lunes, 12 de diciembre de 2016

Derechos humanos



    Tal día como hoy -10 de diciembre de 2016- se cumplen 68 años  de la solemne proclamación por la Asamblea de Naciones Unidas de la Declaración Universal de Derechos Humanos; un documento que fue  llamado la Carta Magna de la Humanidad.
    Sus antecedentes son muy antiguos, pero los más directos comienzan con la declaración de independencia de Estados Unidos en 1776 y la de derechos del hombre y del ciudadano promulgada por la Revolución Francesa el 26 de agosto de 1789.
    Aun cuando la Declaración de 1948 no obliga a los firmantes, muchas constituciones se han inspirado en ella, entre las cuales está la española de 1978, con lo cual forman parte del ordenamiento jurídico.
    El contenido comprende 30 artículos fundamentados en siete considerandos, el primero de los cuales reza así: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo, tienen por base los derechos  iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. Igual de expresivo es el texto del artículo primero: “Todos los seres humanos  nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. En él están expuestos los principios básicos de la Revolución Francesa: igualdad, libertad y fraternidad.
    Los derechos que enuncia la Declaración pueden ser ampliados, y de hecho, con posterioridad, la ONU ha aprobado nuevos códigos como la Convención sobre los Derechos del Niño promulgada el 20 de noviembre de 1989, y el mismo organismo internacional habrá de incluir otros como
puede ser el derecho a la privacidad o el de la vivienda y un trabajo dignos. El primero está amenazado por los modernos medios de comunicación y los dos restantes, aun cuando están recogidos en nuestra Carta Magna, no tienen más valor que el una declaración programática sin plasmación en leyes de obligado cumplimiento
    Lamentablemente, los derechos humanos no se cumplen íntegramente en parte alguna, si bien existen notables diferencias en el grado de vigencia entre unos países y otros. En muchos, ni siquiera es conocida la consabida Declaración. A pesar de su carácter universal, mucha gente no es consciente de sus derechos, ni son respetados por las autoridades. La gran mayoría de la población no es sujeto de derecho, y en algunos casos de supuestos paladines, se mantiene la pena capital que atenta contra el primero  y más fundamental de los derechos, el que hace posibles todos los demás.

    Volvamos al escenario más próximo, nuestro país. En él se reconocen y respetan legalmente los derechos proclamados en la Declaración, pero se producen situaciones de desigualdad, pobreza y delincuencia que no se corresponden con el espíritu que inspira aquélla: familias que carecen de ingresos, pobres sin techo, violencia de género, etc., situaciones todas ellas donde están ausentes tanto la libertad como la igualdad y la fraternidad.
    Para que esas injusticias desaparezcan es necesario que la gente conozca el texto aludido y se promuevan leyes “ad hoc” y que en los planes educativos se fomente la lectura y discusión de la Declaración que hoy conmemoramos a fin de que los alumnos se preparen para ser futuros ciudadanos exigentes de sus derechos y cumplidores de sus deberes.
    La Declaración enumera los requisitos mínimos exigibles para que el mundo sea un  lugar más habitable. Lo que no podía es fijar plazos para alcanzar sus objetivos. Ello explica que aparezcan en un horizonte lejano, pero siempre estará ahí como una meta de referencia tan deseable como necesaria.

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