sábado, 18 de junio de 2016

Lo que espera al ganador



    La obcecación, el partidismo, y la falta de altura de miras de los líderes políticos ha llevado a los españoles a repetir el 26 próximo los comicios del 20-D con perspectivas de repetir los resultados después de conducir al país a un callejón sin salida. La verdad es que con su irresponsable actitud se han ganado la desafección de los ciudadanos con nuevos motivos para declarar que no los representan.
    Detrás de este cerrilismo se oculta el apetito desaforado por llegar a la Moncloa. Viendo la tenacidad con que han perseguido el objetivo, uno se hace preguntas que nadie responde. ¿Guía el comportamiento de los políticos  el patriotismo, su vocación de servicio al pueblo, su adicción al poder o simplemente su aspiración  a disfrutar las prebendas del poder (que no son pocas) y vivir de la mamandurria?
    Sean cuales fueren las razones que impulsan su empeño, es lo cierto que a quien gane la carrera electoral no le aguarda un camino de rosas ni un disfrute placentero del premio conseguido. Habrá de afrontar numerosos desafíos con medios disponibles insuficientes. Por su parte, la oposición, cumpliendo su cometido, se encargará de echarle en cara los fracasos, el incumplimiento de las promesas hechas a los votantes, su incapacidad para erradicar la corrupción, etc. etc. De poco le valdrá echar mano del archisabido recurso de la herencia recibida.
    Con una situación económica volátil y cambiante sometida a múltiples variables endógenas y exógenas, la tarea de gobernar los próximos cuatro años semeja una navegación por mares procelosos en la que llevar el barco a buen puerto representa una hazaña hercúlea.
    Veamos, como ejemplo,  una muestra de los problemas a los que el Gobierno nonato tendrá que dedicar atención preferente, comenzando por la elaboración aprisa y corriendo de los presupuestos generales del Estado de 2017 y su problemática aprobación parlamentaria. He aquí una lista incompleta de asuntos a resolver a corto plazo. 1º, frenar los desahucios de las primeras viviendas; 2º, remediar la situación de desamparo en que han quedado muchos desempleados al haber agotados sus prestaciones; 3º, corregir con leyes especiales la precariedad de quienes tienen un trabajo que no les libra de caer en la pobreza; 4º, garantizar la viabilidad del sistema público de pensiones, sin romper la hucha; 5º, cumplir los compromisos contraídos con Bruselas sin hacer más recortes ni aumentar los impuestos; 6º, disminuir la deuda pública que absorbe una de las mayores partidas del gasto presupuestario: 7º, encauzar el lío del independentismo catalán, etc. etc.
    Con estos y otros asuntos por delante, lo que puede asegurarse es  que el nuevo inquilino de la Moncloa  no tendrá tiempo para aburrirse ni le faltará para reflexionar si habrá valido la pena tanto denuedo para alcanzar tan exigua recompensa.
    El próximo domingo día 26 se celebrará la final de un partido en el que todos podemos ganar más o menos según la papeleta que introduzcamos en las urnas. Al igual que en los encuentros futbolísticos, deseemos que gane el mejor, para que sufran menos los que viven peor y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

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