Los Estados Unidos Mexicanos
–tal es su nombre oficial- tendrán nuevo presidente a partir del 1 de diciembre
próximo como resultado de las elecciones celebradas el 1 de julio, en las
que el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) liderado por Enrique Peña Nieto obtuvo la mayoría relativa
con el 37,9% de los votos emitidos. Los otros dos contendientes fueron el
Partido de la Revolución Democrática (PRD) dirigido por Andrés Manuel López
Obrador (conocido como AMLO) con el 31,7% y el Partido de Acción Nacional (PAN) encabezado por Josefina Vázquez Mota,
con el 25,48%.
En la consulta electoral se
registraron dos hechos novedosos: la participación como candidata a la
presidencia por primera vez de una mujer, y la aparición de un grupo juvenil denominado “Yo soy 132” de
características similares al 15 M español. Habrá que esperar a ver como se
consolida y el futuro de su papel en la política nacional.
El PRI es ideológicamente
indefinible aunque es indudable que le sobra la R de revolucionario: el PRD,
escindido del anterior se proclama de izquierda, y el PAN es de centro derecha.
El primero, que se repitió en el poder durante 70 años, se pasó los últimos 12
en la oposición en los que gobernó el PAN. Ahora tiene su segunda oportunidad y
significa la alternancia política. No obstante, no tiene mayoría absoluta en la Cámara Baja, compuesta por 500
diputados, ni en la Alta, de 128 senadores, por lo que será necesaria la
negociación para permitir al gobierno sacar adelante sus iniciativas de
reformas como se espera del candidato vencedor.
Como novedad, Peña Nieto fue
elegido por los mexicanos y no por el
“dedazo” como fueron designados sus predecesores priistas. Movió su campaña electoral
sobre generalidades. Por consiguiente, tendrá que traducirlas en medidas de
gobierno concretas para que el pueblo crea en sus ambiguas promesas. Prometió
“ganar más en un entorno de paz, sacar al país de la pobreza, la violencia y el
miedo”, crear un sistema de seguridad social y bajar la tarifa eléctrica,
además de realizar muchas obras de infraestructura. Ofreció asimismo aprobar la
reforma fiscal –tan necesaria dado que el 5% de la población detenta el 30% de
la renta y aporta solamente el 5% de la
recaudación fiscal- y laboral, así como abrir PEMEX, el monopolio del petróleo,
a la iniciativa privada, un tema tabú desde que fuera nacionalizado en 1938 por
el presidente Lázaro Cárdenas.
En la lucha contra el
narcotráfico dijo que no habrá “tregua ni pacto”, sobre lo que muchos mexicanos
abrigan serias dudas.
El nuevo presidente electo es
licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana. vinculada al Opus Dei.
Es padre de tres hijos habidos de su primera esposa, fallecida, y otros dos
extramatrimoniales, y está casado en segundas nupcias con Angelina Rivera,
actriz de telenovelas.
Los 114 millones de mexicanos
esperan mucho del nuevo presidente, comenzando
por enfocar con más éxito la guerra del ejército contra los
narcotraficantes que no fue resuelta por el presidente saliente a pesar de haber
causado más de 50.000 muertos. El país necesita acometer una larga serie de
reformas que comprende, entre otras, crear un millón de empleos al año que
requiere el crecimiento demográfico, aminorar la economía sumergida (allá
conocida como empleo informal), que abarca al 30% de la población activa,
remediar la pobreza en que viven 42 millones de personas y moderar la
desigualdad social, rebajar el nivel de corrupción comenzando por arriba,
depurar y profesionalizar los cuerpos policiales, mejorar la calidad de la
enseñanza, reconvertir la justicia que deja en la impunidad el 92% de los
delitos, abatir el monopolio televisivo que comparten Televisa y Televisión
Azteca, y desterrar el machismo y el racismo de la sociedad. Demasiada tarea,
sin duda, para completar en una
legislatura, presuponiendo la decidida voluntad y el coraje de Peña Nieto y el
sincero deseo de colaborar del Congreso.
México es un gran país y merece coliderar
con Brasil el protagonismo de Iberoamérica. Constituye el tercero del hemisferio
con costas a dos océanos, el cuarto por su extensión y el tercero por
población.
Los españoles en general, y los gallegos en
particular, miramos con especial afecto a la nación azteca, pues no en vano su
nombre original fue Reino de Nueva Galicia, y además, después de Argentina es
donde residen más gallegos en el extranjero. Por ello, hacemos votos
porque en las elecciones pasadas haya
ganado México.
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