lunes, 7 de mayo de 2012

Errores y horrores de la banca


    En los medios de comunicación es tema recurrente el de la relación existente entre la ética y el comportamiento de las empresas, especialmente tratándose de entidades financieras.
    El “modus operandi” de estas últimas merece todos los reproches  de que son objeto desde el punto de vista moral. Su único objetivo es multiplicar el dinero en provecho propio y lograr que los beneficios de un año superen en dos dígitos los de anterior. Como medios a su disposición, los directivos movilizan  el máximo de recursos ajenos y los invierten de la forma más productiva. Aunque los principios básicos  de la colocación de fondos son la seguridad, la rentabilidad y la liquidez, lo cierto es que con excesiva frecuencia sacrifican el primero de ellos e invierten en operaciones de alto riesgo, se ofrecen múltiples formas de recibir el dinero de los ahorradores seducidos por las ganancias que se espera obtener. Como la clave está en manejar grandes cantidades de efectivo se ofrecen múltiples  modalidades  de recibir el dinero de los ahorradores, además de los clásicos depósitos a la vista y a plazo sin adecuada información de los riesgos que comportan, como estamos viendo respecto de las participaciones preferentes, que la verdad es que de preferentes tiene poco. A costa de una teórica rentabilidad elevada, en la información se pasó por alto que aquélla sólo sería real si el banco obtuviera beneficios y que el plazo de la inversión era indefinido, o mejor dicho, que no vencía nunca.
    Para redondear los beneficios empresariales se inventan pretextos para el pago de comisiones, destacando entre ellos los conceptos de administración y mantenimiento aunque no tengan movimiento, lo que en las pequeñas cuentas puede significar la confiscación del saldo mientras se condonan a los grandes clientes.
    Como un servicio bancario sano es esencial para el buen funcionamiento del sistema económico, la ley encomienda al Banco de España la regulación y  supervisión  de las entidades financieras, facultades que evidentemente  no ejerció en su plenitud como prueba la apurada situación en que se encuentra la casi totalidad de ellas, fundamentalmente por haberse endeudado en exceso en los mercados internacionales para poder conceder créditos a la inversión inmobiliaria hasta que estalló la burbuja.
    Como la posible quiebra del sistema bancario sería una catástrofe nacional, el Estado se ve obligado a acudir en socorro de los bancos y cajas de ahorro en apuros, que siempre fueron fervientes defensores de la iniciativa privada y de la libertad de empresa. Como contraste, el Estado
se desentiende de las familias que por estar con el agua al cuello se ven forzados a entregar sus viviendas al banco, a pesar de lo cual, éste les reclama la deuda pendiente, originada por la defectuosa tasación que hizo en su día para aumentar la cuantía del préstamo. Tengo ciertas dudas de si el préstamo público a los particulares de las cuotas de, por ejemplo dos anualidades sería más eficaz para combatir la crisis, pero no tengo ninguna de que sería más justa y equitativa.
    Es indudable que la gestión de los bancos y cajas ha sido manifiestamente mejorable y que esta ineficiencia es causa de que la crisis económica desatada en Estados Unidos adquiriese la profundidad que registra en nuestro país.
    Lo que más indigna a la ciudadanía es que muchos de los directivos continúan en sus puestos y quienes los han dejado no rindieron cuentas de sus discutibles actuaciones, sino que se retiraron con pensiones de fábula y en no pocos casos, cobrando los blindajes que se autoconcedieron.
    Cuando un profesional incurre en actuaciones erróneas o negligentes son condenados a inhabilitación, multa o cárcel según los casos, y en cambio los ejecutivos que han llevado a la ruina de las empresas quedan impunes. Es un buen ejemplo de cuan falaz es la afirmación de que todos somos iguales ante la ley.

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