Los sicólogos sostienen sin que nadie
les lleve la contraria, que la agresividad y la ira dañan gravemente la salud
de quienes no controlan estas pulsiones violentas y les convierte en candidatos
a contraer enfermedades cardiovasculares que causan una de cada tres muertes en
los países desarrollados. Justamente el efecto contrario que se atribuye a la
risa, hasta el punto de que, profesionales de la sanidad la recomiendan para
ahuyentar los virus, y la risoterapia se apunta como especialidad médica que tendrá
a su favor las ventajas de las tres bes: buena, bonita y barata. Reírse,
comenzando por hacerlo de uno mismo, es una sabia reacción frente a la
estulticia. Optar por el humor ayuda a desdramatizar las situaciones más
tensas, defendiéndonos de la farsa que a menudo nos rodea.
Que la risa es saludable ya se había intuido
hace tiempo como sabían los reyes al contratar los servicios permanentes de
bufones para aliviarles con sus gracias las pesadumbres de los asuntos de
Estado, porque, como advierte la conocida canción, “tomar la vida en serio es
una tontería”. Que la ira nos mata y la risa nos sana es un descubrimiento reciente
que hasta ahora no había sido documentado por la ciencia. Si la experiencia confirmara las virtudes
terapéuticas que se le suponen, los políticos, que andan de cabeza buscando
como frenar el crecimiento del gasto
sanitario, habrían visto el cielo abierto al hallar la fórmula mágica de
disminuir el presupuesto sin perder votos, y en adelante, en lugar de fruncir
el ceño, se troncharían de risa.
Sería de desear que la buena nueva se
propagase con rapidez para aliviar el aspecto hosco de la vida, sobre todo en
tiempos de crisis como la que padecemos. Los daneses –que no tienen fama
precisamente de risueños, como los nórdicos en general- apostaron por el nuevo
remedio eligiendo en 1994 para el Folketing (Parlamento) a un cómico y cantante
de 42 años llamado Jacob Hausgaard, en representación del partido denominado
Asociación Confederada de Individuos que Repudian el Trabajo, del que se
declaró fundador y único militante.
El nuevo bufón de la Cámara –que así se
autodefine- habrá echado por tierra la supuesta sabiduría popular que ha
acuñado frases como descoyuntarse, reventar o partirse de risa, cuando en
realidad, no es sino un curalotodo, el bálsamo de fierabrás, y quien sabe, si
incluso el anhelado elixir de la eterna juventud.
Quiero suponer que el bueno de Jacob habrá
empleado su comicidad para transformar un crispado debate en un relajante
intercambio de frases ingeniosas y chocantes. De igual manera, cuando la
ampulosidad de un orador hiciera caer a más de uno de sus colegas en brazos de
Morfeo, se despertaría del sopor con la carcajada provocada por la gracia del
singular diputado Al mismo tiempo habría demostrado que los más serios asuntos
públicos no están reñidos con el tratamiento humorístico, y las actas del Congreso, debidamente seleccionadas, tendrían
la sal y pimienta de un “bestseller” el cual, una vez editadas, con su venta se
relajaría el coste que pagamos los ciudadanos
por mantener en funciones el Parlamento.
También Italia ha sentido atracción por la
risa parlamentaria, eligiendo en la consulta de 2013 al actor cómico Beppe Grillo
que, al frente del movimiento “Cinco Estrellas” obtuvo 108 diputados, más que
cualquier otro partido
Desconozco la suerte que habrá corrido el
experimento danés, y en cuanto al italiano, parece que no ha logrado el
protagonismo que hacía esperar su estreno electoral. En todo caso, habrán sido
como un soplo de aire fresco en los modos y modas del Congreso para sustituir
en él los improperios, insultos y naderías, los excesos verbales y la
acometividad física, por flechas humorísticas que no matan al adversario pero
lo desarmen.
1 comentario:
Buen artículo. David Cameron y su mujer sonrien. Y les va bien. Además, son un matrimonio bien avenido.
Saludos Pio.
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