Cuando Escipión el Africano derrotó en la
batalla de Zama en 202 a.C.
a Aníbal y su ejército cartaginés, Roma se quedó sin enemigo que pudiera disputarle la supremacía. En
adelante podría expandirse sin que ningún pueblo se enfrentarse a su poderío. Fue el “imperio mundi” del que mejor conocemos su
historia. Su declive y posterior caída se atribuyen a diversas causas sobre las
cuales los historiadores no se ponen de acuerdo.
Una situación de tal hegemonía mundial
tardaría muchos siglos en repetirse, hasta 1945, cuando Estados Unidos fue el
principal beneficiario de la Segunda Guerra
Mundial, no solo por haber contribuido decisivamente a la derrota final de Alemania y Japón sino porque
el resto de los vencedores (Unión
Soviética, China, Gran Bretaña y Francia) habían quedado exhaustos, en tanto
que Norteamérica tenía su economía
intacta y producía el 45% del PIB mundial. Poseía, además, en exclusiva la bomba
atómica, cuyo empleo en Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto,
respectivamente determinó la rendición incondicional de Japón y el fin de la
contienda.
Parece indudable que Washington estuvo
entonces en condiciones de imponer un nuevo orden mundial que podía haber cambiado
el curso de la historia. No sabemos a
ciencia cierta si existió ese propósito, pero lo cierto es que los
acontecimientos discurrieron en otra
dirección.
En un gesto que cabe calificar de
altruista, dio vida a la
Organización de Naciones Unidas con la firma de la Carta de San Francisco en 1945, a la que confió la
preservación de la paz. El gobierno de la ONU se atribuyó al Consejo de Seguridad,
compuesto por quince representantes de Estados miembros. Estados Unidos se
avino a compartir a compartir el núcleo de poder con la URSS, China, Francia y
Gran Bretaña como miembros permanentes con derecho a veto. A la larga, este
privilegio sería fatal para el cumplimiento de los fines asignados a la Organización.
El monopolio atómico tocó a su fin con la
primera prueba de su bomba llevada a cabo por la Unión Soviética en 1948. La
desconfianza mutua entre esta potencia y Occidente, o si se prefiere, entre
comunismo y capitalismo, dio origen a la guerra fría que duraría cuarenta años
sin que se produjera la ruptura de hostilidades.
El desenlace de la guerra fría se
decantaría a favor de Estados Unidos, y en 1991 la URSS se desintegró para dar
paso de nuevo a Rusia, debilitada y reducida a su primitivo territorio tras la
independencia de Ucrania, Bielorrusia, los países bálticos y las repúblicas
caucásicas y centroasiáticas.
En ese momento volvió a repetirse la
situación de 1945, pero solo en parte porque entre tanto, el mundo había
cambiado mucho. EE.UU volvió a ser la mayor superpotencia pero su participación
en el PIB había descendido al 25%, seis
naciones disponían de armamento nuclear y nuevas potencias económicas asomaban en el horizonte
además de Japón, esto es, China, India y la Unión Europea.
El mundo de 2017 es muy distinto del de 1945 y 1991. Nuevas naciones emergen para disputar la primacía
estadounidense. Es el caso de Rusia,
China e India, rivales cualificados en potencia, que aspiran a desempeñar un
papel en el concierto internacional acorde con su población. Los tres poseen
arsenales nucleares. No incluyo a la Unión
Europea porque, si bien es un gigante económico, solo es un
enano político corroído por la desunión y los nacionalismos.
A medida que crezca la importancia de las
tres potencias citadas disminuirá la de EE.UU. Incluso una nación tan
irrelevante desde el punto de vista geoestratégico como Corea del Norte, se
permite desafiarle con el empleo de la bomba
atómica y de misiles intercontinentales, lo que siembra la alarma de Seúl y
Tokio.
Para que una nación pueda ser la número uno
se precisa tener a punto un ejército muy superior al del máximo competidor,
pero también es indispensable disponer de una capacidad económica de primer
nivel. Los ejércitos ganan las batallas pero las guerras las deciden la
economía.
1 comentario:
El "imperio mundi", lo ha obstentado España, en los siglos XV-XVI, por la confianza y apoyo de los Reyes católicos, Isabel y Fernando. Si buscamos un lider económico y politico para presersar la seguridad mundial, siempre estaremos insatisfechos, porque no es viable. EEUU se asoma al liderazgo, para no deja de ser un pais colonizado por España, que nació hace tan sólo 5 siglos; y que tiene mucho que aprender de valores, diplomacia y humanidad. No obstante, en el caso de nuevo presidente, hay algo positivo: por ejemplo, es contrario al aborto y no le interesan las patrañas del cambio climático y los montajes que hay por todo el mundo, de los cuales muchos se enriquecen, como Algore; ahora bien, en lo demás Trump parece un desastre como político.
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