La universalidad y gratuidad de la
sanidad pública es un pilar fundamental del Estado de bienestar, y el sistema
sanitario español está considerado como
uno de los mejores del mundo.
En lo que se discrepa, no solo en España,
es el grado de cobertura que debe alcanzar para que la salud de la población se
acerque a la definición que da la Organización Mundial
de Salud (OMS), según la cual, “consiste
en un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente en
la ausencia de afecciones o enfermedades”. Y al mismo tiempo, que sea
económicamente sostenible.
Se abre así un campo expansivo cuya
cobertura integral y gratuita rebasaría
cualquier presupuesto admisible, independientemente de los esfuerzos que se
hicieran para optimizar la gestión, aumentar la productividad de los medios
empleados y abaratar el coste unitario
de las actuaciones. La demanda sanitaria es por su naturaleza ilimitada, en
tanto que los recursos no lo son.
El envejecimiento de la población, el
tratamiento de la dependencia, la aparición de nuevas enfermedades (recuérdese
el sida, la peste aviar, las vacas locas, el Ébola, el zika), el encarecimiento
de las nuevas tecnologías que van surgiendo o medicamentos de alto coste como
el empleado contra la hepatitis B, la rehabilitación de drogodependientes, los
accidentes laborales, son todos factores que impulsan el crecimiento vegetativo
del gasto médico-farmacéutico.
De ahí la necesidad de establecer
principios éticos y criterios básicos
para contener el gasto dentro de límites asumibles. Las restricciones que se
introduzcan en el sistema deberían ir precedidas de un debate amplio, serio y
plural, abierto a los ciudadanos y a las partes implicadas. Un ejemplo sería la
exclusión de los tratamientos odontológicos
o podológicos, así como el copago farmacéutico.
Otro ejemplo sería el trasplante de órganos
en el que podría estar indicado un orden
de prioridades referido a los receptores, bien por razón de edad, situación
familiar, etc.
En España la Organización Nacional
de Trasplantes tiene establecidos criterios al respecto, sin que hayan sido
impugnados, los cuales, junto con la elevada tasa de donaciones, explica que
sea todo un referente mundial.
Otra situación polémica se da en el caso de
los tratamientos médicos exhaustivos que rayan en el encarnizamiento terapéutico
de los enfermos terminales acudiendo a los últimos adelantos de la tecnología,
sea cual sea su coste, lo que suscita polémicas bioéticas en los que se
mezclan cuestiones de tipo religioso como
el temor a la eutanasia.
En determinadas circunstancias surgen
problemas de prioridad en el tratamiento terapéutico cuando concurren circunstancias especiales. Hace
años fue objeto de comentarios
contrapuestos en Gran Bretaña el caso de
un paciente que falleció por no ser operado a tiempo de una afección cardíaca.
A las protestas registradas, la conducta de los médicos fue justificada por sus
colegas aduciendo que el enfermo era fumador,
y si no abandonaba el tabaco, a lo que se negó, la operación seria
infructuosa, al tiempo que había muchos enfermos en lista de espera.
Si las exclusiones son siempre discutidas y
discutibles, no lo son menos las
prestaciones inclusivas. Una muestra de ello serían las curas de
adelgazamiento, la bulimia y la anorexia, la cirugía estética (exceptuando la
reconstrucción por accidentes o procesos degenerativos), el aborto, la
esterilidad, la impotencia, el cambio de sexo, la fecundación asistida, la
modificación genética de embriones para evitar la transmisión de enfermedades
hereditarias, la elección de sexo de los hijos. Otro tanto podría decirse del
suministro de Viagra y de anticonceptivos.
El destino de los humanos es elegir constantemente
entre lo deseable y lo soportable. Como no se pueden cubrir todas las
necesidades, no hay otra solución que establecer por consenso la selección de la demanda atendible por la
limitada disponibilidad de recursos.
Un tema de discusión es la atención que
debe dedicarse a la medicina
preventiva que podría evitar la
aparición de diversas patologías, como son las campañas de vacunación (que no
siempre son aceptadas por los beneficiarios potenciales). Concretar qué
enfermedades pueden ser prevenibles y organizar las campañas correspondientes
que garanticen el éxito son tareas mejorables cuyo éxito siempre será relativo,
de lo que sería ejemplo la dificultad de llevar al ánimo de los fumadores la
necesidad de vencer su dependencia.
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