En las elecciones que se celebraron en Bolivia
el domingo 12 de octubre se apuntó la victoria por tercera vez consecutiva el
presidente Evo Morales, por amplia mayoría, lo que le libró de recurrir a una segunda
vuelta.
Morales, un campesino aborigen, sorprendió
a sus conciudadanos cuando en 2005 triunfó en las urnas. De él no se esperaban
grandes cosas ni que su presidencia fuera de larga duración, a tono con la
historia del país, que ostenta el triste record de golpes de Estado a manos de
espadones militares.
Contra todos los pronósticos, mantuvo la
paz y el orden, gobernó con mesura y acierto, rebajó considerablemente el nivel
de pobreza y nacionalizó el petróleo y la electricidad, ganándose así el apoyo
de la población indígena, que es mayoritaria. Si cumpliera su tercer mandato,
su gobierno habría sido el más longevo desde que se implantó la democracia en
1982.
Morales inició su carrera política como líder
cocalero (defensor de la planta como objeto de consumo popular como
energizante, mas no de la cocaína y el tráfico a que da lugar) hasta
convertirse en ídolo de multitudes.
Bolivia, cuyo nombre proviene del de Simón
Bolívar, el Libertador de América, está poblada por diez millones de
habitantes, formada por descendientes de europeos y por indios de las etnias
aymara, quechua y guaraní. En sus montañas y valles se crían bóvidos de las
especies de llamas, alpacas y vicuñas.
La nación ha sufrido los infortunios de su
historia, empobrecida por la inestabilidad política, la marginación de la
población indígena y el mal gobierno que la convirtieron en la más pobre de
Latinoamérica, después de Haití. Sin embargo, la naturaleza ha sido pródiga y
la ha dotado de inmensas riquezas minerales que, desgraciadamente han sido de
poco provecho del pueblo, al haberse explotado hasta ahora en beneficio ajeno o
a favor de élites extractivas. Primero fue la plata extraída en grandes
cantidades del cerro de Potosí por los españoles. A principios del siglo XX le
tocó el turno al estaño, que hizo millonarias a un reducido número de familias.
Actualmente dispone de grandes reservas de petróleo y gas que fueron
nacionalizadas por el presidente Morales. Gracias a ello la renta del petróleo
pasó de 300 millones de dólares a 6.000 millones y la exportación de gas superó
en 2013 la suma de 6.500 millones. Finalmente ofrece extraordinarias
expectativas la explotación del salar de Uyuni donde se almacenan millones de
toneladas de litio, necesarias para las baterías, indispensables para la
fabricación de automóviles eléctricos.
El país andino limita con Argentina,
Brasil, Paraguay, Perú y Chile, y todos se han apoderado en algún momento de la
mitad de su territorio. De todos los despojos sufridos, la pérdida más dolorosa
fue la del litoral donde se sitúan los puertos de Iquique y Antofagasta, que
dejó a Bolivia sin salida al mar como consecuencia de la guerra que sostuvo y
perdió con Chile en 1879. Fracasadas las gestiones durante 135 años para
recuperar su acceso al océano Pacífico, La Paz presentó una demanda ante el Tribunal
Internacional de La Haya
que se halla en trámite.
Evo Morales forma parte de un grupo de líderes
de origen popular que recientemente han accedido al poder en Latinoamérica, en
sustitución de representantes de las élites militares y económicas que antes
monopolizaron el poder. En Uruguay, José Mugica, un antiguo guerrillero, está a
punto de agotar su mandato presidencial; en Brasil, Dilma Rouseff, que combatió
contra la dictadura, está en la misma situación después de suceder a Ignacio
Lula da Silva, de profesión tornero, que sin embargo cumplió como jefe de
Estado excepcional y liberó de la pobreza a millones de brasileños. En
Venezuela, Hugo Chávez, un militar golpista, se ganó el fervor popular en
repetidas elecciones democráticas. Fallecido en 2014, le sucedió Nicolás
Maduro, un ex conductor de autobús, seguidor de la doctrina bolivariana de su
predecesor.
Estos políticos se declaran
anticolonialistas y antiimperialistas, razón por la cual no son bien vistos por
Estados Unidos. Ojalá que no caigan en la tentación de sucumbir a la a la adicción al poder y pensar que son
indispensables para regir los destinos de su país. Morales declaró que al
terminar su tercer mandato le gustaría abrir un restaurante y en él actuar de
mesero (camarero). Esperemos que mantenga su palabra y devuelva a su patria a
la normalidad de la alternancia política, que es lo que necesita para que salga
del subdesarrollo. Habrá demostrado que para ser un buen estadista y un
demócrata no es necesario contar con dos doctorados pero sí ser honrado y tener
altura de miras para servir a los más vulnerables.
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