Al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, solo una potencia, Estados Unidos, estaba en condiciones de imponer su voluntad al resto del mundo. No en vano había abastecido los frentes de batalla de hombres, y sobre todo de material bélico, sin haber sufrido los efectos directos de la contienda en su territorio. Aquel fue un momento crucial en la historia de la humanidad. Nada menos que pudo haber significado el comienzo de un imperio mundial regido por la “pax americana”.
Nadie puede afirmar “a posteriori” si tal eventualidad habría sido buena o mala a nivel mundial. Lo cierto es que esa oportunidad existió por primera vez en la historia aunque brevemente porque desapareció en muy pocos años. De 1945 a 1948 Norteamérica no sólo era el vencedor indiscutible sino que además era la única potencia poseedora del arma decisiva, la bomba atómica que con dos lanzamientos doblegó la capacidad de resistencia de Japón. Nunca antes había existido un poder hegemónico sin rival posible, lo mismo en el terreno militar que en el económico. En 1945 el PIB de los Estados Unidos equivalía el 45% del total mundial.
Los hados se encargaron pronto de cambiar las piezas del tablero y con ella la posibilidad de llegar a un poder único sobre la tierra se esfumó. Bien es verdad que no existe constancia de que Washington se hubiera planteado el proyecto de convertirse en capital de un imperio. Lo cierto es que en 1948 la URSS probó con éxito su primera bomba atómica y el reparto de poder cambió dramáticamente. Cuando el gobierno norteamericano pareció acariciar la idea de ejercer al liderazgo mundial en 1956 frente a la invasión soviética de Hungría o en 1962 con la instalación de misiles soviéticos en Cuba, ya era tarde para intentarlo. Con la consolidación del rival soviético se impuso el equilibrio del terror que caracterizó la llamada guerra fría.
La posesión compartida de la bomba atómica y poco más tarde la de hidrógeno señaló el fin del monopolio militar estadounidense. A partir de ahí existían dos superpotencias capaces de aniquilarse mutuamente, sin posibilidad, por tanto, de victoria de una de ellas.
Al no poder enfrentarse directamente, el desafío se trasladó al terreno de la política que, como dijo Clausewitz, es la continuación de la guerrra por otros medios. El choque directo se sustituyó por el ataque a los flancos, allí donde el enemigo presentase un punto débil, aprovechando cualquier conflicto regional, con la finalidad de debilitar el contrario sirviéndose de los países envueltos en guerras de baja intensidad como polígonos de tiro para probar nuevas armas.
Se había perdido una oportunidad histórica para impedir la proliferación nuclear y lograr un mundo sin la sombra ominosa del holocausto nuclear.
El resultado de la rivalidad bilateral planteado en tales términos, fue una sucesión de guerras en el Tercer Mundo y un tremendo despilfarro de recursos que a la larga empobreció también a los protagonistas y propició el avance económicos de dos nuevas naciones, Japón y la entonces llamada Alemania Occidental, curiosamente, los máximos perdedores de la guerra
Por las mismas fechas en que era más evidente la guerra fría, China vencía al ejército de Chiang Kai Shek y el 1º de octubre de 1949 era proclamada la República Popular China que con el tiempo estaría destinada a ser un protagonista de primera fila en el concierto internacional. Otro acontecimiento de gran trascendencia ocurrió en 1957 con la fundación del Mercado Común, hoy transformado en la Unión Europea, un gigante económico pero un enano político por la resistencia de los Estados miembros a renunciar a la soberanía de su política exterior y de defensa.
Otro hecho que contribuyó a la configuración del mundo actual fue la debacle del bloque soviético, iniciada en 1989 con la caída del muro de Berlín que supuso la descomposición de la URSS e influyó en muchas transformaciones del escenario político internacional que conocemos.
Con Estados Unidos en declive, 11 potencias nucleares y el surgimiento de una serie de naciones emergentes que integran el llamado grupo BRIC formado por Brasil, Rusia, India y China, estamos ante un mundo multipolar que está lejos de asegurar la convivencia pacífica, ya que, como enseña la historia, el afán de liderazgo despierta la lucha entre los rivales por la hegemonía mundial. ¿Será China el nuevo hegemón? Todo parece indicar que el papel estelar del Atlántico que desempeñó durante siglos se desplazó al Pacífico al tiempo que los arsenales rebosan de ingenios nucleares. Como expresó Einstein, la liberación de la energía atómica cambió todo menos nuestra forma de pensar.
viernes, 11 de septiembre de 2009
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1 comentario:
Ciertamente estamos en tiempos donde es necesario establecer mecanismos sólidos que regulen el equilibrio de poder entre los diferentes actores del escenario internacional. Aunque por suerte en algo hemos avanzado: la antigua costumbre de invadir violentamente al país vecino para intentar anexarlo al propio prácticamente ha desaparecido (si bien existen ahora otras formas más sutiles de invasión, a nivel económico y cultural, que son las que han tomado el relevo).
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