidas y atender a los necesitados como
obras de caridad y no como obligaciones de justicia social. Considera la vida
como un ejercicio permanente de sálvese quien pueda.
La izquierda, por su
parte considera que es preciso transformar el mundo, liberándolo de las
excesivas desigualdades, impedir el abuso de los poderosos y respetar la
igualdad ante la ley.
Es indudable que
muchas de estas ideas han sido asumidas por los conservadores. Bastaría
recordar cuestiones tan relevantes como la igualdad de hombre y mujer, la
existencia de un sistema de seguridad social, el carácter tuitivo del Derecho
del trabajo y la aceptación de los derechos fundamentales del individuo.
Tampoco la izquierda representada por el socialismo y la socialdemocracia han
salido sin dejar pelos en la gatera. Se olvidó de la lucha de clases y
reconoció el sistema de mercado libre como norma reguladora de la actividad
económica.
A pesar de esa aproximación mutua sigue
habiendo cuestiones trascendentales en que los respectivos puntos de vista
difieren sustancialmente. Tenemos, por ejemplo, la existencia de armamento
nuclear y la generación de energía eléctrica del mismo origen. La condena de la
primera es lógica dado su potencia destructora que es el posicionamiento de la
izquierda, pero no puede hacerse extensiva sin más a la producción energética, al
menos en tanto las alternativas puedan dar respuesta a la creciente demanda de
energía.
Las diferencias notables que podemos observar
se dan en el enfoque de los riesgos que acechan al medio ambiente y la
intensidad y forma de combatirlos. La posición activa de la izquierda es
compartida con poco empeño por los conservadores.
Un tercer supuesto nos lo ofrecen los
principios que deben inspirar las relaciones Norte-Sur en las cuales subyacen como
alternativa los principios que deben inspirar las relaciones en base a la
cooperación en términos de igualdad en beneficio mutuo.
Un componente esencial de los problemas que
más preocupan es el que mana de la misma fuente: el progreso
científico-técnico. Por ello, un criterio diferenciador, un distintivo de ambas
ideologías será el concepto que cada una
tenga de la técnica como motor de la historia, partiendo de que el ansia
insaciable de conocimiento y su efecto lógico: la ciencia, es insito de la naturaleza
humana.
Cada vez con más frecuencia, los progresos de
la ciencia plantean problemas morales. La primera controversia se inició con la
práctica de la fecundación artificial o asistida, pero a partir de ahí
surgieron nuevos desacuerdos. La posición progresista es proclive y contraria
al punto de vista conservador, influido este por creencias religiosas. La
primera controversia se inició con la fecundación artificial o asistida, pero a
partir de ahí siguieron la ingeniería genética, la obtención y aplicación de
las células madre y, como temas defendidos por unos y rechazados por otros tenemos
el aborto y la eutanasia. La serie de nuevas aplicaciones de esta técnica no dejan
de crecer y de su estudio se ocupan diversas comisiones de bioética en las que
no es fácil el consenso, de lo que es ejemplo en estos días la discusión sobre
la maternidad subrogada o empleo de vientres de alquiler.
Se necesitará tiempo para depurar las
posiciones antagónicas y establecer criterios acordes con principios esenciales
de ética social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario