
Me pregunto cuáles pueden haber sido las
razones que indujeron a la imposición de la mitad de la población sobre la otra
mitad, y no tengo respuesta. Es como hacer invisible la mitad del mundo. Desde
el punto de vista racional carece de toda justificación, por cuanto nadie ha
podido demostrar que la capacidad intelectual de la mujer sea inferior a la del
varón. La desigualdad de oportunidades implica la eliminación de muchos
talentos que quedaron inéditos y desaprovechados. Se trata, por tanto, de un
error monumental de incalculables consecuencias, una pérdida irrecuperable.
Si valoramos la cuestión con criterios de
la moral, nos hallamos ante un abuso inhumano, una tremenda injusticia cuya
responsabilidad recae en primer lugar sobre quienes, con argumentos falaces y
datos falsos, convirtieron la sinrazón en una tradición, defendiendo la
diferencia de sexo y la subordinación de uno al otro. En términos generales, el
hecho nos avergüenza a todos por practicar o amparar la desigualdad, el
atropello y la ofensa al colectivo femenino. Me atrevo a pensar que estamos
ante el mayor crimen de la humanidad, y no hablemos si la perversión se traduce
en la violencia de género y el feminicidio que por desgracia sigue dándose en
los más apartados lugares para bochorno de las sociedades patriarcales en las
que perdura el machismo.
La misoginia es una actitud aberrante
indisculpable porque todos hemos nacido del vientre de nuestra madre que nos engendró, sufrió nueve
meses de embarazo, padeció los dolores del parto, nos amamantó cuando solo nos alimentábamos
con su leche y dedicó lo mejor de su vida para criarnos. Frente a los
merecimientos del padre, los de la madre son muy superiores. No cabe mayor
deuda impagable que la que contraemos con quien nos ha dado la vida y nos la conservó
cuando éramos inermes y desvalidos.
Siendo esto así, no hay disculpa posible
para quienes, abusando de su fuerza, maltratan a sus semejantes por ser
mujeres. En la vida conyugal pueden aparecer diferencias e incluso
incompatibilidades, pero como último recurso siempre se puede recurrir a la
separación o divorcio, mas nunca puede haber disculpa para la violencia o
vejaciones.
Frente a la tendencia a la igualdad de derechos
que se va abriendo paso en nuestra sociedad, la historia es testigo de las
múltiples tropelías de las que fueron víctimas y continúan siéndolo las
mujeres. Desde los tiempos más remotos y las civilizaciones más crueles, niñas
y doncellas fueron sacrificadas a los dioses. Durante la Edad Media las mujeres
eran llevadas a la hoguera por la acusación de prácticas de brujería sin que
los hombres fueran imputados de tamaña impostura. Por dicha época se las
obligaba a llevar cinturones de castidad. Los chinos exigían a las niñas un
calzado que deformaba sus pies. En nuestra sociedad se niega a la mujer el
acceso al sacerdocio y la Constitución otorga al varón la preferencia para
reinar. La iniquidad se reviste de muchas formas.