Transcurrida la legislatura que
protagonizó el PP entre 2011 y 2015, coincidente con los años más duros de la
crisis, cabe hacer un balance provisional de su gestión desde el punto de vista
político, económico y social, con la mayor objetividad posible.
Es un hecho contrastado que el Gobierno logró revertir la recesión,
mejoró el saldo exterior, creó más de un millón de empleos, bajó el riesgo
país, logró que en 2015 el PIB creciera más de un 3% y es probable que la
tendencia continúe en los dos próximos
años.
Una buena parte de este resultado se debe a
circunstancias externas ajenas a la política nacional que conformaron un
círculo virtuoso para impulsar el crecimiento. El desplome del precio del
petróleo, que constituye el principal capítulo de las importaciones habrá
ahorrado entre 15.000 y 20.000 millones de euros, según declaraciones del
ministro de Economía el 18 de enero. La bajada del tipo de interés por el BCE
redujo el servicio de la deuda y la compra de bonos por el mismo banco apuntaló
las cotizaciones bursátiles y aminoró el riesgo país que a su vez favoreció la
refinanciación de la deuda. Es indudable que ha habido recuperación económica
que no fue acompañada de recuperación social. Las condiciones laborales han
retrocedido varios años, los sueldos se han deprimido, el paro no bajó del 20%,
el doble de la media europea, y los trabajadores se sienten desamparados ante
los empresarios por temor a perder el empleo. La inmensa mayoría de los nuevos
puestos de trabajo son temporales y a tiempo parcial.
En el debe del balance hay que anotar la
duplicación de la deuda pública hasta rozar el 100% del PIB que será una pesada
carga en los presupuestos de muchos años y también el incumplimiento del
déficit a las cifras convenidas.
Después de los recortes en servicios
básicos, la ley de reforma fiscal conservadora o regresiva de 2014 rebajó los
tipos impositivos, pero cuantitativamente favoreció especialmente a los mayores
contribuyentes por rentas del capital. Las rebajas acordadas para 2015 y 2016
en el IRPF, una especie de señuelo para las elecciones generales del 20 de
diciembre ascienden a 9.000 millones de euros, cantidad que, curiosamente,
coincide con la que reclama Bruselas para cumplir el déficit.
La regresividad de la política fiscal, la
reducción del gasto en dependencia, los cuatro millones de parados inscritos
que han sufrido la merma de prestaciones
por desempleo o pérdidas en su totalidad, muestran claramente que la lucha anticrisis la sufrieron de forma
más acusada los trabajadores y las clases medias bajas.
El resultado de tales factores, como no
podía ser otro, fue la profunda brecha social. Ante el injustificable silencio
del Instituto Nacional de Estadística respecto a la distribución personal de la
renta, tenemos que valernos de ONG como Oxfam Intermón y de Cáritas para
conocer la realidad social.
Cáritas elaboró un informe que hizo público
el 19 de enero de 2016 titulado “Una economía al servicio del 1%” en el que se
afirma que los veinte españoles más ricos acumulaban el año anterior tanto como
el 30% de la población más pobre. Como el 30% representa 13.950.000 personas, a
cada uno le corresponden 7.200 euros, que en muchos casos significa la carencia
de toda clase de recursos. Cada uno de los cresos tendría la misma fortuna que
77.000 de sus conciudadanos.
Otro dato que ilustra como el partido conservador
entiende la política es la forma en que legisló. Haciendo uso y abuso de su
mayoría parlamentaria, aprobó una serie de leyes polémicas en solitario con
desprecio de la oposición: reforma laboral, fiscal, educativa, aborto,
seguridad ciudadana. De desafortunada debe calificarse la relación entre el
Gobierno y la Generalitat
de Cataluña por la incapacidad no solo de entendimiento sino incluso de diálogo
entre ambas partes personificadas en Mariana Rajoy y Artur Mas. El segundo,
culpable de su aventurerismo independentista y el primero, responsable de su
inmovilismo y cerrazón. El resultado del enfrentamiento plantea un desafío que habrá
de afrontarlo el nuevo Ejecutivo y cuyo desenlace causará heridas a ambas
partes.
Con los argumentos expuestos es imposible
valorar el saldo como positivo. Así lo debieron entender los más de tres
millones de sus votantes que le negaron su voto el 20-D, en justa reciprocidad
a los oídos sordos que hizo ante las protestas y quejas del resto del
Parlamento.
Si, como parece, los próximos
acontecimientos implican el final de la carrera política de Rajoy, no le
echarán de menos los parados, los empobrecidos, los trabajadores precarios, los
jóvenes emigrados o los que buscan en vano su primer empleo.
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