viernes, 30 de diciembre de 2016

Un enigma en Washington



No exagero si digo que nunca hasta ahora había despertado tantas expectativas  y temores la llegada de un nuevo inquilino de la Casa Blanca, como la del electo Donald Trump, un tipo estrambótico, al que se le dedican toda clase de calificativos menos el de sensato. Él hizo realidad el sueño americano de que cualquiera puede llegar a ser jefe de Estado. Sus declaraciones a través de Twitter antes de tomar posesión –está previsto que lo haga el 20 de enero próximo- han sembrado de inquietudes a las cancillerías de medio mundo, pues no en vano se trata del mandatario de la primera potencia mundial.
    Tampoco la selección que ha hecho de sus colaboradores más próximos como miembros de su gabinete –un club de millonarios extremistas como él, sin experiencia en las áreas que van a dirigir- avalan el optimismo. Es como si se anunciase la entrada de un elefante en una cacharrería. Trump ha proferido tantas  amenazas y advertencias conminatorias, que uno se pregunta si algún Estado se ha quedado libre de ellas.
    Empezando por sus vecinos, insultó a México y le advirtió que expulsaría a once millones de inmigrantes irregulares y que construirá un muro fronterizo que pagarán los mexicanos. A Canadá, que propondrá la renegociación del Tratado de Libre comercio.
    Si proyectamos nuestra mirada sobre el Pacífico, la amenaza la dirigió a China a la que anunció que reducirá las importaciones y que restringirá el comercio internacional, cuestión que afectará también a Japón, Corea del Sur y Vietnam, entre otros países. Ello significaría una política totalmente opuesta a la de su predecesor, volcado en mejorar las relaciones con los Gobiernos de   ese continente. Trump hizo hincapié en que no mantendrá  el actual no reconocimiento de Taiwán como Estado independiente. Ello constituye una línea roja para China que considera la  isla como una provincia rebelde. Y una temeridad al no tener en cuenta que Pekín es el mayor inversor en bonos de Estados Unidos.
    Y nos trasladamos a Europa. Aquí la advertencia va dirigida a los socios europeos de la OTAN, a los que exigirá una mayor participación en los gastos de la Alianza. La acogida no puede ser más fría  y reticente a causa de los problemas ocasionados por la crisis económica que se traducen en un  crecimiento anémico, el rechazo popular al aumento del presupuesto de Defensa y recortes drásticos en prestaciones sociales.
    La única nación a la que ofreció un ramo de olivo fue Rusia y su presidente Wladimir Putin el cual le correspondió con una cálida felicitación por su victoria electoral. Sin embargo, el líder ruso no debe sentirse muy confiado a juzgar por sus palabras en una reunión de la cúpula militar: “Rusia es más fuerte que cualquier agresor” y añadió que “el potencial de combate de las fuerzas nucleares estratégicas se ha reforzado,  sobre todo con equipos de misiles que superan de forma garantizada los sistemas de defensa antimisiles existentes y los que puedan existir en perspectiva”. El último párrafo sin duda trata de avisar a Washington en relación a su proyectada “guerra de las galaxias” en la que ya han  invertido  cuantiosos recursos con resultados poco satisfactorios. Los planes de ambas potencias hacen temer incluso una reanudación de la guerra fría.
    En resumen, si el presidente electo convirtiera en hechos sus baladronadas, su país cosecharía nuevos enemigos y perdería muchos de sus amigos o aliados, lo que es la antítesis de lo que los pueblos esperan de sus gobernantes. Si lo que conocemos como el “establishment” y los contrapoderes  no consiguen hacer entrar en razón a Trump, su llegada a la Casa Blanca podría ser el anuncio de inquietantes acontecimientos. Que Dios nos coja confesados, como se decía en tiempos pasados.

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