lunes, 19 de septiembre de 2016
Dotación cultural de Vigo
Si España no figura entre los países más avanzados se lo debe en buena parte a no haber desarrollado el cultivo de la ciencia en similar proporción a otros países punteros como pueden ser Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña e Italia. El fruto de esta tradición se plasma en el exiguo número de premios Nobel de Ciencia conseguidos. Nuestra participación en la nómina de galardonados se reduce a un solo nombre, Santiago Ramón y Cajal, ya que un segundo, Severo Ochoa, si bien nació en Asturias, se forjó y trabajó en Norteamérica y allí obtuvo la nacionalidad. Otro signo de nuestro atraso científico aparece en la escasa inversión en I+D que apenas pasa del 1% del PIB y es inferior a la media de la UE. Lo que nos sitúa a la cola.
Siendo este el panorama general de nuestro país, no es extraño que lo veamos también repetido en Galicia. Lo que sorprende a cualquier observador es el contraste que se da entre las dos principales ciudades de la Comunidad Autónoma. Mientras A Coruña, una ciudad eminentemente administrativa, ha creado varios centros relacionados con la ciencia, Vigo, la ciudad más populosa e industrial, carece de establecimientos docentes de esta clase, lo que constituye una evidente paradoja. Posee, en cambio, una buena dotación museística de arte y otras materias: el museo de Castrelos, el MARCO, el del Mar, el Etnográfico y el Verbum, cuyo interés no se discute, pero adolece de un vacío injustificable en otros aspectos merecedores de atención por parte de las autoridades y de los medios de comunicación.
En una ciudad que aspira a liderar el bienestar y a estar en vanguardia del progreso, no pueden faltar en su equipamiento cultural centros enfocados al conocimiento para estimular y fomentar las vocaciones de los estudiantes a la investigación, porque en el siglo XXI la mayor ventaja competitiva reside en la industria sin chimeneas, es decir, la disponibilidad de personal con formación científica y técnica preparada para utilizar las modernas tecnologías como base para el desarrollo de riqueza y bienestar. No en vano Madrid, Cataluña y el País Vasco disfrutan de mayor nivel de vida y renta per capita junto con universidades que destacan en el conjunto de España.
Para cubrir este objetivo es inaplazable que Vigo preste atención preferente al cultivo del saber científico, dotándose de equipamiento adecuado. En tal sentido se echan en falta entidades como un museo de industria o de la pesca, un planetario, un acuario o un jardín botánico.
La Universidad es la institución más indicada para reivindicar centros de investigación, con lo que contribuiría a su vinculación con la sociedad a la que se debe, y a identificarse con sus aspiraciones y proyectos, huyendo de limitar su papel al de un organismo expendedor de títulos académicos. En esta tarea sería de esperar que contase con el apoyo de las Administraciones locales y autonómicas, secundada por las entidades y organismos representativos, con la implicación de las fuerzas vivas en la consecución de los objetivos.
No he citado anteriormente la creación de un museo de la ciencia porque, con un admirable sentido de la oportunidad digno de encomio, A Coruña se ofreció al Gobierno y fue atendida, para albergar el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, donando al Ministerio de Ciencia e Innovación un edificio emblemático a medio acabar en cuya terminación y adaptación se comprometió a invertir 12 millones de euros. La ciudad herculina redondeó así su papel de referente en el campo del saber. Un logro que como gallegos, aplaudimos.
Sin el menor afán de rivalidad o competencia, Vigo no debe renunciar a compartir su liderazgo industrial con un puesto relevante en el mundo de la ciencia porque ambos se alimentan y potencian mutuamente.
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