martes, 15 de mayo de 2012

El mito de la igualdad ante la ley


   La Constitución reconoce y garantiza la igualdad de todos los españoles ante la ley. Tan elevado respaldo legal hace suponer a los ciudadanos que pueden estar seguros de que el principio se cumple a rajatabla. Sin embargo, quienes así piensan cometen pecado de ingenuidad, como se encarga de demostrar la realidad cotidiana.
    Comenzaré por referirme al diferente tratamiento que la justicia reserva a pobres y ricos. Supongamos el caso de dos personas acusadas de sendos delitos graves. Una, carente de medios económicos, defendida por abogado de oficio ingresa en prisión preventiva, pudiendo permanecer ella cuatro años, el plazo máximo de celebración del juicio en el que puede ser declarado inocente. La otra persona, de familia adinerada, asistida por un afamado letrado especializado en el tratamiento judicial de delitos similares al supuestamente cometido por su defendido, sustituye la reclusión por el pago de una fianza que recuperaría si fuese absuelto.
    En general, se admite que todos debemos hacer frente  a nuestras responsabilidades, mas las excepciones son abundantes. Mientras los profesionales pueden ser denunciados, juzgados y castigados con penas de inhabilitación, multa o prisión por un mal desempeño de su actividad, a otros individuos causantes de graves perjuicios a mucha gente, e incluso al país entero, no son objeto de penalización alguna.
    Cuando a un ingeniero se le cae un  puente, a un arquitecto un edificio, o que un médico hace un diagnóstico equivocado o que un cirujano realiza una operación defectuosa, pueden pagar las consecuencias y hasta dar con sus huesos en la cárcel.
    En lacerante contraste, altos cargos públicos que incumplen su deber (por ejemplo, el gobernador del Banco de España), gobernantes que adoptan medidas claramente  erróneas e injustas, (así la construcción de aeropuertos sin aviones, autovías sin coches) o corporaciones locales que otorgan licencias de obras ilegales, y finalmente, gestores  de entidades financieras a las que llevan al borde de la quiebra, todos quedan exentos de culpa y, o bien continúan desempeñando los mismos cargos, o bien se van con la bolsa llena para, como previsores que fueron, disfrutar de indemnizaciones millonarias que se autoadjudicaron oportunamente para el caso de que fueran despedidos. De modo que a disfrutar de prejubilaciones doradas y que los bancos y cajas que dirigieron, que llamen a las puertas del Estado para que les saque de la ruina. El caso de Bankia que colea en estos días, clama al cielo.
    Todos estos casos prueban hasta la saciedad que lo de la igualdad ante la ley es un mito que, como es sabido, etimológicamente significa fábula. Para los privilegiados, eso de que el la hace la paga no reza con ellos.

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