lunes, 22 de octubre de 2012

Diferentes terroristas



    El terrorismo es una plaga que se ha prodigado con excesiva frecuencia e intensidad durante el siglo XX y sigue presente en lo que va del XXI. Sus fuentes nutricias suelen ser la política y la religión. El terrorismo político acostumbra a seleccionar sus blancos entre personas que detentan la autoridad o el poder: los de motivación religiosa buscan, por el contrario, causar el mayor daño y la muerte del mayor número de víctimas de forma indiscriminada.
    Normalmente, la actitud de la gente ante el terrorismo es de condena, con la excepción de quienes lo apoyan, pero hay un país (Estados Unidos) que además que además los cataloga y clasifica. El Departamento de Estado publica cada año una lista con los nombres de las naciones que a su juicio financian, promueven, ayudan o amparan esta especie de violencia, así como las que se distinguen por su combate contra ella. De esta manera  divide a los Estados en buenos y malos, reservándose para sí –faltaría más- el puesto de cabeza entre los buenos, con derecho, por tanto, a impartir  lecciones de pacifismo y ética política.
    Los jueces inapelables reservan los peores lugares del escalafón con arreglo a su punto de vista y conveniencia, en función de su antiamericanismo. Tengo a la vista la clasificación de 2000 y en ella figuran como los peores Irán, Irak (antes de la invasión), Libia (cuando mandaba Gadafi), Sudán, Cuba y Corea del Norte. Sorprende la omisión de China cuando es un país tan comunista como Cuba. Pero no era oportuno señalarla con el dedo acusador pues pesaban y pesan mucho sus 1.300 millones de habitantes y las relaciones comerciales.
    Washington arrojaba a una especie de purgatorio a Afganistán y Pakistán, recordando que el primero era amigo a la sazón cuando le llovían los dólares y las armas para que derrotase a la Unión Soviética, y el segundo era un firme aliado. Sus gobiernos no se podían subir a los altares pero tampoco condenarlos al infierno de los réprobos-
   
Como el Gran Hermano lo sabe todo, dictamina en su informe quienes combaten mejor y peor la violencia terrorista, y entre los primeros colocaba a España, con el dudoso honor de emparejarnos con Argelia y Turquía que en aquel tiempo masacraban a sus nacionales. Hay honores que deshonran tanto a quien los otorga como a quienes van destinados.
    Lo más sorprendente del caso es que quien se arroga el derecho de expedir credenciales de decencia es un gobierno que se sirve de la CIA con un historial terrorífico usada para los fines más inconfesables, que practica el terrorismo internacional como arma política de la que cualquier Estado puede ser víctima como lo fueron entre otros la isla Granada y Panamá, y que mantiene a Guantánamo fuera de toda legalidad.
    La pretensión del gobierno norteamericano de erigirse en juez no se limita al campo del terrorismo, sino que se extiende al terreno de los derechos humanos, olvidándose de que en su casa el respeto a los mismos deja mucho que desear como pone de manifiesto el abrumador pliego de cargos presentado por Amnistía Internacional. Aquí viene como anillo al dedo la conocida sentencia “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.

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