lunes, 16 de junio de 2014

Complicada que es la vida



    La noticia tuvo amplia difusión mediática y fue presentada como la primera acción policial contra la compraventa de órganos en España. Se había detenido a cinco personas acusadas de haber mediado en un intento de donación de un trozo de hígado para ser trasplantado a un enfermo hepático –uno de los arrestados– a cambio de una importante suma de dinero. Los cinco podrían haber incurrido en un delito castigado con penas de prisión de seis a doce años, de acuerdo con lo establecido en la última reforma del Código Penal de 2010.
    No seré yo quien discuta la finalidad ética que la ley española defiende al prohibir la compraventa de órganos –permitida en otros países– mas no me niego a reflexionar sobre la complejidad de las cuestiones que se plantean. Es un hecho que el cuerpo humano se compone de órganos únicos (corazón, hígado, bazo, etc.) y de otros duplicados (pulmones, ojos, etc.) y que la vida puede mantenerse con relativa normalidad con uno solo de estos últimos. El organismo también elabora materiales renovables como es el caso de la sangre o el esperma. También se ha descubierto recientemente que el hígado es un órgano vital que, reseccionada una parte, se regenera, por lo que es posible trasplantar una porción que sustituya a otro enfermo, sin que la vida del donante corra peligro, aunque no por ello esté exenta de riesgo.
Se producen con excesiva frecuencia situaciones de personas en estado de extrema pobreza que solo cuentan con su fuerza de trabajo sin que nadie les ofrezca una ocupación. No poseen propiedades ni bienes de clase alguna que ofrecer en venta en el mercado para sobrevivir, tal vez no solamente ellos sino otras personas que de las primeras dependen, como era el caso de inmigrantes irregulares entre los cuales se buscaban posibles donantes. Para ellos no existían opciones entre las que escoger para satisfacer sus necesidades básicas que la sociedad insolidaria en que vivimos no les ofrece. En esta tesitura se explica la aparición de anuncios en Internet con el ofrecimiento de vender un riñón o un pedazo de hígado. Para estos anunciantes la venta de un riñón puede salvar la vida de un enfermo y salir de la angustiosa miseria a la que se ven abocados. Para el hambriento lo más urgente es alimentarse y después filosofar. Los demás podemos condenar tales conductas porque tenemos saciado el apetito. Al fin y al cabo, donante y donatario están defendiendo el derecho a la vida que ampara la Constitución.
    Por otro lado, en tiempos no lejanos estuvo permitida la venta de sangre y en cambio ahora está prohibida y penalizada. El veto legal no se extiende a la venta de esperma o de óvulos, si bien enmascarando el precio pagado como compensación a las molestias que ocasiona la extracción. No es fácil justificar la diferencia entre el comercio de gametos y el de la sangre, tanto más cuanto que España importa plasma. Cuando alguien, por mor de la adversidad se ve forzado a desprenderse de una parte duplicada de su organismo a cambio de una retribución, ¿a quién daña?, ¿a quién perjudica? Mientras se admita que el dinero es un elemento diferenciador de posibilidades, siempre será conflictiva la valoración de los privilegios que su posesión otorga.
    Un caso reciente acaecido en Tarragona ejemplifica lo resbaladizo del terreno que se pisa a la hora de juzgar la eticidad de las ventajas compradas con dinero. He aquí el relato de los hechos entresacados de la información periodística. Una enferma necesita ser operada para implantar una prótesis de rodilla. Acude al hospital financiado en un 97% de su actividad por la Seguridad Social, y según ella, le dijeron que la lista de espera era de catorce meses. Como adujo no poder aguatar el dolor, propuso abonar la operación y la espera se redujo a menos de un mes sin que, según la dirección del centro, se retrasase ninguna intervención pública. El coste fue de 9.300 euros, todo perfectamente legal.
    Lo que esto pone de relieve es la discriminación de pacientes de primera y de segunda en los centros concertados con financiación mixta, pública y privada.
    Cuando hablamos de problemas éticos, a veces tenemos que conformarnos con la solución admitida por consenso, a sabiendas de que puede no estar amparada por verdades inconcusas. Es una cuestión de valores que, como tales, no son inmutables.

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