Opino
que la democracia es el mejor sistema político de cuantos conocemos. Ningún
otro ofrece las mismas posibilidades de participación colectiva en el gobierno
del pueblo, del respeto al derecho a disentir, de preservar las libertades
ciudadanas y de abrir cauces a la corrección de sus desvíos.
Esta valoración positiva no significa que
el sistema sea perfecto, porque nada humano puede serlo, dadas nuestras
limitaciones, y porque entre la formulación de un modelo y su plasmación
práctica hay un largo trecho. A examinar algunas particularidades del trecho
están dedicadas las líneas siguientes.
Son principios básicos de la democracia que
una persona equivale a un voto y que todos los votos tienen el mismo valor,
pero aquí ya empieza a ser visible la posibilidad de manipulación.
A lo largo del tiempo y del espacio han
variado los requisitos legales para ser elector/a. En España, actualmente son
electores y elegibles las personas mayores de edad al cumplir 18 años, mas no
siempre fue así. Anteriormente la mayoría de edad la adquirían los hombres a
los 23 años y las mujeres a los 25, y estas últimas no vieron reconocido el
derecho a votar hasta la llegada de la II República. No se piense, sin embargo,
que la discriminación femenina era exclusiva de nuestro país. En un cantón de
Suiza, que suele presentarse como una democracia modelo, el derecho de la mujer
a elegir no le fue otorgado hasta 1973-
Se admite, en principio, que el elector
emite su sufragio de forma libre, consciente y con pleno conocimiento de las
diferencias que distinguen y conocen los distintos programas en liza, mas la realidad
puede diferir notablemente. Su opción es formalmente libre, pero su opinión
está condicionada por la información que recibe de los medios de comunicación y
los mítines que transmiten los mensajes y eslóganes pagados por los partidos.
En virtud del sistema imperante en España,
los candidatos no necesitan convencer a sus vecinos de barrio o ciudad, sino que
son las formaciones políticas las que se encargan de contratar espacios
publicitarios en los medios audiovisuales de mayor difusión y más caros Por
ello, la abundancia y repetición de los anuncios dependerá de los recursos
económicos de los partidos. En cierto modo, el eslogan un ciudadano un voto se
transforma en un euro un voto.
La cuantía de los caudales que movilizan
los partidos depende de las cuotas de sus afiliados y de los donativos de sus
simpatizantes, los cuales hacen sus aportaciones como una inversión de futuro
que les permita influir en las decisiones del poder o en la ocupación de cargos
públicos. Lógicamente, las donaciones serán más cuantiosas por parte de los más
acaudalados. Estos pueden entregar lo que deseen, puesto que así lo autoriza la
ley de financiación de los partidos políticos, la cual privilegia a los
partidos mayoritarios tanto de ámbito nacional como autonómico. Nadie apuesta a
caballo perdedor.
Si el ideal de la democracia hubiera
arraigado en la sociedad, el país estaría gobernado por representantes de los
segmentos mayoritarios de la población o sea, de las clases baja y media, pero
lo que en realidad ocurre es que el poder lo detenta una minoría plutocrática
como resultado repetido de elecciones libres, mientras que los pobres y los
trabajadores quedan extramuros de la política. Que ello sea así no es por
casualidad ni obra de milagro, sino consecuencia de mecanismos socioeconómicos
que ponen a disposición de los más ricos el manejo de los resortes del poder.
Este grupo no representa más del 1% de la población y lo integran políticos,
banqueros, industriales, altos directivos empresariales y máximos
representantes del ejército y del poder judicial. En conjunto forman la élite
dominante, la que dicta las leyes a su medida.
El contubernio informal entre riqueza y
poder se autoalimenta a modo de vasos comunicantes. Alguien podría argüir que
puestos destacados de la política fueron o son desempeñados por personajes de
origen modesto como Fraga o Felipe González en España, Cavaco Silva en Portugal
o Margaret Thatcher en Gran Bretaña, pero n o dejan de ser excepciones a la
regla y se trata de políticos desclasados que por distintas razones se
convierten en adalides de una clase que no es la suya de origen.
Otra consecuencia del maridaje entre
política y poder es el trasvase de altos cargos de la empresa al gobierno y
viceversa que forma una elite endogámica al servicio de intereses comunes.
.
Al mantenimiento de este estado de cosas
contribuyen involuntariamente los grupos de población peor dotados
económicamente que, por interés propio deberían ser los más interesados en
hacer oír su voz y apoyar con sus votos a los candidatos más afines, pero
juegan un papel secundario y quedan relegados al olvido de los gobernantes.
Paradójicamente, muchos de sus integrantes se abstienen por haber perdido su fe
en el cambio al no estar concienciados de su poder electoral.
Por
efecto de estos comportamientos el poder permanece en manos de una minoría,
desvirtuándose así la esencia del ideal democrático
Otra perversión de la democracia
se da fuera de los colegios electorales. Las votaciones pueden desarrollarse
con impecable limpieza, pero las anomalías se producen antes. De hecho, en países
seudodemocráticos, que es mejor no citar, los votos se compran con dinero o
bocadillos. En otros, como en el nuestro, algunos electores del rural son
acarreados a las mesas con la papeleta en el bolsillo. Esto prueba que donde la
pobreza abunda, la democracia malvive.
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