El siglo XX transformó radicalmente las
características demográficas de España, y con mayor intensidad, si cabe, en la
comunidad autónoma gallega.
Comenzando por el censo, en 1900 la
población gallega era de 1.980.515 que equivalía al 10,64% de los 18.617.966
del total nacional. En 2017 la suma de los españoles es de 46 millones y el
número de gallegos es de 2.707.700 y su proporción bajó al 5,9%.
En lo que a la distribución territorial en Galicia se refiere, se registra una
realidad dual. Mientras aumentaba el peso demográfico de las provincias atlánticas, las interiores
(Lugo y Ourense) perdían población a raudales. Así, estas últimas que
representaban el 43,92% del censo gallego, al finalizar la centuria, no
llegaban al 29%. En contraste, Pontevedra y A Coruña pasaban del 56,08% al 71%. Como consecuencia de esta evolución
se formaba una Galicia interior
depauperada y en proceso de desertización
y la parte marítima, más dinámica y menos sensible al declive, resistía
mejor la tendencia a la despoblación.
Al mismo tiempo se mantiene el trasvase de
población del campo a la ciudad. En las siete ciudades –las capitales de provincia
y Santiago, Ferrol y Vigo- viven un millón
de vecinos. Como la extensión conjunta de los siete municipios suma 900 km2 en
números redondos, nos encontramos con que en el 3% del territorio se concentran ahora el 44% de
los gallegos, en tanto que al iniciarse el siglo pasado era solo del 10%.
Como
consecuencia de las tendencias demográficas desarrolladas a partir de la segunda mitad del siglo XX, que continúan
vigentes, en la actualidad las características más destacadas de la población
gallega son las siguientes: Una tasa de natalidad extremadamente baja del 0,9% -o
sea menos de un nacimiento por cada cien habitantes- lo que impide la
renovación generacional, frente a una tasa de mortalidad creciente a causa del
envejecimiento. Como consecuencia, tenemos un decrecimiento poblacional por ser
mayor el número de defunciones que el de nacimientos. Este fenómeno se ve
agravado por la emigración del segmento más joven y por el retorno a sus países
de origen de los extranjeros que vinieron a Galicia antes de la crisis
económica.
Ha perdido importancia el éxodo rural
porque apenas queda gente como muestra la ocupación en el sector agrario que
ocupaba el 50% de la población activa hace ciento diecisiete años y se ha
reducido al 5%.
El alargamiento de la esperanza de vida que
en 1900 era de 35 años ha aumentado a 80. Ello ha devenido en un crecimiento
considerable de la ancianidad, lo que ha conducido a que la proporción actual
de personas mayores de 65 años sea del 22% y que la pirámide demográfica se
haya invertido.
En resumen, los rasgos más salientes de la
evolución demográfica gallega son: fuerte descenso del número de nacimientos,
envejecimiento poblacional, crecimiento vegetativo negativo, progresivo
desplazamiento de habitantes del
interior hacia la costa y del campo a las ciudades.
La evolución indicada es fruto de los
drásticos cambios económicos, sociales y tecnológicos que ha experimentado la
sociedad, y todo hace pensar que se mantendrán en el futuro.
En consecuencia, habremos de aceptar que
cada año habrá menos gallegos en su
tierra porque cambiar las circunstancias que explican el diagnóstico y el
pronóstico, se antoja imposible. En todo caso sería indispensable alterar la
dirección de las corrientes que condujeron a una evolución peor que la media
española, especialmente con respecto a las regiones más prósperas. Investigarlo
y ponerle remedio es tarea para economistas, sociólogos y políticos cuyos
informes propiciarían la acción de los gobiernos de las regiones que sufren un
atraso relativo.
Si se consiguiera impulsar el desarrollo
económico, favorecer la conciliación familiar y mejorar las prestaciones
sociales, sería posible atraer emigrantes para repoblar las regiones más
deprimidas. Todo un programa de gobierno que no debería demorarse.
2 comentarios:
Tenemos en Galicia el dudoso honor de ser una de las poblaciones (si no la que más) envejecidas de Europa. El problema afecta a toda Europa, pero más a España, y dentro de ésta aún más a nuestra tierra. Los jóvenes de ahora empiezan muy tarde a tener hijos (a los 31,6 años de edad concretamente), y muchas veces se conforman con tener solo uno. Esto, sumado a las que no quieren o no pueden tener descendencia, deja esa media en torno a un hijo por mujer que solo garantiza una cosa: nuestra lenta y progresiva desaparición.
Hay una gran oportunidad de mayor desarollo; en el rural. Los jovenes se van a a ciudad, para sacar "algo" para subsistir, con trabajo en la industria y/o servicios. Los padres y abuelos se quedan en el rural y no explotan la agricultura y ganadería. Hemos de contribuir a impulsar el desarrollo económico en Galicia, sacándole beneficio a la tierra y la agua, que tenemos en abundancia. Así se favorecer también la conciliación familiar y no poner la esperanza en las prestaciones sociales. Los emigrantes que se queden en su país, repoblemos nostros nuestra tierra. Las regiones muy, muy deprimidas es mejor que queden en barbecho.
Los centros de promoción rural están -o deberían estar- haciendo una gran labor de sensibilización y formación de la juventud. Un ejemplo -vease la web- es Fonteboa, en Coristanco; tiene Ciclo FP medio Agropecuario y Ciclo FP superior en Ganadería y asistencia sanitaria animal.En los últimos 40 años de docencia, ha conseguido que más de 300 empresas agroalimentarias del rural estén funcionando, y muchas, rentables: vacas, conejos, caballos,cerdos, ovejas,gallinas,leche, quesos, yogures,verduras, patatas, habas...
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