Después de 24 años en servicio, el
portaaviones de la Armada “Príncipe de Asturias” regresa al astillero que lo
construyó, pero esta vez para destruirlo, es decir, para el desguace, sin haber
intervenido en ninguna acción de combate. Este es el destino –el mejor destino
posible- de todas las armas de guerra sin que hayan entrado en uso para nada. Debemos
felicitarnos de que el achatarramiento sea su final, pero al mismo tiempo es
inevitable pensar en la nula rentabilidad de tan cuantiosas inversiones, por la
condición humana de tener que armarnos hasta los dientes como forma de
disuasión ante potenciales enemigos. Es la materialización del aforismo romano
“se vis pacem, para bellum” (si quieres la paz prepara la guerra). Tal
mentalidad conduce a una imparable carrera armamentística en la que yo me armo
porque antes lo ha hecho el vecino y pone en peligro mi seguridad, y vuelta a
empezar. Es la nefasta interpretación del deseo de vivir en paz, por lo que si
queremos de verdad lograrlo tenemos que prepararnos para ella.
Desafortunadamente, tal aspiración va camino de no traducirse nunca en
realidad, aunque el filósofo Immanuel Kant haya trazado el camino a seguir para
lograrlo.
Es justo reconocer que España es uno de los
Estados europeos que menor proporción del PIB gasta en Defensa, mas no puede
evitar incurrir en fuertes inversiones en armamento, parte de producción
nacional y parte de importación, de acuerdo con planes y compromisos adquiridos
acaso con insuficiente reflexión. Valga el ejemplo del plan de modernización de
las Fuerzas Armadas aprobado en la última década presupuestado en 30.000
millones de euros, suma de la que solamente ha sido desembolsada una parte. La
deuda pendiente pesa como una losa sobre las cuentas públicas dada la situación
creada por la crisis. Dicho plan consta de 19 programas cuyo coste más
importante corresponde a los siguientes capítulos: 68 aviones EF, 9.254
millones de euros; 27 aviones de transporte A-400M, 4.412; 4 submarinos S-80,
2.135; 235 carros de combate Leopardo, 2.390; 4 fragatas F-100, 2.007; 24
helicópteros de ataque Tigre, 1.517. Cuanto más sofisticadas y polivalentes son
las armas más elevado es el precio y el mantenimiento. Los juegos de guerra son
un deporte muy caro. Y dado que la técnica avanza sin pausa, ¿cuánto tardarán esos
artefactos en quedar obsoletos y habrá que renovar los arsenales?
Cabría pensar que si la Unión Europea lograse
la uniformidad de los sistemas de armas y distribución de la fabricación entre
los Estados miembros los costes de producción se reducirían considerablemente.
El hecho de que Francia y Gran Bretaña dispongan de armamento nuclear debería
operar como un elemento disuasorio capaz de disminuir la intensidad
armamentística que tanto perjudica el bienestar de la población. Si por este
proceso de racionalización se obtuviera un ahorro sustancial en el gasto militar,
sería factible aplicarlo a tareas de paz. En el terreno internacional
intensificar los esfuerzos en pro de la solución negociada de los conflictos,
apoyar las metas de la ONU, regular restrictivamente el comercio de armas y
eliminación paulatina de las armas de destrucción masiva. En política nacional
sería oportuno fomentar la educación para la paz y los estudios de polemología
dedicados a investigar las causas de las guerras y la prevención de las mismas.
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