El restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba quedó plasmado con la reapertura de la
embajada cubana en Washington el 14 de agosto de 2015 precedida por la de
Norteamérica en La Habana
después de 54 años de su cierre. Este hecho supone un giro copernicano de ambos
gobiernos. Certificó también que el paso del tiempo impone sus exigencias y
altera las posiciones inflexibles para tornarse conciliadoras cuando ambas
partes abren los ojos a la realidad y comprueban que la colaboración mutua
rinde mejores dividendos que la hostilidad y el aislamiento. No hay amores que
duren siempre ni discordias perpetuas. La vida se mantiene gracias a olvidos de
agresiones y el perdón de las ofensas.
El empecinamiento de Washington fue el más
fuerte y persistente desde 1961 en que se clausuraron los cauces diplomáticos.
Por parte de La Habana
hubo algún intento tímido de volver a la mesa de negociaciones que fueron
desoídos por la otra parte. El 26 de julio de 2007 el presidente Raúl Castro
ofreció diálogo para discutir en pie de igualdad el prolongado diferendo, pero la Administración de
George W. Bush se negó en redondo.
Conviene recordar que el 26 de julio es la
fecha política más importante de la Revolución cubana. Conmemora el asalto al cuartel
de Moncada en 1953 por Fidel Castro y un centenar de jóvenes armados que marcó
el comienzo de la lucha revolucionaria de la isla. Por cierto que fue
precisamente ese día del año anterior en que el “Comandante” se sintió mal al
terminar el discurso en la ciudad de Holguín, y al día siguiente fue operado de
una hemorragia interna provocada por una diverticulitis (inflamación anormal de
las bolsas del intestino) que obligó a abandonar la presidencia en manos de su
hermano Raúl, cuatro años más joven.
Hubo de venir un nuevo presidente en
Washington, Barack Obama, para que al final de su segundo mandato rectificase
el rumbo de su predecesor. Tanto Obama como Raúl tenían motivos sobrados para
iniciar una nueva etapa: El primero, por el evidente fracaso del embargo (no
bloqueo, como a veces se confunde) de más de medio siglo de enfrentamiento, y
el presidente cubano, más realista y pragmático que su hermano, por la
imperiosa necesidad de reformar el sistema productivo y aliviar las penurias de
la población.
Fue preciso que Washington retirase su
acusación de que La Habana
patrocinaba el terrorismo. A este acuerdo seguirán otros que poco a poco
normalizarán las relaciones económicas y políticas bilaterales. Mucho dependerá
de la evolución política cubana. Raúl anunció que no se presentará a la
reelección en 2018 en que cumplirá 88 años, pero haría bien en establecer un
calendario de reformas que condujesen a un régimen homologable de democracia
que devuelva al pueblo su soberanía con su participación en libertad. Ello
facilitaría el consenso con los cubanos que en cantidad superior a un millón
viven en Florida.
Entre las muchas ventajas que ofrece la
democracia sobre los demás sistemas políticos, no es la menos relevante la
legitimidad que otorga a quien detenta el poder supremo como depositario de la voluntad
popular. Ello, junto con la limitación de mandatos permite una transmisión
tranquila, ordenada y previsible sin vacíos de poder ni cortes de la legalidad.
Nada parecido a la decisión unilateral de Fidel de darle el relevo a su hermano
como si de una herencia privada se tratase. Los Castro deberían comprender que
casi seis décadas es tiempo más que suficiente para comprobar si el régimen que
ellos crearon tiene viabilidad, eficacia y merece la aprobación mayoritaria de
los gobernados. El régimen ha demostrado una extraordinaria capacidad de
resistencia frente a toda clase de presiones y dificultades pero nunca se contó
con el consentimiento expreso del pueblo a pagar el precio que se le exigía. No
parece que el futuro tenga otro recorrido que la economía de mercado y el pluralismo
político, por mucho que duela al “Comandante” que hizo la revolución y que el
26 de julio de 1989, adelantándose a los acontecimientos, aseguró que aunque la Unión Soviética desapareciera
del mapa, la revolución cubana seguiría siendo socialista.
Ahora se aclara el horizonte y se inicia un
período de optimismo y esperanza. Ojalá que los cubanos de dentro y fuera de la
isla encuentren el camino de la reconciliación para conquistar juntos la
libertad sin perder las conquistas sociales. Que unos y otros renuncien a los
extremismos y tomen como inspiración la transición política española.
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