lunes, 7 de noviembre de 2016

Tiempos de cambio



     Evolucionar es una constante del universo y nada puede impedir que así sea. Lo expresó bellamente Antonio  Machado en dos versos del poema  “A orillas del Duero”: Todo se mueve, fluye, discurre o gira / cambian la mar, el monte y el ojo que lo mira. Las distintas épocas han experimentado  transformaciones más o menos radicales, pero la presente tiene la singularidad de que en ella se suceden los cambios con una frecuencia inusitada.
    Estamos inmersos en una revolución social permanente, pacífica y silenciosa que nos depara frecuentes novedades y ha alterado nuestra  forma de vida, sin saber a donde puede llevarnos. La mayor velocidad del ritmo puede datarse alrededor de 1968, sin olvidar que sus fundamentos  arrancan de tiempo atrás, y de manera especial, de la posguerra de 1945.
    Quienes hemos acumulado muchos inviernos  y miramos en derredor, nos asombramos de la cantidad y profundidad  de los cambios sobrevenidos, de modo que al comentarlos con nuestros nietos les parece que hablamos de un mundo inexistente creado por nuestra imaginación. Cuesta creer que otro tanto sentirán ellos sin que pasen muchos años, dado que la velocidad con que se producen será cada vez más acelerada.
    Desde el punto de vista demográfico tenemos una esperanza de vida al nacer que pasó de 35años a principios del siglo pasado a 82 ahora, cifra que  se supera año tras año. La natalidad, que antes fue de 36 nacimientos por cada mil habitantes bajó la tasa a 12. En consecuencia, el crecimiento natural  de la población es negativo sin que ofrezca expectativas de revertir la tendencia, al haber variado las condiciones socioeconómicas. Otro aspecto reseñable es la disminución de la población activa y el crecimiento  del censo urbano, con el despoblamiento de gran parte del territorio. Cambia la estratificación social,  cambia  la densidad y aumenta el tamaño de las ciudades que a su vez originan más problemas urbanos, como el paro inducido por la automatización y la digitalización de la economía, y la seguridad.
    Uno de los signos más evidentes de la evolución social en Occidente es el reconocimiento de los derechos de la mujer a la igualdad con el hombre. En el recorrido se han quemado muchas etapas, pero aun faltan por recorrer otras para llegar a la meta de una auténtica igualdad.
    En el mundo del entretenimiento, las formas varían con frecuencia. El toreo va de capa caída y hoy priman los espectáculos multitudinarios de los que son ejemplo los partidos de fútbol, un deporte inventado por los británicos en el siglo XIX que se ha extendido como una mancha de aceite a numerosos países, y los conciertos de cantantes de moda que reúnen decenas de miles de espectadores, “fans” como ahora se les llama. Marcar goles y editar discos se han revelado como la fórmula mágica para conseguir fama y fortuna en poco tiempo.
    Adivinar el futuro de los movimientos sociales es una tentación que a menudo acomete a quienes analizan las tendencias que muy pocos aciertan debido a la complejidad de los factores que intervienen. La realidad suele desmentir a los que aspiran a ser profetas. Solo hay una predicción que tiene todas las probabilidades de cumplirse: que el mundo seguirá cambiando a velocidad creciente y se agrandará el desfase  entre las generaciones  por insuficiente adaptación  a los nuevos escenarios. Toda una enorme tarea para sociólogos.

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