sábado, 3 de junio de 2017

De Roma a Estados Unidos



    Cuando Escipión el Africano derrotó en la batalla de Zama en 202 a.C. a Aníbal y su ejército cartaginés, Roma se quedó sin enemigo  que pudiera disputarle la supremacía. En adelante podría expandirse sin que ningún pueblo se  enfrentarse a su poderío. Fue  el “imperio mundi” del que mejor conocemos su historia. Su declive y posterior caída se atribuyen a diversas causas sobre las cuales los historiadores no se ponen de acuerdo.
    Una situación de tal hegemonía mundial tardaría muchos siglos en repetirse, hasta 1945, cuando Estados Unidos fue el principal beneficiario de la Segunda Guerra Mundial, no solo por haber contribuido decisivamente  a la derrota final de Alemania y Japón sino porque el resto de los vencedores  (Unión Soviética, China, Gran Bretaña y Francia) habían quedado exhaustos, en tanto que Norteamérica  tenía su economía intacta y producía el 45% del PIB mundial. Poseía, además, en exclusiva la bomba atómica, cuyo empleo en Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto, respectivamente determinó la rendición incondicional de Japón y el fin de la contienda.
    Parece indudable que Washington estuvo entonces en condiciones de imponer un nuevo orden mundial que podía haber cambiado el curso de la historia. No sabemos  a ciencia cierta si existió ese propósito, pero lo cierto es que los acontecimientos discurrieron  en otra dirección.
    En un gesto que cabe calificar de altruista, dio vida a la Organización de Naciones Unidas con la firma de la Carta de San Francisco en 1945, a la que confió la preservación de la paz. El gobierno de la ONU se atribuyó al Consejo de Seguridad, compuesto por quince representantes de Estados miembros. Estados Unidos se avino a compartir a compartir el núcleo de poder con la URSS, China, Francia y Gran Bretaña como miembros permanentes con derecho a veto. A la larga, este privilegio sería fatal para el cumplimiento de los fines asignados a la Organización.
    El monopolio atómico tocó a su fin con la primera prueba de su bomba llevada a cabo por la Unión Soviética en 1948. La desconfianza mutua entre esta potencia y Occidente, o si se prefiere, entre comunismo y capitalismo, dio origen a la guerra fría que duraría cuarenta años sin que se produjera la ruptura de hostilidades.
    El desenlace de la guerra fría se decantaría a favor de Estados Unidos, y en 1991 la URSS se desintegró para dar paso de nuevo a Rusia, debilitada y reducida a su primitivo territorio tras la independencia de Ucrania, Bielorrusia, los países bálticos y las repúblicas caucásicas y centroasiáticas.
    En ese momento volvió a repetirse la situación de 1945, pero solo en parte porque entre tanto, el mundo había cambiado mucho. EE.UU volvió a ser la mayor superpotencia pero su participación en el PIB  había descendido al 25%, seis naciones disponían de armamento nuclear y nuevas  potencias económicas asomaban en el horizonte además de Japón, esto es, China, India y la Unión Europea.
    El mundo de 2017 es muy distinto  del de 1945 y 1991. Nuevas naciones  emergen para disputar la primacía estadounidense. Es el caso de  Rusia, China e India, rivales cualificados en potencia, que aspiran a desempeñar un papel en el concierto internacional acorde con su población. Los tres poseen arsenales nucleares. No incluyo a la Unión Europea porque, si bien es un gigante económico, solo es un enano político corroído por la desunión y los nacionalismos.
    A medida que crezca la importancia de las tres potencias citadas disminuirá la de EE.UU. Incluso una nación tan irrelevante desde el punto de vista geoestratégico como Corea del Norte, se permite desafiarle con el  empleo de la bomba atómica y de misiles intercontinentales, lo que siembra la alarma de Seúl y Tokio.
    Para que una nación pueda ser la número uno se precisa tener a punto un ejército muy superior al del máximo competidor, pero también es indispensable disponer de una capacidad económica de primer nivel. Los ejércitos ganan las batallas pero las guerras las deciden la economía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El "imperio mundi", lo ha obstentado España, en los siglos XV-XVI, por la confianza y apoyo de los Reyes católicos, Isabel y Fernando. Si buscamos un lider económico y politico para presersar la seguridad mundial, siempre estaremos insatisfechos, porque no es viable. EEUU se asoma al liderazgo, para no deja de ser un pais colonizado por España, que nació hace tan sólo 5 siglos; y que tiene mucho que aprender de valores, diplomacia y humanidad. No obstante, en el caso de nuevo presidente, hay algo positivo: por ejemplo, es contrario al aborto y no le interesan las patrañas del cambio climático y los montajes que hay por todo el mundo, de los cuales muchos se enriquecen, como Algore; ahora bien, en lo demás Trump parece un desastre como político.