Desde que Aristóteles consideró al hombre como un “animal racional” sigue manteniéndose viva esta definición. Como animal estaría dotado de instintos naturales, y como racional se regiría por criterios adaptados a la realidad cambiante, según la percepción de su pensamiento y la asunción de responsabilidad social.
La coexistencia de ambas cualidades genera a menudo una serie de actitudes contrapuestas en las que unas veces predomina la animalidad en forma de instintos y sentimientos y otras destaca su condición de ser pensante y miembro de la sociedad en que vive. De ahí que viva inmerso en sucesivas contradicciones.
Si, como afirma el dicho popular, para muestra basta un botón, he aquí una somera criba de las noticias que aparecen en el diario “Faro de Vigo” en tal día como el 7 de agosto de 2009.
1. La Xunta anuncia que dejará en suspenso “sine die” la construcción de 800 viviendas protegidas en el polígono de Navia, en Vigo, por falta de fondos, pero se dispone a invertir 42 millones de euros en urbanizar los accesos a la Ciudad de la Cultura en el monte Gaiás, en Santiago, donde Fraga dio rienda suelta a su megalomanía, un proyecto que, presupuestado en 100 millones de euros, ya consumió 475 millones y siguen sin construirse dos de los seis edificios previstos, sin que nadie rinda cuentas ni explique el desfase. Y todo ello cuando la crisis reduce los ingresos presupuestarios y es exigible una rigurosa administración de los mismos.
2. En la calle Rosalía de Castro, en Vigo, se prevé la reanudación en septiembre próximo de las obras de urbanización después de tres años de suspensión en los que se estuvo excavando con brocha y paleta para conservar los restos de una salina romana, lo que obligó a paralizar las obras de más de 700 viviendas. Este celo por conservar los vestigios de la antigüedad contrasta con la sistemática destrucción de testimonios arquitectónicos pertenecientes a la dictadura franquista, como si estos no formaran parte de la historia reciente, gústenos o no.
3. El anterior gobierno autonómico había acordado retirar la subvención a cinco colegios privados, en su mayoría del Opus Dei, (unos tres millones de euros) en base a que sientan en aulas separadas a niños y niñas, pero el nuevo Gobierno del PP decidió dejar sin efecto la no renovación de dichos conciertos. Cuando la crisis económica muerde con furia en los bolsillos de los más débiles, el sindicato Comisiones Obreras considera inadmisible que se financien estos centros al mismo tiempo que se recortan las inversiones en libros de texto, personal y formación del profesorado.
Como se ve, en los tres ejemplos está presente el “vil metal”. Uno no puede por menos de sorprenderse del singular orden de prioridades en que se emplean los recursos públicos y la curiosa selección de gastos y gustos de los políticos.
jueves, 13 de agosto de 2009
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