Cuando los manifestantes “indignados” del Movimiento 15 M reclaman Democracia Real Ya, nos recuerdan que la que tenemos adolece de muchas deficiencias que a todos nos gustaría ver subsanadas, a fin de mejorar su funcionamiento.
La democracia, a imitación de la libertad, nunca podrá ser plena porque la perfección es inalcanzable en nuestro mundo imperfecto. Etimológicamente significa gobierno del pueblo, pero el pueblo lo formamos todos y todos no podemos mandar porque es preciso que haya quien obedezca sopena de caer en la anarquía. Por ello delegamos la facultad de gobernar en los políticos, seleccionándolos por medio del voto, en virtud de un contrato implícito para el cumplimiento de su programa electoral. Por este procedimiento conformamos una democracia representativa donde la participación deviene simbólica si se reduce a depositar unas papeletas en las urnas.
La tarea de gobernar la monopolizan los políticos, los cuales, lamentablemente, tienen muy mala prensa, tanto por lo que hacen como por lo que eluden u omiten. Las causas de su desprestigio son imputables, en parte, a su quehacer personal, y en parte, a su dependencia de los respectivos partidos.
Entre las primeras destacan los casos de corrupción en que incurren muchos de sus conmilitones; la propensión al transfuguismo mediante el cual desertan de la formación política por la que se presentaron y se ponen al servicio de otra; aprobar o condenar actuaciones o situaciones anómalas en función de los intereses de sus partidos, rebatir las acusaciones de malas prácticas con el consabido latiguillo “y vosotros más”; otorgar subvenciones o prebendas con criterios de amiguismo, clientelismo y nepotismo. En resumen, se les acusa de alejarse de la realidad social y de actuar con una patente ausencia de ética.
Las inculpaciones a los partidos -que afectan al descrédito de sus lideres y dirigentes- comprenden la falta de democracia interna como se refleja en la designación a dedo de sus candidatos al margen de la voluntad de las bases: servirse del transfuguismo para plantear mociones de censura como vía de acceso al poder; financiarse con métodos ilícitos, incumplir los programas electorales con los que se presentaron, privatizar empresas y servicios públicos en beneficio de grupos económicos afines, y finalmente, convertir al Estado en colaborador sumiso de los poderes económicos y financieros.
La tarea de gobernar la monopolizan los políticos, los cuales, lamentablemente, tienen muy mala prensa, tanto por lo que hacen como por lo que eluden u omiten. Las causas de su desprestigio son imputables, en parte, a su quehacer personal, y en parte, a su dependencia de los respectivos partidos.
Entre las primeras destacan los casos de corrupción en que incurren muchos de sus conmilitones; la propensión al transfuguismo mediante el cual desertan de la formación política por la que se presentaron y se ponen al servicio de otra; aprobar o condenar actuaciones o situaciones anómalas en función de los intereses de sus partidos, rebatir las acusaciones de malas prácticas con el consabido latiguillo “y vosotros más”; otorgar subvenciones o prebendas con criterios de amiguismo, clientelismo y nepotismo. En resumen, se les acusa de alejarse de la realidad social y de actuar con una patente ausencia de ética.
Las inculpaciones a los partidos -que afectan al descrédito de sus lideres y dirigentes- comprenden la falta de democracia interna como se refleja en la designación a dedo de sus candidatos al margen de la voluntad de las bases: servirse del transfuguismo para plantear mociones de censura como vía de acceso al poder; financiarse con métodos ilícitos, incumplir los programas electorales con los que se presentaron, privatizar empresas y servicios públicos en beneficio de grupos económicos afines, y finalmente, convertir al Estado en colaborador sumiso de los poderes económicos y financieros.
De las carencias u omisiones, resalta la falta de medidas favorecedoras de redistribución de la renta entre personas y territorios, a fin de atenuar las excesivas desigualdades personales y territoriales.
Otro vacío notable es la carencia de una ley de transparencia administrativa que garantice el acceso de los ciudadanos a los datos, documentos y estadísticas de las Administraciones y de los organismos públicos, como expresión genuina de la democracia real.
Lo más deseable sería que las protestas, en lo que tienen de razonable y justo, fueran acogidas por los gobernantes, de modo que se tradujeran en proyectos de ley capaces de transformar el marco jurídico de la sociedad y hacer más atractiva la democracia.
Otro vacío notable es la carencia de una ley de transparencia administrativa que garantice el acceso de los ciudadanos a los datos, documentos y estadísticas de las Administraciones y de los organismos públicos, como expresión genuina de la democracia real.
Lo más deseable sería que las protestas, en lo que tienen de razonable y justo, fueran acogidas por los gobernantes, de modo que se tradujeran en proyectos de ley capaces de transformar el marco jurídico de la sociedad y hacer más atractiva la democracia.
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