La obcecación, el partidismo, y la falta de
altura de miras de los líderes políticos ha llevado a los españoles a repetir
el 26 próximo los comicios del 20-D con perspectivas de repetir los resultados
después de conducir al país a un callejón sin salida. La
verdad es que con su irresponsable actitud se han ganado la desafección de los
ciudadanos con nuevos motivos para declarar que no los representan.
Detrás de este cerrilismo se oculta el
apetito desaforado por llegar a la Moncloa. Viendo la tenacidad con que han
perseguido el objetivo, uno se hace preguntas que nadie responde. ¿Guía el
comportamiento de los políticos el
patriotismo, su vocación de servicio al pueblo, su adicción al poder o
simplemente su aspiración a disfrutar
las prebendas del poder (que no son pocas) y vivir de la mamandurria?
Sean cuales fueren las razones que impulsan
su empeño, es lo cierto que a quien gane la carrera electoral no le aguarda un
camino de rosas ni un disfrute placentero del premio conseguido. Habrá de
afrontar numerosos desafíos con medios disponibles insuficientes. Por su parte,
la oposición, cumpliendo su cometido, se encargará de echarle en cara los
fracasos, el incumplimiento de las promesas hechas a los votantes, su
incapacidad para erradicar la corrupción, etc. etc. De poco le valdrá echar
mano del archisabido recurso de la herencia recibida.
Con una situación económica volátil y cambiante
sometida a múltiples variables endógenas y exógenas, la tarea de gobernar los
próximos cuatro años semeja una navegación por mares procelosos en la que
llevar el barco a buen puerto representa una hazaña hercúlea.
Veamos, como ejemplo, una muestra de los problemas a los que el
Gobierno nonato tendrá que dedicar atención preferente, comenzando por la
elaboración aprisa y corriendo de los presupuestos generales del Estado de 2017
y su problemática aprobación parlamentaria. He aquí una lista incompleta de
asuntos a resolver a corto plazo. 1º, frenar los desahucios de las primeras
viviendas; 2º, remediar la situación de desamparo en que han quedado muchos
desempleados al haber agotados sus prestaciones; 3º, corregir con leyes
especiales la precariedad de quienes tienen un trabajo que no les libra de caer
en la pobreza; 4º, garantizar la viabilidad del sistema público de pensiones,
sin romper la hucha; 5º, cumplir los compromisos contraídos con Bruselas sin
hacer más recortes ni aumentar los impuestos; 6º, disminuir la deuda pública que
absorbe una de las mayores partidas del gasto presupuestario: 7º, encauzar el
lío del independentismo catalán, etc. etc.
Con estos y otros asuntos por delante, lo
que puede asegurarse es que el nuevo
inquilino de la Moncloa no tendrá tiempo para aburrirse ni le faltará
para reflexionar si habrá valido la pena tanto denuedo para alcanzar tan exigua
recompensa.
El próximo domingo día 26 se celebrará la
final de un partido en el que todos podemos ganar más o menos según la papeleta
que introduzcamos en las urnas. Al igual que en los encuentros futbolísticos,
deseemos que gane el mejor, para que sufran menos los que viven peor y a quien
Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
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