Parafraseando el famoso tango “Volver” de
Alfredo Le Pera –“que es un soplo la vida y veinte años no es nada”– podemos
decir que mil años son un instante en la vida del universo y poco más en el
discurrir de la humanidad desde la aparición del primer homínido. Sin
embargo, en el último milenio despedido
en el año 2000, el segundo de la era cristiana, por efecto de la aceleración
constante de la Historia,
han ocurrido tantos acontecimientos y cambiado tantas cosas que han dado la
vuelta a la forma de vivir. Hemos conocido el nacimiento y extinción de muchos
imperios y civilizaciones y transformado la vida individual y social en medida
superior a lo conseguido en todos los anteriores. He aquí algunos datos
comparativos entre el primero y el segundo milenio:
Se calcula que la población mundial en el
año 1000 estaba en torno a los 600 millones y en el 2000 sobrepasaba los 6.000
millones, diez veces más.
Africa era un continente ignoto y de
América y Oceanía no se tenía la menor noticia. Al finar el 2000 ha sido hollado y
cartografiado hasta el último rincón de planeta. Y además, se ha conformado una
imagen real de la Tierra
desde el espacio radicalmente distinta de la que se tenía antes.
Las lenguas europeas, como tales, no
existían: todas se han formado después, partiendo de otras preexistentes.
El mapa político no se parecía en nada al actual. El concepto de nación no se había
inventado.
El hombre desde su aparición no se había
elevado sobre el suelo más allá del salto. En nuestros días se construyó una
estación espacial habitada de manera permanente, a 400 km. de altura.
Frente al empleo de la espada, el escudo,
el arco y la lanza, que solo permitían
el combate cuerpo a cuerpo, la panoplia bélica se enriqueció
extraordinariamente para matar a distancia
en cantidades industriales hasta fabricar bombas nucleares capaces
de exterminar la especie de la faz de la Tierra.
A todos estos cambios, excepto el último, podemos,
con cierta indulgencia, considerarlos avances benéficos, o si se quiere, mejoras, pero
en otros campos la evolución no ha sido tan positiva. Durante el segundo
milenio no se ha alterado el comportamiento destructivo del hombre frente a
sus semejantes. Y encima, empeoró su relación con la naturaleza a la que sigue
maltratando.
Ante la magnitud de los problemas que el
tercer milenio hereda de su antecesor, unidos a los que surgirán en adelante,
intentar predecir como será la sociedad del año 3000 desafía la imaginación más
desbordante. Solo podemos, como alternativa, hacer preguntas expresivas de
nuestros anhelos, dudas y temores, y por ello, inducidas por amenazas y oportunidades que nos conturban. Pensando en
los cambios revolucionarios que ha conocido el segundo milenio, rebasa toda
capacidad adivinatoria el intento de conjeturar lo que pueda ocurrir en los
próximos mil años. Veamos algunas hipótesis futuristas expuestas en forma
interrogativa.
. ¿Habrá encontrado el tercer milenio la fórmula
de convivencia social armónica en la que la cooperación sustituya a la
competencia?
. ¿Cuál
será la duración media de la vida humana?
. ¿Cómo será la familia?
. ¿Cómo
regular el crecimiento demográfico para evitar que se multiplique por diez?
. ¿Se habrá conseguido que todos los
habitantes se sientan ciudadanos del mundo?
. ¿Cómo se gobernará el mundo?
. ¿Cómo serán los transportes y
comunicaciones?
. ¿Se habrá constituido un imperio
mundial único?
. ¿Se
hablará un solo idioma?
. ¿Cuántas religiones actuales
subsistirán y cuántas nuevas nacerán?
. ¿Cómo habrá evolucionado el cambio
climático y sus efectos sobre el clima?
. ¿Se habrá poblado la Luna y Marte?
La lista de preguntas podría hacerse
interminable pero las formuladas dan una
somera idea del tema. A la vista de los avatares que esperan a nuestros
descendientes próximos y lejanos, la lógica,
la coherencia y hasta el sentido común reclaman que nuestro comportamiento no
contribuya a dejarles una herencia
envenenada que haría más difíciles y complejas las medidas que habrán de tomar.
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