Ahora que estamos a punto de comenzar la campaña electora del 20N es pertinente observar el comportamiento de los políticos en su papel de candidatos.
Los medios de comunicación suelen ofrecer espacios en los que el entrevistador formula preguntas concretas sobre el programa con que se presenta su partido para dar a conocer a la audiencia su contenido, pero el resultado suele ser desilusionante porque el interesado va prevenido para declarar lo que le interesa decir, vaya por donde vaya el periodista. La clave consiste en tener presente el método Olendorf.
El nombre proviene de un profesor de idiomas así llamado, el cual entendía que la mejor forma de aprender un idioma extranjero consistía en que el alumno respondiera sin sujeción al tema planteado. Por ejemplo, ¿usted como se llama? Ayer hizo muy mal tiempo. Es más o menos, lo que llamamos irse por los cerros de Úbeda, o salirse por la tangente.
El político de turno acude a la entrevista con el método bien aprendido y elude las respuestas incómodas. Como no quedaría bien visto si responde con el silencio porque el que calla otorga, aprovecha la ocasión para exponer el argumentario de su partido, venga o no venga a cuento, y de paso, para rematar la faena, incluye un ataque apenas velado a sus adversarios.
Un supuesto ejemplo de la aplicación del método Olendorf al discurso político podría ser el siguiente: un ministro o ministra (igual da) acude a una emisora de radio y el locutor le pregunta por cierta disidencia en el seno de su partido, a lo que contesta que esos son cosas del pasado, que ahora está más unido que nunca, que donde la contestación interna existe y es fuerte es en el partido opuesto.
A continuación el interrogatorio versa sobre determinadas acusaciones de corrupción a uno de sus conmilitones. La respuesta, como no podía ser menos, es que se trata de infundios difundidos por medios opuestos a su ideología. Si es un supuesto corrupto, hay que respetar la presunción de inocencia, no como hacen los políticos de otros partidos.
Si, por decisión propia o por efecto de la presión ejercida sobre el sospechoso, éste hubiese dimitido, hay que elogiarle y presentar el caso como muestra de la transparencia y justicia que distingue a su partido, bien distinto de como se comportan otras fuerzas políticas.
Similares procedimientos de autodefensa y ataque al adversario bajo el método Olendorf, son habituales en el debate parlamentario, de modo que cualquier observador puede prever lo que dirán los intervinientes afectados, privando sus intervenciones del interés y la importancia que deberían tener.
De todo esto se colige la poca o nula credibilidad que merecen las declaraciones de los políticos, los cuales huyen de la objetividad, la transparencia y el rigor como el diablo de la cruz.
¿Tiene que ajustarse el noble ejercicio de la política al maligno ejercicio de este paradigma? Indudablemente, no, pero para que esto cambiase sería preciso que los ciudadanos fueran más exigentes a la hora de seleccionar a los candidatos con criterios de competencia y honestidad. Todos podemos cambiar el mundo, comenzando por nosotros mismos.
El nombre proviene de un profesor de idiomas así llamado, el cual entendía que la mejor forma de aprender un idioma extranjero consistía en que el alumno respondiera sin sujeción al tema planteado. Por ejemplo, ¿usted como se llama? Ayer hizo muy mal tiempo. Es más o menos, lo que llamamos irse por los cerros de Úbeda, o salirse por la tangente.
El político de turno acude a la entrevista con el método bien aprendido y elude las respuestas incómodas. Como no quedaría bien visto si responde con el silencio porque el que calla otorga, aprovecha la ocasión para exponer el argumentario de su partido, venga o no venga a cuento, y de paso, para rematar la faena, incluye un ataque apenas velado a sus adversarios.
Un supuesto ejemplo de la aplicación del método Olendorf al discurso político podría ser el siguiente: un ministro o ministra (igual da) acude a una emisora de radio y el locutor le pregunta por cierta disidencia en el seno de su partido, a lo que contesta que esos son cosas del pasado, que ahora está más unido que nunca, que donde la contestación interna existe y es fuerte es en el partido opuesto.
A continuación el interrogatorio versa sobre determinadas acusaciones de corrupción a uno de sus conmilitones. La respuesta, como no podía ser menos, es que se trata de infundios difundidos por medios opuestos a su ideología. Si es un supuesto corrupto, hay que respetar la presunción de inocencia, no como hacen los políticos de otros partidos.
Si, por decisión propia o por efecto de la presión ejercida sobre el sospechoso, éste hubiese dimitido, hay que elogiarle y presentar el caso como muestra de la transparencia y justicia que distingue a su partido, bien distinto de como se comportan otras fuerzas políticas.
Similares procedimientos de autodefensa y ataque al adversario bajo el método Olendorf, son habituales en el debate parlamentario, de modo que cualquier observador puede prever lo que dirán los intervinientes afectados, privando sus intervenciones del interés y la importancia que deberían tener.
De todo esto se colige la poca o nula credibilidad que merecen las declaraciones de los políticos, los cuales huyen de la objetividad, la transparencia y el rigor como el diablo de la cruz.
¿Tiene que ajustarse el noble ejercicio de la política al maligno ejercicio de este paradigma? Indudablemente, no, pero para que esto cambiase sería preciso que los ciudadanos fueran más exigentes a la hora de seleccionar a los candidatos con criterios de competencia y honestidad. Todos podemos cambiar el mundo, comenzando por nosotros mismos.
1 comentario:
ME DIO CURIOSIDAD CHECAR ESTO DEL OLENDORF PUES MI PAPA SEIMPRE NOS DECIA QUE HABLABAMOS EN OLENDOR CUANDO NOS PEDIA EXPLICACIONES DE ALGO QUE QUE DEBIAMOS HABER HECHO, DE CUANDO NO OBEDECIAMOS, ETC, Y SE ME QUEDO GRABADO .... ME DIO GUSTO VER QUE ERA CIERTO.
LO QUE NO ME IMAGINE ES QUE FUERA MATERIA DE ESTUDIO PARA NUESTROS POLITICOS, Y DESPUES DE LEER ESTE ARTICULO ME DOY CUENTA QUE ES LES ES IMPRENSINDIBLE DOMINAR ESTE IDIOMA.
AHH MEXICO LINDO Y QUERIDO, QUE POLITICOS TAN CHAFOS NOS GOBIERNAN.
FERNANDO PEREZ
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