sábado, 11 de febrero de 2017

Que mil años no es nada



    Parafraseando el famoso tango “Volver” de Alfredo Le Pera –“que es un soplo la vida y veinte años no es nada”– podemos decir que mil años son un instante en la vida del universo y poco más en el discurrir de la humanidad desde la aparición del primer homínido. Sin embargo,  en el último milenio despedido en el año 2000, el segundo de la era cristiana, por efecto de la aceleración constante de la Historia, han ocurrido tantos acontecimientos y cambiado tantas cosas que han dado la vuelta a la forma de vivir. Hemos conocido el nacimiento y extinción de muchos imperios y civilizaciones y transformado la vida individual y social en medida superior a lo conseguido en todos los anteriores. He aquí algunos datos comparativos entre el primero y el segundo milenio:

    Se calcula que la población mundial en el año 1000 estaba en torno a los 600 millones y en el 2000 sobrepasaba los 6.000 millones, diez veces más.

    Africa era un continente ignoto y de América y Oceanía no se tenía la menor noticia. Al finar el 2000 ha sido hollado y cartografiado hasta el último rincón de planeta. Y además, se ha conformado una imagen real de la Tierra desde el espacio radicalmente distinta de la que se tenía antes.

    Las lenguas europeas, como tales, no existían: todas se han formado después, partiendo de otras preexistentes.

    El mapa político no se parecía en nada  al actual. El concepto de nación no se había inventado.

    El hombre desde su aparición no se había elevado sobre el suelo más allá del salto. En nuestros días se construyó una estación espacial habitada de manera permanente, a 400 km. de altura.

    Frente al empleo de la espada, el escudo, el arco  y la lanza, que solo permitían el combate cuerpo a cuerpo, la panoplia bélica se enriqueció extraordinariamente para matar a distancia  en cantidades industriales hasta fabricar bombas nucleares capaces de  exterminar la especie de la faz de la Tierra.

    A todos estos cambios, excepto el último, podemos, con cierta indulgencia, considerarlos avances benéficos, o si se quiere,  mejoras, pero  en otros campos la evolución no ha sido tan positiva. Durante el segundo milenio no se ha alterado el comportamiento destructivo del hombre frente a sus semejantes. Y encima, empeoró su relación con la naturaleza a la que sigue maltratando.

    Ante la magnitud de los problemas que el tercer milenio hereda de su antecesor, unidos a los que surgirán en adelante, intentar predecir como será la sociedad del año 3000 desafía la imaginación más desbordante. Solo podemos, como alternativa, hacer preguntas expresivas de nuestros anhelos, dudas y temores, y por ello, inducidas por amenazas y  oportunidades que nos conturban. Pensando en los cambios revolucionarios que ha conocido el segundo milenio, rebasa toda capacidad adivinatoria el intento de conjeturar lo que pueda ocurrir en los próximos mil años. Veamos algunas hipótesis futuristas expuestas en forma interrogativa.

     . ¿Habrá encontrado el tercer milenio la fórmula de convivencia social armónica en la que la cooperación sustituya a la competencia?

     . ¿Cuál será la duración media de la vida humana?

     . ¿Cómo será la familia?

     . ¿Cómo regular el crecimiento demográfico para evitar que se multiplique por diez?

      . ¿Se habrá conseguido que todos los habitantes se sientan ciudadanos del mundo?

      . ¿Cómo se gobernará el mundo?

      . ¿Cómo serán los transportes y comunicaciones?

      . ¿Se habrá constituido un imperio mundial único?

      . ¿Se hablará un solo idioma?

      . ¿Cuántas religiones actuales subsistirán y cuántas nuevas nacerán?

      . ¿Cómo habrá evolucionado el cambio climático y sus efectos sobre el clima?

      . ¿Se habrá poblado la Luna y Marte?

        La lista de preguntas podría hacerse interminable  pero las formuladas dan una somera idea del tema. A la vista de los avatares que esperan a nuestros descendientes próximos y lejanos, la  lógica, la coherencia y hasta el sentido común reclaman que nuestro comportamiento no contribuya  a dejarles una herencia envenenada que haría más difíciles y complejas las medidas que habrán de tomar.

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