lunes, 19 de octubre de 2015

Costes de la crisis


   
Transcurridos siete años del estallido de la burbuja inmobiliaria que significó el comienzo de la crisis económica, es oportuno examinar el tratamiento político que el PP le dio y los diversos efectos que produjo en la sociedad.

    La terapia aplicada se basó en la austeridad a ultranza traducida en recortes de servicios públicos esenciales, complementada con el rescate de los bancos en un conjunto de medidas conducentes a una devaluación interna articulada, disminución del gasto público y aumento de la presión fiscal.

    Frente a la recesión provocada por la caída de la demanda, la doctrina económica propone dos metodologías diferentes y contrapuestas: a) la de tipo keynesiano que salvó  la Gran Depresión de 1929, consistente en impulsar la inversión pública en compensación de la abstención de la iniciativa privada; y b) la reducción del gasto público para rebajar costes y propiciar la inversión privada con el fin de mejorar la competividad del país, y simultáneamente incrementar la recaudación de impuestos con que atajar el déficit  de  Hacienda.

    Algunas de las medidas tomadas fueron las siguientes, con incumplimiento del programa electoral:

    Presión fiscal:

a)      Aumento del IVA, del 18 al 21%, con tratamientos tan inequitativos como   aplicar la tarifa máxima al cine y teatro, y al fútbol la reducida del 10%.

b)      Elevación de las matrículas universitarias y de las tasas judiciales.

c)      Implantación del copago farmacéutico.

 Recorte de gastos:

a)      Disminución del presupuesto de educación y sanidad.

b)      Idem de la ayuda al desarrollo.

c)      Idem de la asignación a investigación y desarrollo.

d)     Paralización de la ley de dependencia.

e)      Reducción de los sueldos de los funcionarios públicos.

f)       Desconexión de las pensiones con el IPC como establecía el Pacto de Toledo.

g)      Restricción de las becas al exigirse mayor calificación.

h)      Retirada de la tarjeta de sanidad a 800.000 inmigrantes irregulares.

i)        Congelación del salario mínimo.

j)        Devaluación de los salarios y disminución de las rentas salariales en el PIB.

     

Como se ve, ninguna de estas medidas tocó al bolsillo de los más adinerados.

    El Gobierno escogió el segundo modelo que receta el neoliberalismo y apoya férreamente Alemania por temor atávico a la inflación. El resultado inmediato fue la recesión, el aumento del paro, la disminución de la demanda y el consumo, la restricción del crédito, el crecimiento de la morosidad bancaria, las quiebras empresariales, los miles de desahucios y los cierres de negocios, el aumento de la pobreza y la exclusión social. En síntesis, un fuerte ataque al Estado de bienestar y una situación de emergencia social.

    Resultados.  Solo a partir del 4º trimestre de 2013, tras cinco años de crecimiento negativo se inició una incipiente recuperación  del PIB (disminución del paro a cambio de pésimas condiciones laborales), mejor saldo del comercio exterior, crecimiento del turismo, caída de la inflación y ligera mejoría de la recaudación impositiva) situación a la que contribuyeron factores externos identificados como el abaratamiento de los tipos de interés, la depreciación del euro frente al dólar, el desplome del precio del petróleo y la inestabilidad política de países receptores de turismo. Lo que puedan durar estas favorables circunstancias está por ver.

    La positiva evolución de las macromagnitudes y la continuación de los recortes, la persistencia de la elevada tasa de desempleo y la degradación de los salarios al mismo tiempo que se mantienen y aun aumentan los sueldos estratosféricos de los máximos directivos, dio lugar a la profundización de la brecha entre ambos y a que se agudizase la pobreza en intensidad y extensión (se cifran en 13 millones los afectados) en tanto aumentaba el número de multimillonarios. Ello explica que el Gobierno hable del éxito de sus medidas sin que la población perciba la mejoría.

    Si a todo ello se añade la escandalosa ola de corrupción de cargos públicos se comprende la indignación de mucha gente de la que se derivaron las protestas populares como la del 15-M que a su vez dieron origen a la formación de partidos emergentes como Podemos y Ciudadanos, cuyo futuro se jugará en las elecciones del 20 de diciembre.

    Es evidente que los dos partidos políticos (PP y PSOE) que sustentaron el bipartidismo y gobernaron alternativamente sin solución de continuidad desde el advenimiento de la democracia, cayeron el mayor descrédito y su recuperación dependerá del resultado de la consulta electoral antes aludida.

    Efectos colaterales de la crisis fueron la desaparición de las cajas de ahorros, lo que conlleva la debilitación de la competencia crediticia, la aparición del déficit presupuestario y la multiplicación por tres de la deuda pública y el agotamiento de las reservas de la Seguridad Social por el paro y la rebaja de los salarios y de las cotizaciones..

    Como consecuencia del reparto inequitativo de los sacrificios las familias sufren el peso de la austeridad de múltiples formas como efectos invisibles, desde retraso de los matrimonios, descenso de la natalidad, suicidios, divorcios y hasta rechazos de herencias por no cargar con las deudas fiscales y hasta donación de cadáveres para investigación con el fin de evitar los gastos funerarios.

 Se han abierto muchas heridas y cuando hayamos dejado atrás la crisis habrá que hacer el balance de daños que produjo como al terminar una batalla se hace el recuento de bajas.


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