Pasados diez años desde que aparecieron los
primeros signos de la crisis económica mundial que tan duramente golpeó a
nuestro país, es oportuno hacer un somero balance siquiera provisional de los
efectos causados, como si de un huracán se tratase.
En el presente año 2017, el Gobierno del PP
desde 2012 se felicita por la política seguida a la que atribuye la
recuperación de determinadas
macromagnitudes entre las que destaca el crecimiento del PIB que ha vuelto a
niveles de precrisis, la disminución del paro y el crecimiento de las
exportaciones.
A que este resultado fuera posible
contribuyeron diversos factores externos que incidieron favorablemente en la
evolución económica y que poco tienen que ver
con la política ultraliberal del Gobierno. A este respecto es justo
enumerar las decisiones del Banco Central Europeo que condujeron a la
devaluación del euro frente al dólar, lo que impulsó las exportaciones, y la
compra de deuda española que evitó el hundimiento de su cotización y redujo
considerablemente el diferencial con respecto al bono alemán.
A estas decisiones hay que añadir
la caída del precio del petróleo que redujo los costes productivos y mejoró la
competitividad de nuestras exportaciones, la rebaja del tipo de interés que
llegó a ser negativo y disminuyó el coste de la deuda; la inestabilidad
política de varios países mediterráneos que desviaron el turismo hacia España
hasta alcanzar el récord de 75 millones con ingresos superiores al 11% del PIB.
A pesar de estas ayudas indirectas, el
panorama socioeconómico dista mucho de ser
optimista. El paro sigue siendo muy excesivo y superior al de nuestros
socios y es la principal preocupación de los españoles, tanto por su volumen
como por la calidad del empleo creado. Es impropio llamar empleo a la ocupación
por unas horas a la semana aunque en la
realidad se trabajen el doble y se cobre la mitad, temer que la relación
laboral se rompa al terminar la Semana Santa
o al finalizar agosto. En tales condiciones
el salario no permite salir de la pobreza. El empresario, amparado por
la reforma laboral de 2012 le espeta al solicitante si quieres lo tomas y si no
lo dejas, sabiendo que hay otros esperando a la cola.
Hasta la Comisión Europea
que vigila nuestras cuentas se permitió apagar el entusiasmo de nuestro
ministro de Economía, Luis de Guindos.
Después de poner en tela de juicio el
cumplimiento del déficit comprometido y la preocupación por el crecimiento de la
deuda, el 23 de mayo enumeró las deficiencias que acusa la contratación laboral.
Creo que la herencia más negativa que nos
deja la crisis es el ahondamiento de la
desigualdad social que si bien no comenzó con la recesión, es lo cierto
que en los años siguientes se ahondó profundamente hasta ser el país más
desigual de la UE.
Ello es consecuencia de las recetas neoliberales que se implementaron, lo que
supuso descargar los sacrificios sobre
la clase más vulnerable (jóvenes sin estudios ni empleo, parados de larga
duración, pequeños autónomos arruinados, etc.)
Respecto del futuro, los problemas que
esperan solución no son de poca monta, llámense la deuda, que supera el 100% del PIB, agotamiento del
sistema público de pensiones, el alto desempleo, los recortes de I+D+i, el
pacto de la enseñanza, la reforma fiscal, etc. etc. por citar algunos de los
más relevantes.
1 comentario:
Mis felicitaciones por el texto y -últimamente- por las simpáticas imágenes de los encabezamientos. Las tres rocas de la balanza, genial. ¡¡¡Se acerca el gran aniversario de tu nacimiento!!!.
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