Érase una vez un joven llamado Anselmo
Torralba, hijo de un matrimonio acomodado que no escatimó esfuerzos ni gastos en
procurarle una educación esmerada, a tono con el proyecto que para él tenía de que
llegase a destacar como alto directivo del mundo empresarial.
Así fue que terminó con nota la carrera de
Derecho a los 23 años, y deseando especializarse en Derecho Mercantil, hizo un
máster universitario que amplió sus conocimientos en la materia. Como los altos
puestos a los que aspiraba deben hablar diversos idiomas, estudió a fondo
inglés y chino por ser los más difundidos y valorados, y para hablarlos mejor
realizó estancias en las capitales de los respectivos países.
Con todo el tiempo dedicado a su formación,
Anselmo se plantó en los treinta años de edad y un excelente curriculum vitae.
Procedió a su envío a varias sociedades para solicitar un empleo acorde con su
preparación. Cinco días después recibió respuesta de una multinacional que,
para conocerle personalmente, le convocó a una reunión.
Nuestro hombre acudió al encuentro
tranquilo y seguro de sí mismo, pues había sido instruido de las técnicas y
métodos habituales en las entrevistas de trabajo. Tras una hora larga de
conversación, el diálogo se desarrolló como sigue:
- ¿Cuenta usted con alguna experiencia laboral?
- Como usted habrá podido observar por mi currículo,
he empleado mi vida hasta ahora en el estudio y formación profesional sin
tiempo para poner en práctica mis conocimientos. Entiendo que esta etapa es la
que pretendo empezar ahora.
- Sintiéndolo mucho, debo decirle que usted no
responde al perfil del cargo que deseamos cubrir. Necesitamos gente joven y con
experiencia, y usted reúne el primer requisito pero no el segundo. Le aconsejo
que haga oposiciones a funcionario público o dedíquese a la política por ser
dos actividades donde no se valora la experiencia inicial para llegar a
destacar.
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