jueves, 12 de abril de 2012

Profecías autocumplidas


    Existen situaciones en las que quien anuncia un suceso determinado puede influir directa o indirectamente en que los hechos venideros  favorezcan el cumplimiento de su predicción. Imaginemos el caso de un enamorado que reprocha a su novia que no le ama, lo cual es negado por ella. No obstante, el celoso galán  insiste una y otra vez  que su amor no es correspondido. Y lo hace con tanta insistencia que su interlocutora termina diciéndole que no lo soporta. Porque ¿quién puede sentirse atraído  por un pelmazo que aburre y empalaga? Lo que era un temor infundado en un principio, termina siendo una realidad. Es lo que se llama una profecía autocumplida.
    A veces, quienes asumen el papel de augures no son tan intrascendentes en sus vaticinios como el amante en cuestión. Se trata de intelectuales con prestigio académico metidos a profetas del desastre en cuestiones que nos afectan a todos.
    A esta clase de vaticinios son adictos los organismos económicos y servicios de estudios que acostumbran a pronosticar con años de antelación el crecimiento del PIB  y cuando la realidad les desmiente, como ocurre con harta frecuencia, no por ello desisten de continuar en la tarea. A menudo, lo que anuncian es un empeoramiento de la situación y sus previsiones pesimistas influyen en el comportamiento de los agentes sociales (familias y empresas) que se retraen por desconfianza en el futuro, y de esta manera la profecía tiende a cumplirse.
Otro ejemplo nos lo ofreció hace algunos años el politólogo estadounidense Samuel Huntington quien publicó un libro que tituló “El choque de civilizaciones” en el que sostenía la inevitabilidad del conflicto entre el mundo cristiano y el musulmán. Para muchos, esta visión catastrofista se vería confirmada por los ataques terroristas del 11-S y la reacción del presidente Bush hijo que dio lugar a las guerras de Irak y Afganistán, todavía no resueltas
    Si en lugar de combatir  las causas del desorden mundial que alimentan el terrorismo
 internacional, motivado en parte por la miseria de gran parte del mundo y la opulencia de otro, buscamos el enfrentamiento y rehuimos el diálogo, estamos contribuyendo a que las circunstancias propicien el cumplimiento de los más funestos presagios.
    El enfoque norteamericano de la lucha antiterrorista de considerar sospechosos a árabes y musulmanes da lugar a episodios racistas y xenófobos causantes de que las relaciones internacionales e interculturales sean cada vez más tirantes y que la colisión sea inevitable.
    De perseverar en esta actitud, la lucha antiterrorista se confundirá con una cruzada contra el Islam, a sabiendas de la incoherencia que representa al apoyar simultáneamente a las monarquías semifeudales del Golfo Pérsico de donde procede  el suministro del gas y petróleo.
    Sería trágico que la persistencia de tal mentalidad nos abocase al cumplimiento de la profecía de Huntington que podría significar la destrucción mutua asegurada que pudo ser evitada por la guerra fría. El remedio está en manos de todos. Y Occidente daría pruebas de altura de miras y buen sentido no tomando por enemigos a 1.300 millones de mahometanos cuando menos de un 10% podría estar formado por fanáticos recalcitrantes, fanatismo que anima a los terroristas suicidas.
    El mundo islámico necesita mayor desarrollo económico y librarse de gobiernos despóticos y corruptos, muchas veces respaldados por los países industrializados en función de intereses económicos. En lugar de cruzadas deberíamos ofrecer a ese mundo
más intensas relaciones culturales y comerciales y apoyo a los grupos que en su seno aspiran a mayores niveles de libertad y democracia de sus regímenes y una convivencia pacífica con el resto de las naciones.

No hay comentarios: