domingo, 18 de diciembre de 2016

Amar a España



    Fernando Trueba, director de cine,  se queja del boicot de su película “Reina de España” y se considera víctima de una especie de inquisición. La situación tiene su origen en unas declaraciones del cineasta el 23 de setiembre de 2015 cuando recogía en San Sebastián  (Donostia)  el Premio Nacional de Cinematografía, en las cuales profirió frases como estas: “Siempre he pensado que en caso de guerra, yo iría siempre con el enemigo. Nunca me he sentido español, ni cinco minutos”.
    No me parece razonable el boicot de una película o cualquier otra obra de arte sin atender a sus valores, y en todo caso, cada cual  obrará según su criterio y conciencia y hasta habrá alguien que decida bajarla de Internet por no aumentar los ingresos del citado director.
    Dicho esto, es innegable que las expresiones del señor Trueba fueron despectivas, impropias y desafortunadas, tanto por el significado de las palabras en sí como por las circunstancias en que se realizaron: pronunciadas mientras recibía un premio de la Administración española semeja un insulto gratuito, como escupir en la mano que le da el pan, y hacerlo en el País Vasco, donde solo las huestes de Bildu, si estuvieran presentes, podrían aplaudirlas. Si la intención que las inspiraba tenía un sentido jocoso, ocasión tuvo de explicarlo en el mismo acto. ¿Cómo esperaba  el autor que fueran interpretadas por los oyentes? Cualquier persona sensata que hable en público debe de prever la reacción de los destinatarios, y al  cineasta en cuestión, por edad, profesión y experiencia, esa capacidad se le supone.
    Ser español o chino no puede ser motivo de orgullo ni culpa, por cuanto nada se ha hecho por conseguirlo. Todos nacemos en algún lugar, pero depende de donde se encuentre la madre en el momento de dar a luz.
    El episodio que ha sido objeto de  este comentario me induce a sacar a colación la actitud de un cierto sector, generalmente joven y tendencia progre para el cual un gesto de  alabanza a la patria o sus símbolos, como el himno nacional o la bandera, bien sea por afinidades nacionalistas, bien sea por considerarlo signo de progresía lo rechazan, como si fuera una moda despotricar contra el país en que vivimos. Para ellos el amor a la patria española es un pecado nefando.
    Por esta inexplicable oposición, si alguien exhibe la bandera española puede atraerse el calificativo de “facha”. Quien esto hace olvida que esa insignia nos representa a todos y que por defenderla y defendernos, muchos han dado su vida para que pudiéramos habitar un país que, pese  a  sus imperfecciones, ha hecho una transición política admirada en el exterior, que vive en democracia y respeta los derechos humanos en medida semejante a cualquier otro con el que pudiera compararse.
    Parece oportuno recordar que en solar hispano nacieron personajes como Velázquez, Goya, Picasso, Falla, Ortega y Gasset, Ramón y Cajal y otros muchos  que engrandecieron su patria y nunca la despreciaron ni negaron su origen, aunque vivieran en el extranjero o quizás por eso mismo, porque a distancia se valora más lo que no se tiene. Cualquier nación tiene aspectos buenos y mejorables, pero además España tiene un valor especial: que es el nuestro.

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