lunes, 20 de agosto de 2012

El futuro de Cuba


    Con más de medio siglo de la accesión al poder de los hermanos Castro, es oportuno hacer un somero balance de tan larga etapa revolucionaria y avizorar el futuro político de la perla de las Antillas.

    Es inevitable reconocer que el afán de renovación  y regeneración pública con que fue saludada la derrota  del corrupto presidente Batista se frustró en gran parte a lo largo del tiempo. Sin duda al nuevo régimen se le debe la implantación de mejoras sociales, especialmente en el terreno de la educación y la sanidad, dos pilares fundamentales del bienestar, pero al alto precio de perder otros bienes no menos valiosos como las libertades individuales y el respeto a los derechos humanos.

    La expatriación de dos millones de cubanos, la supresión de derechos fundamentales, la delación como forma de control social, el monopolio informativo, el aislamiento de sus vecinos iberoamericanos y el bajo nivel de vida de la población, no sólo como consecuencia del embargo estadounidense, sino también por el fracaso de la política económica, son otras tantas partidas al debe del régimen.

    Quizás lo peor del balance provenga del inmovilismo suicida del castrismo que hasta ahora ha cerrado las puertas a la evolución política hacia un sistema democrático homologable con el de los Estados del mundo occidental al que Cuba pertenece.  Con 86 años cumplidos Fidel, y cuatro menos su hermano Raúl, parecen  no advertir  que sus vidas declinan y que el país reclama –aun cuando no pueda exigirlo a voz en cuello ni en las urnas- una salida pacífica al callejón sin salida en que le sumerge  el permanente discurso de “revolución o muerte”, propio de un régimen político que niega la voz al pueblo para escoger su destino.

    Si la adicción al poder no les obnubilase la mente, el último y mejor servicio que podrían prestar a su patria los hermanos Castro sería anunciar un plazo para su retiro e iniciar simultáneamente un proceso ordenado de transición hacia un Estado democrático de derecho, inspirada en el ejemplo de España, a fin de que la ciudadanía pueda elegir libremente su futuro sin coacciones policiales ni presiones exteriores, dando paso a una  alternancia en el poder.

    Sin duda un programa de este tipo sería el mejor remedio preventivo para evitar que los resentidos y extremistas de la diáspora puedan irrumpir en tropel en un momento dado e implantar una democracia al estilo de las que Estados Unidos patrocinó en el pasado en Centroamérica.

    Ojalá que los cubanos de dentro y de fuera del país encuentren el camino que les lleve a la reconciliación para conseguir la libertad sin perder las conquistas sociales. Que unos y otros renuncien a los extremismos. Sería el mejor homenaje a Martí en el ciento sesenta aniversario de su fallecimiento.

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