sábado, 18 de abril de 2015

Sorpresas de las elecciones andaluzas



        Las elecciones celebradas el 22 de marzo de 2015 han deparado varias sorpresas. Dejaron sin representación al Partido Andalucista y a UPyD, castigaron a IU y más todavía al Partido Popular. El ganador fue el PSOE que logró mantener la representación que tenía (47 escaños) a pesar de los casos de corrupción que le afectan (los del ERE y los de Formación), lo que no deja de ser una victoria pírrica porque le obliga a buscar alianzas que es la misma situación en que se encontraba antes de anticipar los comicios. Dos partidos nuevos, Podemos y Ciudadanos se alzaron con 15 y 9 diputados, respectivamente.
    La mayor sorpresa fue el varapalo que los andaluces infligieron al PP con la deserción de 500.000 electores y la pérdida de 17 puestos en el Parlamento autonómico. Este resultado puso en movimiento a la maquinaria pensante del Partido a la búsqueda de los factores que pudieran haber provocado los magros frutos cosechados. La conclusión a la que llegaron fue que todo se debió a no haber sabido explicar los logros del Gobierno, que solo hubo un fallo de comunicación. Por supuesto, de autocrítica o arrepentimiento, nada.
    El argumento recuerda el parto de los montes, del que, como se sabe, nació un ratón. Más bien parece implicar, tal vez sin pretenderlo, una acusación al presidente del Partido, Mariano Rajoy que acudió cinco veces a otros tantos mítines. De ahí surgieron enfrentamientos soterrados y resquemores en la cúpula que indujeron al Presidente a convocar una conferencia el 8 de abril con delegados de todo el país. En ella tomó la palabra Rajoy para pedir unidad y a continuación se abrió un debate sin que nadie pidiera la palabra, lo que no dice mucho de la independencia y personalidad de los asistentes. Nadie quiso amargarle la fiesta al jefe. Lo ocurrido confirma que la victoria tiene cien padres y la derrota nace huérfana.
    Más esclarecedor de los fallos habría sido debatir sobre lo que se hizo y lo que se omitió por el Gobierno. Habrían salido entonces a relucir las medidas tomadas para combatir la crisis y las que debieron haberse implementado y no se acometieron.
    Unas y otras acusan un fuerte tufo ideológico de derecha con el propósito de cargar sus efectos sobre las clases más débiles y facilitar la ganancia de los más ricos. Como ejemplos de medidas antisociales destacan la subida del IVA incluido el cultural que pasó del 10% al 21% y es el más alto de la UE, el aumento de las tasas judiciales y universitarias, la elevación de los impuestos con énfasis en los indirectos, la privación de la tarjeta sanitaria a inmigrantes irregulares, etc. Por el contrario, favorecieron los intereses del capital con la reducción o supresión del
impuesto de Patrimonio y Sucesiones.
Todos sabemos que estamos inmersos en una profunda y duradera crisis, pero para remediarla pueden emplearse distintas armas y las que se elijan serán indicativas de la ideología que las inspira. Entre las normas que, a pesar de ser reconocida su necesidad, cayeron en el olvido, destacan la fusión de municipios, la eliminación de las diputaciones, la intensificación de la lucha contra el fraude a la que no se dotó de efectivos suficientes, la tan prometida reforma de la Administración, etc. Sí se aprobaron leyes contra el criterio de toda la oposición utilizando el rodillo de la mayoría absoluta que ostenta el PP, como la LOMCE y la de Seguridad Ciudadana, llamada ley mordaza. En cambio se dejó en el olvido la Ley de Memoria Histórica.
    Si a todo ello sumamos la ola de corrupción que enfanga al Partido, se ve con claridad meridiana que no falló la propaganda sino que no fue creída. La gente tiene memoria y ha agudizado el sentido crítico.
    La lección que cabe extraer de las elecciones andaluzas es que pueden haber iniciado una mutación importante en el panorama político del país. Puede haberse dado el primer paso para poner fin al bipartidismo que gobernó desde el comienzo de la democracia. Si la próxima consulta del 24 de mayo mantiene la tendencia, ya no habrá mayorías absolutas como la que detenta ahora el PP y se iniciará una era de pactos en la que las leyes ya no serán aprobadas por el voto exclusivo del partido gobernante.
    Como acontece siempre cuando algo cambia, será notable la resistencia, lo que se traducirá en una campaña electoral más agresiva con ataques y descalificaciones recíprocas. Preparémonos para que los líderes nos aburran con las promesas de lo que vana a hacer y que no hicieron cuando ocuparon el poder. Los votos decidirán si los nuevos partidos confirman las expectativas que han despertado o si sus apuestas no han conseguido la confianza de los españoles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todos los líderes bailan al son de la música que les interesa. Pocos son honrados, pero alguno habrá. Es el momento de tomar en serio el dejar gobernar a la lista mas votada, aunque sea en minoría. El ayuntamiento de Redondela funciona así y les va bien, en parte porque tienen un buen alcalde: Javier Bas.Ahora bien, hay que estar ahí y votar para que salgan los menos malos, si es que aun queda alguno.